...Existen almas imprudentes que consideran como lo más importante para
adquirir la perfección y la Santidad, el dedicarse a obras exteriores.
...La santidad requiere obediencia total a la voluntad de Dios.
"Ningún atleta recibe la medalla de campeón, Si no ha competido
según el reglamento. (2 ti 2,5 )
Para dar
buenos frutos hay que reformar los pensamientos y sentimientos y actitudes.
Hay que dominar las malas inclinaciones.
Apocalipsis 2,11
El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: el
vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda.
En este mundo libramos un combate espiritual que decidirá nuestro
destino eterno.
¡Que pocos lo entienden!
Una de las tácticas del enemigo
es mantenernos dormidos, distraídos con mil cosas para así vencernos.
"La vida espiritual consiste en conocer la infinita grandeza y
bondad de Dios, junto a un grande sentido de
nuestra propia debilidad y tendencia para el mal; en amar a Dios y detestarnos
a nosotros mismos; en humillarnos no solamente delante de El sino, por Su
causa, también delante de los hombres; en renunciar enteramente a nuestra
propia voluntad para hacer la Suya.
Consiste, finalmente, en hacer todo solamente por la gloria de su santo
Nombre, con un único propósito - agradarle -, por un sólo motivo: que
El sea amado y servido por todas sus criaturas. (...)
Por eso, es necesario luchar constantemente contra uno mismo y emplear
toda la fuerza para arrancar cada inclinación viciosa, incluso las triviales.
Consecuentemente, para prepararse
al combate la persona debe reunir toda su resolución y coraje. Nadie será premiado con la corona si no
hubiere combatido con coraje. (...)
Aquel que tuviese el coraje de conquistar sus pasiones, controlar sus apetitos y rechazar hasta los más
mínimos movimientos de su voluntad, practica una acción más meritoria a los
ojos de Dios que si, sin eso, rasgase sus carnes con las más agudas disciplinas,
ayunase con mayor austeridad que la de los Padres del desierto, o convirtiese
multitudes de pecadores (...)
Lo que Dios espera de nosotros, sobretodo, es una seria aplicación en conquistar nuestras
pasiones; y eso es más propiamente el cumplimento de nuestro deber que si, con
apetito incontrolado, nosotros Le hiciésemos un gran servicio. (...)
Para obtener eso, se debe estar resuelto a una
perpetua guerra contra sí mismo, comenzando por armarse de las cuatro armas sin
las cuales es imposible obtener la victoria en ese combate espiritual.
Esas cuatro armas son:
desconfianza de sí mismo, confianza en Dios, apropiado uso de las facultades
del cuerpo y del alma, y el deber de la oración".
Debemos saber cuál es la meta de nuestra vida: No es aumentar placeres, ni hacernos ricos ni
famosos. Es más bien vivir para siempre como hijos amorosos y fieles de Dios.
Desearlo con todo el corazón es la más alta y gloriosa empresa. En esto consiste la perfección cristiana y la
verdadera vida espiritual.
No se trata de hacer algunas buenas obras para sentirnos buenos. No confundamos los medios, que son las prácticas de
nuestra fe con el fin que es el reino de Jesús sobre nuestros corazones.
Dominarnos a nosotros mismos. Hay que vencer la rebeldía de la carne hasta
que el espíritu tenga plena autoridad.
Es así como llegamos a ser
hombres nuevos en el Espíritu, como deseaba San Pablo: "Como ciudadanos del cielo" (Fil 3,20). Esto no lo
logran los cobardes y los afectos a este mundo. San Pablo nos dice: "Castigo mi cuerpo y lo reduzco a
servidumbre, no sea que enseñando a otros el camino de la santidad, yo me quede
sin llegar a conseguirla" (I Co 9, 27). Este castigo se trata sobre
todo de dominarse a si mismo para hacer la voluntad de Dios en cada momento.
Entregarle la autoridad sobre nuestro tiempo, nuestros pensamientos y
corazón. Para ello hay que dedicarse a
la oración, a la meditación, y a pensar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor,
no por curiosidad, ni para conseguir gozos sensibles, sino para lograr apreciar
mejor, cuán grande es la bondad y misericordia de Nuestro Señor, y cuan
espantosa es nuestra ingratitud y nuestra maldad.
"Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a si mismo, acepte su
cruz de sufrimientos de cada día y sígame" (Mat. 16,24).
Cristo nos enseña que se triunfa
venciéndose a sí mismo y aceptando con paciencia las adversidades.
Recibir dignamente y con frecuencia los sacramentos.
A las almas que desean llegar a
la Santidad, El Divino Espíritu les recuerda frecuentemente la necesidad
absoluta de recurrir a Jesús, La Divina Misericordia que nos da el perdón en la
confesión y se nos da como Pan de Vida en la Eucaristía.
