El caso de Venezuela es muy distinto del de otros países. Yo creo en la igualdad
de todos los seres humanos. Pero, sobre todo, creo que cuando un ser humano
sufre, sufre igual que otro.
Hay países, por ejemplo en África, sin ninguna experiencia de libertad.
Naciones que han pasado de una dictadura a otra. Esos países se encuentran en
una situación parecía a la de los europeos en el siglo XII o XVI: no han vivido
nunca en una democracia real con todos sus derechos. El ciego de nacimiento no
añora la vista. Un frances del siglo XIV no añoraba la democracia.
El caso de Venezuela es totalmente distinto. Un país en el que la
policía trabaja de carcelera. El páis como prisión. Un país en el que hasta los
mismos carceleros malviven. Aunque malvivan mejor que los prisioneros comunes.
Lo interesante es por qué esta situación dura tanto. Es algo
teológicamente misterioso. En otros lugares de la tierra, la población perdió
completamente la ilusión, los millones de personas se resignaron. Pero en
Venezuela la población estaba en plena efervescencia.
No tengo respuestas para todo. Pero sé que lo que dije en anteriores
posts era verdad. Todo era verdad, aunque el factor tiempo nos resulte
desesperante.
Mil veces me he preguntado el por qué. Mil veces me he preguntado cuál
es el límite de sufrimiento de un pueblo. Sé, con total seguridad, que hay
Quién tiene las respuestas a todos los por qués. Saber eso me tranquiliza. Lo
terrible sería pensar que millones de personas están abandonadas a un monstruo.
Pero sabed que no es así. Y el final demostrará la verdad de las
palabras de la Biblia. Sabemos el final, no el cuándo. Mientras tanto, Dios nos
concede ejercitar el don de la fe.
Cuando Jesucristo cierre la
puerta al Mal en ese pueblo, nadie la podrá abrir. ¡Nadie!
P. FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario