Alexandrina vivió numerosas
experiencias místicas de Jesús y visitas de la Virgen María.
Desde 1942 hasta su muerte
(1955) se alimentó solamente con la eucaristía.
Jesús le solicitó que pidiera
al Papa la Consagración del Mundo al Inmaculado Corazón de María.
La que realiza SS Pio XII el
31 de octubre de 1942.
El 2 de diciembre 1944 la
Virgen se le apareció por primera vez Alexandrina Maria da Costa.
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Para confirmar las palabras del Hijo que el día anterior se había unido en matrimonio místico con ella, diciendo:
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“Acepta mi santísimo manto puede cubrir todo el mundo …. Es suficiente para todos.
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Acepta mi corona, eres la reina.”
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Para confirmar las palabras del Hijo que el día anterior se había unido en matrimonio místico con ella, diciendo:
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“Acepta mi santísimo manto puede cubrir todo el mundo …. Es suficiente para todos.
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Acepta mi corona, eres la reina.”
LA VIDA DE ALEXANDRINA
Alexandrina
Maria Da Costa nació en Balazar, provincia de Oporto y Archidiócesis de Braga, el
30 de marzo de 1904, y fue bautizada el 2 de abril siguiente, Sábado Santo.
Fue educada cristianamente por su madre, juntamente
con su hermana Deolinda.
Alexandrina permaneció con la familia hasta los
siete años, luego fue mandada a Pòvoa de Varzim, en pensión con la familia de
un carpintero, para poder frecuentar la escuela elemental, que no había en
Balazar.
Allí hizo la primera Comunión en 1911 y, el año
siguiente, recibió el sacramento de la Confirmación de manos del Obispo de
Oporto.
Después
de dieciocho meses volvió a Balazar y fue a vivir con su madre y su hermana en la
localidad de “Calvario”, donde residirá hasta su muerte.
Comenzó
a trabajar en el campo, pues gozaba de una constitución robusta: podía
compararse con los hombres y ganaba lo mismo que ellos.
La suya no fue una niñez muy movida: dotada de un
temperamento feliz y comunicativo, era muy querida por sus compañeras.
Pero a los doce años cayó enferma: una grave
infección (tal vez una fiebre intestinal tifoidea) la puso a un paso de la
muerte.
Superó el peligro, pero su físico quedará marcado
para siempre por este episodio.
Fue
a la edad de catorce años cuando sucedió un hecho decisivo para su vida. Era el Sábado
Santo de 1918.
Aquel día, ella, su hermana Deolinda y una muchacha
aprendiz, estaban ocupadas en su trabajo de costura, cuando se dieron cuenta de que tres hombres intentaban entrar en su
habitación.
A pesar de que las puertas estaban cerradas, los
tres lograron forzarlas y entraron.
Alexandrina,
para salvar su pureza amenazada, no dudó en tirarse por la ventana, desde una
altura de cuatro metros.
Las
consecuencias fueron terribles, aunque no inmediatas.
En efecto, las diversas visitas médicas a las que
tuvo que someterse diagnosticaron sucesivamente, cada vez con mayor claridad,
un hecho irreversible.
Hasta
los diecinueve años pudo todavía arrastrarse para ir a la iglesia, donde,
completamente entumecida, permanecía con gusto, con asombro de la gente.
Luego
la parálisis fue avanzando cada vez más hasta que los dolores se hicieron horribles, las
articulaciones perdieron su movimiento y ella quedó completamente paralítica.
Era el 14 de abril de 1925, cuando Alexandrina se
acostó para no volver a levantarse en toda su vida.
Hasta 1928 Alexandrina no dejó
de pedir al Señor, mediante la intercesión de la Santísima Virgen, la gracia de
la curación.
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Prometiendo que, si se curaba, se habría hecho misionera.
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Pero, apenas comprendió que el sufrimiento era su vocación, la abrazó con prontitud.
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Decía: “Nuestra Señora me ha hecho una gracia aún mayor.
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Antes, la resignación, luego, la conformidad completa a la voluntad de Dios.
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Y finalmente, el deseo de sufrir”.
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Prometiendo que, si se curaba, se habría hecho misionera.
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Pero, apenas comprendió que el sufrimiento era su vocación, la abrazó con prontitud.
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Decía: “Nuestra Señora me ha hecho una gracia aún mayor.
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Antes, la resignación, luego, la conformidad completa a la voluntad de Dios.
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Y finalmente, el deseo de sufrir”.
Se remontan a este período los primeros fenómenos místicos, cuando Alexandrina comenzó una
vida de gran unión con Jesús en los Sagrarios, por medio de María Santísima.
Un día en que se encontraba sola, le vino de
improviso este pensamiento: “Jesús,
tú estás prisionero en el Sagrario y yo en mi lecho por voluntad tuya. Nos
haremos compañía”.
Desde
entonces comenzó su primera misión: ser como la lámpara del Sagrario. Pasaba las
noches como peregrinando de Sagrario en Sagrario.
