La inocente y sencilla
fe que un niño tiene en su padre, es la fe que Jesús nos pide hacia Dios.
Cuando vamos madurando espiritualmente, vamos siendo cada vez más parecidos a
los niños. El Señor te enseñará a tener la poderosa fe de un niño.
En Lucas 18:16-17 dice: “Entonces Jesús llamó a los niños y
dijo a los discípulos: «Dejen que los niños vengan a
mí. ¡No los detengan! Pues el reino de Dios pertenece a los que son como estos
niños. Les digo la verdad, el que no reciba el reino de Dios como un niño nunca
entrará en él»”.
Los discípulos estaban tratando de alejar a los niños con las
personas que los traían a Jesús, pensando que eran un problema. Pero Jesús se
mostró molesto porque alejaban a los niños de él, y aun fue más allá, los
exhortó a ser como niños, ya que si no recibimos el reino de Dios como niños,
no entraremos en él. Las personas que cuestionan la presencia de Dios, que la
toman con indiferencia, o la desprecian, no están recibiendo al reino de Dios
como un niño. Debemos abandonar toda actitud cuestionadora hacia Dios, ya que
el es un Padre perfecto y misericordioso. La actitud de nuestro corazón, debe
tener la inocencia de un niño. Debemos purificar nuestra alma de tanto
descreimiento que el mundo nos ha forzado a tener. Si nos cuesta creer con
sencillez, debemos abocarnos a enfrentar esa actitud para desarraigarla,
pidiendo ayuda al Señor para que él nos enseñe a tener fe como un niño.
Oremos
así:
“Dios Padre hoy te pido que
me enseñes a creer como un niño. Renuncio a tener una mente que razona todo sin
fe, te pido que mis razonamientos estén
basados en creer tu palabra como un niño, te lo pido en el nombre de Jesús.
Amén”.
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