El engaño científico no es un fenómeno moderno: ¿por qué, cuánto y cómo
se realiza?
Por: Javier Jiménez | Fuente: m.magnet.xataka.com
Estamos enamorados de la ciencia: colados, prendados, totalmente seducidos. Nos tiene loquitos: según las 'Encuestas de la Percepción Social de la Ciencia', cuanto más científica es una profesión, más respeto social acumula. Es lógico, pese a sus pequeños fallos, sus manías y sus bombas nucleares, nos ha dado un mundo que nunca habríamos soñado tener. Pero como demuestran todas las series sobre institutos americanos, el amor está indeleblemente unido a la traición y el engaño. En ciencia también.
Por: Javier Jiménez | Fuente: m.magnet.xataka.com
Estamos enamorados de la ciencia: colados, prendados, totalmente seducidos. Nos tiene loquitos: según las 'Encuestas de la Percepción Social de la Ciencia', cuanto más científica es una profesión, más respeto social acumula. Es lógico, pese a sus pequeños fallos, sus manías y sus bombas nucleares, nos ha dado un mundo que nunca habríamos soñado tener. Pero como demuestran todas las series sobre institutos americanos, el amor está indeleblemente unido a la traición y el engaño. En ciencia también.
Hablar de fraude científico puede parecer un tema menor, un tipo de
'dopaje académico' que sólo afecta a los investigadores y a los aficionados a
la divulgación científica. Pero es algo un pelín más serio. No debemos olvidar
que la que muchos consideran como causa del revival actual del "movimiento
antivacunas" fue un fraude científico que tardamos más de 12 años en
retirar: el estudio que Andrew Wakefield publicó en 1998 relacionando la vacuna
de la triple vírica con el autismo. Poca broma.
¿QUÉ ES EL
FRAUDE CIENTÍFICO?
El fraude científico es la distorsión intencionada del proceso
investigador. Es decir, "Mentir como bellacos: Sección Ciencia". Con
esta etiqueta nos referimos a los casos más graves: fabricación, falsificación
y plagio.
La fabricación conlleva la creación de datos falsos, la falsificación se
refiere a la manipulación en uno u otro sentido de datos verdaderos y el
plagio, hacer pasar un trabajo ajeno (o fragmentos de él) como propio.
"El fraude científico es la distorsión intencionada del proceso
investigador"
Aunque esa es la Santísima Trinidad del mal científico, también usamos
del concepto más amplio de 'mala praxis científica' (scientific
misconduct) que incluye prácticas como el uso de escritores (y analistas de
datos) fantasma, la manipulación de los índices de impacto, la violación de los
principios éticos (sean experimentos humanos o animales) y la no publicación (o
directamente ocultamiento) de resultados relevantes.
¿CÓMO ESTÁ
DE EXTENDIDO?
Medir el fraude es complejo. La distinción entre error y engaño no es
evidente: un científico al que "han pillado con el carrito del
helado", siempre pueden recurrir a la 'equivocación' o al
'yo-no-sabía-nada'. En definitiva, salvo defraudadores en serie o denuncias
directas de colaboradores, en fraude científico se suele pillar antes al cojo
que al mentiroso.
"El fraude es un fenómeno tremendamente complejo de medir"
Por eso, las estimaciones varían muchísimo. En Estados Unidos, hay una
horquilla entre el 0'001, según los datos confirmados por el Gobierno, y el
10-20% de 'serias deficiencias' detectadas por la FDA americana entre el 77 y
el 90 - y que llevaron a** ser condenados por mala praxis a un 2% de los
investigadores clínicos supervisados por dicha agencia** federal. Otros
indicadores que suelen usarse son los artículos retirados de revistas
científicas, lo que nos situarían entre el 0'02 y el 1%.
Como podéis observar, es un tema difícil de medir, en el que existen
grandes intereses y donde hay muchos indicadores distintos que nos ofrecen
cifras muy dispares. Lo que, en lenguaje técnico, denominamos 'un follón de
tres pares de narices'.
Para dar un poco de claridad al asunto, Daniele Fanelli sacó la
artillería pesada: el metaanálisis. Veréis: como pasa con las encuestas
electorales, cada estudio científico tiene sus fallos, sus problemas de
muestreo, sus sesgos y sus aciertos. Por eso, la estrategia más razonable es
coger todos los estudios y compararlos para depurar fallos y hacer brillar los
aciertos. A eso le llamamos 'metanálisis'. Fanelli recogió todas las
encuestas que se habían hecho sobre fraude científico (unas 18 que trataban
fundamentalmente sobre fabricación y falsificación) y las metaanalizó para ver
qué nos podían contar.
