¿Qué es más ser profeta
como Moisés o ser vicario de Cristo como el Papa? Ya sé que son cosas distintas. Pero ésa es sólo una
parte de la respuesta. Algún comentarista ha pensado que plantear esa pregunta
era un sinsentido y hasta una cierta manifestación de ignorancia. Pero el mismo
Jesús planteó una cuestión parecida al comparar a los nacidos de mujer con los
pertenecientes al Reino.
Vayamos por partes para analizar
la cuestión planteada. Moisés fue un profeta y el Papa no lo es en el sentido
auténtico y original de la palabra. Alguno dirá que lo es en un sentido amplio
y derivado. Permitidme que no me detenga a analizar esta afirmación en la que
podría detenerme con mayor extensión, analizando Dt 18, 21-22.
En el Papa puede haber una
inspiración del Espíritu Santo: puede, ya que no está siempre inspirado. En un profeta
hay una comunicación de Dios. No es lo mismo inspiración que comunicación a
través de locuciones, sueños o visiones.
En ese aspecto el profeta tiene
un carisma extraordinario que supone una elección no ordinaria. (Usaré la
palabra “carisma” como sinónimo de don
extraordinario.) En la Iglesia, tanto el ordenado in
sacris como el Papa tienen un don
ordinario que se otorga a través de una elección ordinaria.
El profeta recibe sus dones
directamente de Dios, sea de profecía, sea de hacer milagros. El eclesiástico
recibe sus dones a través de los hombres. En el profeta, el proceso es directo.
En el obispo, es mediado. Hasta la misma elección papal es mediada a través del
cónclave. La elección divina para ser profeta no es mediada, no interviene la
mano del hombre. Esto también requeriría matices provenientes de algunos
episodios bíblicos, en los que no voy a entrar ahora para ir más ligero.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué es más grande en el campo de los dones: ¿el carisma
o el don del sacramento del orden? ¿El don de profecía y de hacer milagros, o
el don de los siete sacramentos? Desde luego, hace más bien al alma de
los hombres el don carismático ordinario del sacramento del orden. Porque el
sacramento orden otorga la posibilidad de actuar directamente en el alma.
Mientras que el profeta actúa en el mundo externo, sea con la profecía o el
milagro.
Así que pienso que el don
profético es más sorprendente a nivel externo, pero el don episcopal es más
noble a nivel interno, a nivel del espíritu. Y, por tanto, es más grande.
A nivel del pastoreo, parece más
noble guiar al Pueblo de la Nueva Alianza que al de la Antigua. Pues es más
noble guiar a los deben ser más nobles por los sacramentos. Es más alto guiar a
los que deberían ser más altos por la irrupción de gracia.
Así que en ambos aspectos (tanto
el del don como el del encargo, es decir, el pastoreo) parece que es más noble
ser Papa que ser un Moisés o cualquier profeta subsiguiente. Si tengo razón, se
cumplirían las palabras de Jesús acerca de que el
más pequeño en el Reino de los Cielos…
Aun así,
os he expuesto razonamientos. Puedo estar equivocado, lo admito. Leeré lo que
tengáis a bien escribir. Es un tema interesante, solo quería reflexionar en voz
alta.
P. FORTEA
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