Ultimamente este blog ha estado circulando alrededor del papa Paulo IV. Hasta
el punto de que algunos han temido de que este blog cambiase su nombre de Blog
del padre Fortea por el de Blog de Paulo IV. Papa de muy infeliz
memoria. No por nada inmoral, probablemente fue casto como un árbol, sino por
su carácter y sus decisiones, a cada cual más desacertada y a cada cual más
inmoral.
Tomó decisiones que, cubriéndolas con el manto de la caridad,
simplemente las calificaré de procedentes de un carácter sumamente mezquino.
Creó un clima de miedo, un clima verdaderamente inquisitorial, tomó crueles
decisiones de Roma respecto a los judíos, hizo lo posible para acabar con la
paz entre el rey de España y el rey de Francia: debía pensar que la guerra es
bella como en los cuadros. Y si vamos a la letra pequeña, la lista continúa.
Los cardenales que votaron por él tendrían tiempo suficiente para lamentar su
errada decisión.
Pero vamos a decir algo más sobre su bula Ex cum apostolatus officio.
La bula es repetitiva y confusa, hay partes en las que parece contradecirse a
sí misma. Sólo releyéndola varias veces entera, de cabo a rabo, uno se hace
clara idea de lo que quería decir.
Pero al releerla con detención es cuando uno percibe hasta qué punto la
redacción de algunos párrafos es nefasta. Salvo que, en un alarde de sentido
del humor, su verdadera intención fuera precisamente la de desorientar y marear
a sus lectores.
Hasta entonces, si un cura, obispo, arzobispo o cardenal parecía haber
caído en la herejía, se le juzgaba canónicamente y se imponía una sentencia:
absolutoria o no.
Pero Paulo IV decidió que era más efectivo condenar de una sola vez a
todos los que cayeran en la herejía. Y determinó que, al caer en la herejía,
perdieran sus puestos. Esto se podía haber dicho en una línea: los
eclesiásticos que caígan en evidente herejía perderán sus puestos y cesa la
obediencia hacia ellos. Pero su bula da vueltas y más vueltas sobre el tema,
enredándose cada vez más.
El momento de mayor confusión es cuando afirma que la primera sede no es
juzgada por nadie, y después añade que el elegido como Romano Pontífice perderá
su puesto si cae en la herejía antes de su promoción.
No hay que ser un experto en canonística para darse cuenta de que un
asunto tan delicado había que haberlo precisado con sumo cuidado.
Pero, dado que afirma tajantemente que el Papa no puede ser juzgado por
nadie (eso lo deja muy claro), el texto más oscuro debe ser interpretado según
el texto claro. De lo cual se deduce que una vez que los cardenales han elegido
un sucesor al obispo de Roma, entonces, es el momento para hacer alegaciones si
las hubiere. De ahí que en otro texto de la bula afirme del Romano Pontífice
que eso se puede hacer: antes de su promoción.
Eso sí, Paulo IV era un papa legítimamente elegido, como le gustan a
Galat, y su predecesor en el solio pontificio había renunciado del modo más
perfecto posible: la muerte.
La muerte siempre es el modo más perfecto para renunciar a un cargo. A
no ser que seas el Cid Campeador. Pero no consta que ningún papa muerto haya
presidido ningún sínodo sobre la familia.
Tampoco consta que Paulo IV
fuera elegido con el voto de ninguna mafia holandesa. O sea, que era un
papa-papa, un papa genuinamente papa, un papa al 100%. Ah, qué tiempos
aquellos, Galat, en los que todo estaba en su sitio, en los que reinaba el
orden. Con tanto orden, no es de extrañar que nadie acusara nunca a Pablo IV de
ser un papa masónico-satánico.
P. FORTEA
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