En
cada Misa se ofrecía al Eterno Padre como víctima por los pecadores, juntamente con
Jesús y según Sus intenciones.
Crecía
en ella cada vez más el amor al sufrimiento, a medida que la vocación de víctima se hacía
sentir de forma más clara.
Hizo
el voto de hacer siempre lo que fuese más perfecto.
Desde
el viernes 3 de octubre de 1938 hasta el 24 de marzo de 1942, o sea 182 veces,
vivió todos los viernes los sufrimientos de la Pasión.
Alexandrina, superando el estado habitual de parálisis, bajaba del lecho y con
movimientos y gestos acompañados de dolores angustiosos, reproducía los diversos momentos del Via
Crucis, durante tres horas y media.
“Amar, sufrir, reparar” fue el
programa que le indicó el Señor.
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Desde 1934 – por invitación del Padre jesuita Mariano Pinho, que la dirigió espiritualmente hasta 1941- Alexandrina ponía por escrito todo lo que le decía Jesús.
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Desde 1934 – por invitación del Padre jesuita Mariano Pinho, que la dirigió espiritualmente hasta 1941- Alexandrina ponía por escrito todo lo que le decía Jesús.
En
1936, por orden de Jesús, Alexandrina pidió al Santo Padre, por medio del Padre
Pinho, la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María.
Esta
súplica fue renovada varias veces hasta 1941, por lo que la Sede Apostólica interrogó tres
veces al Arzobispo de Braga sobre Alexandrina.
El
31 de octubre de 1942, Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María con un mensaje
transmitido a Fátima en lengua portuguesa. Este acto lo renovó en Roma en la
Basílica de San Pedro el 8 de diciembre del mismo año.
Desde
el 27 de marzo de 1942 en adelante, Alexandrina dejó de alimentarse, viviendo
sólo de la Eucaristía.
En
1943, durante cuarenta días y cuarenta noches fueron controlados atentamente por médicos
competentes el ayuno absoluto y la anuria, en el hospital de la Foz do Douro en
Oporto.
En
1944
el nuevo director espiritual, el salesiano Don Umberto Pasquale, animó a
Alexandrina para que continuase dictando su diario, después de haber comprobado
las alturas espirituales a que había llegado.
Ella lo hizo con espíritu de obediencia hasta la
muerte.
El
mismo año 1944, Alexandrina se inscribió en la Unión de los Cooperadores
Salesianos.
Quiso
colocar su diploma de Cooperadora “en lugar donde pudiera tenerlo siempre ante
sus ojos”,
para colaborar con su dolor y con sus oraciones en la salvación de las almas,
sobre todo juveniles. Rezó y sufrió por la santificación de los Cooperadores de
todo el mundo.
A
pesar de sus sufrimientos, ella seguía interesándose e ingeniándose en favor
de los pecadores y procurando el bien espiritual de los parroquianos y de
muchas otras personas que acudían a ella.
Promovió
triduos, cuarenta horas y celebraciones cuaresmales en su parroquia.
Especialmente
en los últimos años de su vida, muchas personas acudían a ella también desde
lejos, atraídas por la fama de santidad; y muchas atribuían a sus consejos su
conversión.
En 1950 Alexandrina festejó el
XXV aniversario de su inmovilidad.
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El 7 de enero de 1955 le fue preanunciado que aquel sería el año de su muerte.
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El 12 de octubre quiso recibir la Unción de los enfermos.
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El 13 de octubre, aniversario de la última aparición de la Virgen en Fátima, se la oyó exclamar: “Soy feliz, porque me voy al cielo”.
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A las 19,30 expiró.
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El 7 de enero de 1955 le fue preanunciado que aquel sería el año de su muerte.
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El 12 de octubre quiso recibir la Unción de los enfermos.
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El 13 de octubre, aniversario de la última aparición de la Virgen en Fátima, se la oyó exclamar: “Soy feliz, porque me voy al cielo”.
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A las 19,30 expiró.
Sobre su tumba se leen estas palabras queridas por
ella: “Pecadores, si las cenizas de
mi cuerpo pueden ser útiles para salvaros, acercaos, pasad por encima de ellas,
pisoteadlas hasta que desaparezcan. ¡Pero no pequéis más; no ofendáis más a
nuestro Jesús!”.
Es la síntesis de su vida consumida exclusivamente
para salvar las almas.
En
Oporto, la tarde de aquel día, 15 de octubre, los floristas se quedaron sin
rosas blancas: todas vendidas.
Un homenaje floral a Alexandrina, que había sido la rosa blanca de Jesús.
Fuentes:
- https://es.wikipedia.org/wiki/Alexandrina_Maria_da_Costa
- http://www.corazones.org/santos/alejandrina_da_costa.htm
- https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=528
- http://www.therealpresence.org/eucharst/mir/spanish_pdf/Dacosta-spanish.pdf
- http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_20040425_da-costa_it.html
Foros de la
Virgen María
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