"Un 33'7% de los científicos reconocen haber realizado algún tipo
de mala práctica científica"
Y nos cuentan cosas interesantes: Si se les preguntaba por su propia
conducta, un 1,97% de los científicos reconocieron haber fabricado o
falsificado datos al menos una vez y un 33,7% reconocieron haber realizado
algún otro tipo de práctica cuestionable. Pero si se les preguntaba por la
conducta de sus colegas, las cifras ascendían a un 14,12% y 72%
respectivamente. Curioso, ¿verdad? O hay un hombre que lo hace todo en España
(fraudes científicos incluídos) y es muy popular o el efecto
'viga-en-ojo-ajeno' se da aquí en todo su esplendor.
En nuestro país, como decía hace unos años Joaquim Elcacho, "no
lidera el ranking mundial de investigadores fraudulentos; no obstante,
empezamos a contar con alguna figura de renombre internacional". El lado
negativo es que esto se debe más a nuestro relativo infradesarrollo científico
que a otros factores dignos de orgullo.
¿ES UN
FENÓMENO NUEVO?
Habrá que aclarar que el fraude científico no es algo nuevo. En 1702,
William Charlton mandó una mariposa (la Papilio ecclipsis) a James
Petiver, uno de los primeros grandes entomólogos ingleses, y éste lo dio por
bueno. Pasaron 91 años, hasta que Fabricius se dio cuenta de que era otra
mariposa, la muy común Gonepteryx rhamni, pintada con puntos negros.
En 1830, Charles Babbage publicó sus "Reflexiones sobre el Declive
de la Ciencia en Inglaterra y algunas de sus causas". En él, aunque hay
quien piensa que su mayor motivación era personal, ajusta cuentas con el establishment
científico de la época y hace un repaso muy jugoso de la situación del
momento con frases que podrían haber sido escritas hace un cuarto de hora.
"En los últimos 40 años, el fraude científico no ha hecho sino
aumentar"
Pese a que como decía este no es un fenómeno moderno, parece cierto que
en los últimos 40 años el fraude científico ha aumentado (y con él la atención
mediática y la preocupación política).
Hwang Woo-Suk dijo haber sido el primer científico en clonar un embrión
humano; Joachim Boldt falsificó más de 90 artículos; la revista National
Geographic dijo haber encontrado al Archaeoraptor, el eslabón perdido entre las
aves y los dinosaurios; Marcial Losada publicó unos delirantes análisis sobre
la felicidad que, en fin, no me tiréis de la lengua... Podríamos dedicar un
post a repasar solo los fraudes científicos más raros y sorprendentes. Sin ir
más lejos, en España, quizá el caso más llamativo fue el de Jesús Ángel Lemus,
un veterinario que colaboraba con el CSIC y que se inventó 24 artículos
científicos entre 2007 y 2011. Lemus, tras ser cazado por sus propios
compañeros, declaró a El País que "hay mucha presión por publicar".
¿POR QUÉ LOS
CIENTÍFICOS COMENTEN FRAUDE?
La clave del fraude reside en que, según parece, los científicos son
personas. Y las personas responden a incentivos y consecuencias.
Como lleva defendiendo mucho tiempo el profesor Jesús Zamora Bonilla las
decisiones de los científicos sobre qué investigar, qué métodos usar, cuándo
aceptar una teoría y cuándo rechazarla o cómo interpretar un experimento no
ocurren en el vacío, no son neutrales y, por supuesto, no son inocentes.
"Los científicos, según algunas polémicas investigaciones, son
personas. Flipa."
Sydney Brenner, Nobel de medicina en 2002, reflexionaba hace unos años
sobre como dejar la ciencia a los científicos había provocado una deriva del
sistema académico que estaba destruyendo las bases de la ciencia.
La imagen de los científicos suele ser la de 'buscadores de la verdad',
pero, si lo pensamos un poco, veremos que en realidad los científicos buscan un
montón de cosas más. Buscan dinero, reconocimiento, respeto, realización
personal, seguridad y un largo etcétera.
Por eso, necesitamos una mayor implicación de la sociedad en el debate
científico. En primer lugar, porque las sociedades democráticas tienen en sus
manos decisiones muy importantes sobre como se organiza y desarrolla la
ciencia.
Y, en segundo lugar, porque todos los que nos hemos dedicado a ésta
tenemos claro que el éxito de la ciencia depende de nuestra capacidad para
alinear objetivos personales y colectivos y para lograr que la única forma de
conseguir reconocimiento, poder y dinero en el mundo científico sea buscando la
verdad. Y eso es algo que solo podemos lograr todos juntos.
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