Pero no
es fácil ser amigo del pobre porque en él hay cólera, angustia y tal vez
violencia. El mundo es terriblemente cruel con aquellos que son más débiles.
Sufren mucho del desprecio y de la inequidad. El misterio es que si me
convierto en amigo del pobre, él me va a revelar mis propios bloqueos, mis
propios prejuicios y mi propia angustia. Si me convierto en amigo de una
persona con discapacidad, voy a descubrir lo que está roto en mí, mis
dificultades de comunicación. Y Teresa de Lisieux nos invita a descubrir que en
todo eso que es frágil y herido en nosotros, somos amados. "No te
preocupes mamá, Jesús me ama como soy". No es necesario que tratemos de
ser mejores que los otros. Soy lo que soy con mi pobreza, mis fragilidades,
pero sé que soy amado por Jesús. Cuando se tiene esta fe, esta experiencia de
amor, se tiene todavía más ganas de estar con Él, que es el único capaz de
colmar nuestros corazones.
martes, 18 de agosto de 2015
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