VATICANO, 25 Oct. 16 / 05:45 am (ACI).- El Vaticano ha presentado un
documento acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las
cenizas en caso de cremación, elaborado por la Congregación para la Doctrina de
la Fe que está presidida por el Cardenal Gerhard Müller.
Con estas nuevas normas incluidas en la instrucción
titulada Ad
resurgendum cum Christo, se prohíbe algunas prácticas
ampliamente difundidas en la actualidad entre los católicos como la
conservación de las cenizas en el hogar, esparcir las cenizas del difunto en el
mar o usarlas para confeccionar recuerdos.
LA CREMACIÓN ES LÍCITA
Y LAS CENIZAS DEBEN CONSERVARSE EN UN LUGAR SAGRADO
La Iglesia
establece ahora que “cuando razones de tipo higiénicas,
económicas o sociales lleven a optar por la cremación, ésta no debe ser
contraria a la voluntad expresa o razonablemente presunta del fiel difunto, la
Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la
cremación del cadáver no toca el alma" ni tampoco niega "la doctrina cristiana sobre la inmortalidad del
alma y la resurrección del cuerpo”.
El texto precisa que la Iglesia "sigue
prefiriendo la sepultura de los cuerpos, porque con ella se demuestra un mayor
aprecio por los difuntos; sin embargo, la cremación no está prohibida a no ser
que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana”.
Las cenizas, precisa el texto, "deben
mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en
una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad
eclesiástica competente”.
La instrucción establece que la conservación de las cenizas en un lugar
sagrado (cementerio) ayuda a evitar "la
posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir
sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas
inconvenientes o supersticiosas”.
NO SE PUEDE CONSERVAR
LAS CENIZAS EN EL HOGAR
La Congregación para la Doctrina de la Fe señala que está totalmente
prohibida “la conservación de las cenizas en el
hogar”. “Sólo en casos de graves y excepcionales circunstancias, dependiendo de
las condiciones culturales de carácter local, el Ordinario (obispo), de acuerdo
con la Conferencia Episcopal o con el Sínodo de los Obispos de las Iglesias
Orientales, puede conceder el permiso para conservar las cenizas en el hogar”.
“Las cenizas, sin embargo, no pueden ser divididas
entre los diferentes núcleos familiares y se les debe asegurar respeto y
condiciones adecuadas de conservación”, dice
también.
NO SE PUEDE ESPARCIR
LAS CENIZAS
El Papa Francisco también ha aprobado que “para
evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea
permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o
en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos
conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos, teniendo en cuenta
que para estas formas de proceder no se pueden invocar razones higiénicas,
sociales o económicas que pueden motivar la opción de la cremación”.
¿POR QUÉ ESTAS
PROHIBICIONES?
“Siguiendo la antiquísima tradición cristiana, la
Iglesia recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean
sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados”.
El texto recuerda que en 1963 la Santa Sede estableció que “la Iglesia aconseja vivamente la piadosa costumbre de
sepultar el cadáver de los difuntos”, pero “agregó que la cremación no es
contraria a ninguna verdad natural o sobrenatural y que no se les negaran los sacramentos y los
funerales a los que habían solicitado ser cremados, siempre que esta opción no
obedezca a la negación de los dogmas cristianos o por odio contra la religión
católica y la Iglesia”.
Sin embargo, la Congregación para la Doctrina de la Fe destaca que la
cremación se ha extendido “notablemente en muchos
países” y “al mismo tiempo también se han
propagado nuevas ideas en desacuerdo con la fe de la Iglesia”.
El Vaticano también recuerda que “la
inhumación (entierro) es en primer lugar la forma más adecuada para expresar la
fe y la esperanza en la resurrección corporea”.
“Enterrando los cuerpos de los fieles difuntos, la
Iglesia confirma su fe en la resurrección de la carne, y pone de relieve la
alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual
el cuerpo comparte la historia”.
La Iglesia advierte por tanto que no puede permitir "actitudes y rituales que impliquen conceptos
erróneos de la muerte, considerada como anulación definitiva de la persona, o
como momento de fusión con la Madre naturaleza o con el universo, o como una
etapa en el proceso de re-encarnación, o como la liberación definitiva de la
‘prisión’ del cuerpo”.
Por Álvaro de Juana
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