[Publicada en el número 492 el 30 de marzo de 2006] Una madre de
familia, un joven estudiante, unas religiosas contemplativas, un sacerdote, un
jubilado… Estados de vida muy distintos, pero todos ellos unidos por una sola
fe.
UN
CHEQUEO INTERIOR
El otro día, recomendado por un
buen amigo, me hice un chequeo. Llevo muy poco de sacerdote y me encuentro
perfectamente, pero, por lo visto, una vez al año no hace daño. Lo
curioso es que la doctora, después de revisar los análisis, me recomendó cuidar
alguna cosa. Así veo yo la Cuaresma: un chequeo interior, donde pensamos
que estamos bien pero pueden aparecer cosillas. Igual que la doctora veía los
leucocitos, glóbulos, etc. En Cuaresma reviso la oración (cantidad y calidad),
la preparación y celebración de la Eucaristía y de la confesión, cómo vivo la
caridad y mi disponibilidad sacerdotal. Las penitencias cuaresmales me ayudan a
prescindir de lo superficial, soltarme de mis seguridades y abandonarme
confiadamente en Dios. Es un tiempo de gracia que cojo con ganas sabiendo que,
cuanto más lo aproveche, mejor celebraré la alegría de la Pascua.
Pablo
Maldonado
sacerdote
sacerdote
OCULTA
A LAS MIRADAS DEL MUNDO
En un convento de clausura, la
Cuaresma tiene unos ecos muy especiales. Exteriormente, se suprimen la
correspondencia y las visitas de familiares y amigos, ya de por sí escasas
durante el resto del año. Todo ello con el fin de adentrarnos mejor, con Jesús,
en el desierto, y caminar con Él hacia Jerusalén para vivir su Pascua, no
como algo del pasado, sino como una realidad contemporánea a nuestra vida. Y
aquí juega un papel importantísimo el silencio, que no es sólo ausencia de
palabras, sino, sobre todo, presencia de la Palabra, con mayúscula. No es
vacío, sino plenitud, Presencia -también con mayúscula- que llena cada rincón
de nuestros claustros y de nuestros corazones. Sólo así podemos escuchar la voz
del «Maestro que habla con nosotros y en nosotros»,
como acaba de decir el Papa Benedicto XVI.
Ésta es nuestra razón de ser:
unirnos como la Virgen María a Cristo, a su sacrificio, en la sencillez de
nuestra vida contemplativa, oculta a las miradas del mundo, de ese mundo por el
que, cada día, con Él nos ofrecemos.
Hermanas del Primer Monasterio de la Visitación
Madrid
Madrid
LA
CUARESMA EN EL COLEGIO
Para vivir la Cuaresma me ayudan
mucho en el colegio. Empezamos el Miércoles de Ceniza bajando al oratorio,
donde el sacerdote nos impone la ceniza y nos da una plática de preparación.
Los viernes bajo a misa, también en el colegio. En casa, guardamos la
abstinencia, y el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, además, el ayuno. El
sacerdote del colegio habla con cada uno de nosotros, los alumnos, para hacer mortificaciones
y prácticas de piedad. Pero no sólo vale con esto: tengo que seguir mis
responsabilidades, estudio, encargos colegiales y domésticos. Los fines de
semana salgo con mis amigos, toco la guitarra con mi grupo, juego al fútbol en
un equipo y vemos alguna película. Se puede hacer una buena Cuaresma viviendo
la vida cotidiana.
Miguel Mirón
estudiante, 16 años
estudiante, 16 años
LA
OPORTUNIDAD DE VIVIRLO EN FAMILIA
En una familia con varios hijos
de distintas edades, la Cuaresma es una oportunidad para educarlos en la fe y
en la piedad, vividas en casa en los pequeños detalles. Como la fe es la única
virtud que entra por el oído, este tiempo litúrgico nos da la posibilidad de
comentar con ellos algunas de las ideas que queremos transmitirles, y que, con
el tiempo, se convertirán en esos valores que serán nuestro mejor legado. Con
los mayores, de 19 y 16 años, que ya viven la abstinencia los viernes,
explicándoles el sentido que tiene esta práctica que nos recuerda, al menos un
día en semana, el tiempo litúrgico en el que estamos. Con los pequeños, de 6 y
11 años, contándoles lo que el Niño Jesús, hecho ya hombre, sufrió por
nosotros, y el sentido que tiene hacer, de vez en cuando, algún pequeño
sacrificio.
Micaela
Menárguez
TIEMPO
DE ORACIÓN…, Y DE ESPERANZA
La Cuaresma es un tiempo muy
activo, y la oración ha de intensificarse. También la mortificación. Yo, por
ejemplo, por las mañanas, intento ponerme más en presencia del Señor.
Personalmente, creo que es muy importante estar en un grupo donde te dan
pautas; mi mujer y yo pertenecemos a los Hogares de Santa María, y procuramos
vivir la Semana Santa en comunidad, lo cual es muy enriquecedor, porque tenemos
Jornadas de estudio y oración, donde cada año nos centramos en un tema
determinado. Con los años, he acabado dándome cuenta de que la Cuaresma es un
tiempo para vivir todo con mucha esperanza y confiar mucho en el Señor.
Jesús Benito
jubilado
jubilado
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