jueves, 9 de febrero de 2017

MI INFANCIA FUE DE LO MÁS NORMAL


¿Qué es más ser profeta como Moisés o ser vicario de Cristo como el Papa? Ya sé que son cosas distintas. Pero ésa es sólo una parte de la respuesta. Algún comentarista ha pensado que plantear esa pregunta era un sinsentido y hasta una cierta manifestación de ignorancia. Pero el mismo Jesús planteó una cuestión parecida al comparar a los nacidos de mujer con los pertenecientes al Reino.

Vayamos por partes para analizar la cuestión planteada. Moisés fue un profeta y el Papa no lo es en el sentido auténtico y original de la palabra. Alguno dirá que lo es en un sentido amplio y derivado. Permitidme que no me detenga a analizar esta afirmación en la que podría detenerme con mayor extensión, analizando Dt 18, 21-22.

En el Papa puede haber una inspiración del Espíritu Santo: puede, ya que no está siempre inspirado. En un profeta hay una comunicación de Dios. No es lo mismo inspiración que comunicación a través de locuciones, sueños o visiones.

En ese aspecto el profeta tiene un carisma extraordinario que supone una elección no ordinaria. (Usaré la palabra “carisma” como sinónimo de don extraordinario.) En la Iglesia, tanto el ordenado in sacris como el Papa tienen un don ordinario que se otorga a través de una elección ordinaria.

El profeta recibe sus dones directamente de Dios, sea de profecía, sea de hacer milagros. El eclesiástico recibe sus dones a través de los hombres. En el profeta, el proceso es directo. En el obispo, es mediado. Hasta la misma elección papal es mediada a través del cónclave. La elección divina para ser profeta no es mediada, no interviene la mano del hombre. Esto también requeriría matices provenientes de algunos episodios bíblicos, en los que no voy a entrar ahora para ir más ligero.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué es más grande en el campo de los dones: ¿el carisma o el don del sacramento del orden? ¿El don de profecía y de hacer milagros, o el don de los siete sacramentos? Desde luego, hace más bien al alma de los hombres el don carismático ordinario del sacramento del orden. Porque el sacramento orden otorga la posibilidad de actuar directamente en el alma. Mientras que el profeta actúa en el mundo externo, sea con la profecía o el milagro.

Así que pienso que el don profético es más sorprendente a nivel externo, pero el don episcopal es más noble a nivel interno, a nivel del espíritu. Y, por tanto, es más grande.

A nivel del pastoreo, parece más noble guiar al Pueblo de la Nueva Alianza que al de la Antigua. Pues es más noble guiar a los deben ser más nobles por los sacramentos. Es más alto guiar a los que deberían ser más altos por la irrupción de gracia.

Así que en ambos aspectos (tanto el del don como el del encargo, es decir, el pastoreo) parece que es más noble ser Papa que ser un Moisés o cualquier profeta subsiguiente. Si tengo razón, se cumplirían las palabras de Jesús acerca de que el más pequeño en el Reino de los Cielos

Aun así, os he expuesto razonamientos. Puedo estar equivocado, lo admito. Leeré lo que tengáis a bien escribir. Es un tema interesante, solo quería reflexionar en voz alta.


P. FORTEA

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