Yo, como tantos otros, como
tantísimos otros, mejores que yo, me dedico a servir a Dios, a extender el
Reino de Dios, a la oración, a ayudar al prójimo. Por eso siempre me sorprende
el fuego amigo.
Sí, tantas veces he gritado: ¡Al
suelo, que vienen los nuestros! Pero desde el momento en que estás seguro de
que existe un Ser Infinito con pleno poder e infinito amor, aquí en el tablero
no se mueve una ficha sin que lo permita tu Padre.
De manera que uno está tranquilo,
contemplando con cierta sorpresa el desarrollo de una obra de teatro, la vida,
en la que uno es rompeolas y testigo de ciertas dosis de miseria de espíritu,
lo cual sólo puede surgir de un corazón mísero.
Pero la venganza siempre es la
misma: dejar que transcurra la vida. La vida será la venganza. Sea lo que sea
que suceda, siempre será lo que Dios dictamine. Y el destino escrito por Dios
es siempre un castigo para el mal y un premio para la virtud.
El devenir de la existencia siempre es el flagelo de los malos. La vida
interna dentro del corazón de los justos es el sereno jardín paradisiaco de los
buenos.
P.
FORTEA
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