La santidad requiere obediencia
total a la voluntad de Dios. "Ningún atleta recibe la medalla de campeón,
Si no ha competido según el reglamento. ( 2 ti 2,5 )
La Santidad no está en las obras.
Existen almas imprudentes que
consideran como lo más importante para adquirir la perfección y la Santidad, el
dedicarse a obras exteriores.
Las obras buenas son el fruto y no la fuente de la vida. Sería dañino dedicarse a las obras si nuestra alma
no se alimenta de la fuente.
Para dar buenos frutos hay que
reformar los pensamientos y sentimientos y actitudes. Hay que dominar las malas
inclinaciones.
UNA TRAMPA.
Los enemigos de nuestra salvación, viendo que la cantidad de ocupaciones
que nos atraen, nos apartan del verdadero camino que lleva a la Santidad, no solo nos animan a seguirlas practicando, sino
que nos llenan la imaginación de quiméricas y falsas ideas, tratando de
convencernos de que por dedicarnos a muchas acciones exteriores ya con eso nos
estamos ganando un maravilloso paraíso eterno (olvidando lo que decía un santo:
"OJALA SE CONVENCIERAN LOS QUE ANDAN TAN OCUPADOS Y PREOCUPADOS POR TANTAS
OBRAS EXTERIORES, QUE MUCHO MAS GANARÍAN PARA SU PROPIA SANTIDAD Y PARA EL BIEN
DE LOS DEMÁS, SI SE DEDICARAN UN POCO MAS A LO QUE ES ESPIRITUAL Y
SOBRENATURAL;
DE LO CONTRARIO TODO SERÁ LOGRAR
POCO, O NADA, O MENOS QUE NADA, PUES SIN VIDA ESPIRITUAL SE PUEDE HASTA LLEGAR
A HACER MAS DAÑO QUE BIEN).
Cuidado con los pensamientos grandiosos.
Durante la oración hay la
tentación de que se nos llene la cabeza de pensamientos grandiosos y hasta
curiosos y agradables acerca de futuros apostolados y trabajos por las almas,
en vez de dedicar ese tiempo precioso a amar a Dios, adorarlo, pensar en sus
perfecciones, darle gracias, pedirle perdón por nuestros pecados; nos dedicamos
a volar como vanas mariposas por un montón de temas que no son oración y aun
como moscardones volando con la imaginación por los basureros de este mundo.
Aunque la persona se dedique a
muchas obras exteriores, pasando tiempos y tiempos en fantasías e
imaginaciones.
LA SEÑAL PARA SABER A QUE GRADO DE ESPIRITUALIDAD ES AVERIGUAR QUE
CAMBIO Y QUE TRANSFORMACIÓN HA TENIDO SU VIDA, SU CONDUCTA Y SUS COSTUMBRES.
Porque si a pesar de tantas obras y proyectos siguen deseando siempre
que les prefieran a los demás, se
muestra lleno de caprichos, rebelde y obstinado en su propio parecer sin querer
aceptar el parecer de los otros y sin preocuparse de observar sus propias
miserias y debilidades se dedica a observar con ojos muy abiertos las faltas y
miserias ajenas (repitiendo lo que tanto criticaba Jesús: "SE FIJAN EN LA BASURITA QUE HAY EN LOS
OJOS DE LOS DEMÁS Y NO EN LA VIGA QUE LLEVAN EN SUS PROPIOS OJOS".
Esto es señal que el grado de su Santidad es muy bajo todavía. Y si cuando alguien se atreve a herirles algo en
su propia estimación con críticas u observaciones o negación de especiales
demostraciones de aprecio, estallan en ira e indignación.
Cuando se les dice que lo importante no es tanto el número de oraciones
y devociones que tiene, sino la calidad y el amor a
Dios, al prójimo que hay en esas practicas de piedad; se enojan, se turban, se
llenan de inquietud y no aceptan esto de ninguna manera; con ello están
demostrando que su santidad es demasiado pequeña todavía.
Más aun cuando Nuestro Señor, para llevarles
a mayor perfección permite que les lleguen enfermedades, contrariedades,
pruebas y persecuciones, entonces si que manifiestan que su santidad es falsa,
porque estallan en quejas y protestas y no aceptan conformar su voluntad con la
Santísima Voluntad de Dios.
La experiencia de cada día enseña que con más facilidad se convierte un
pecador manifiesto, que otro que se oculta y que se
cubre con el manto de muchas obras externas de virtud. Porque a estas almas las
deslumbra y las ciega de tal manera su orgullo que: ES NECESARIA UNA GRACIA EXTRAORDINARIA DEL CIELO, PARA CONVERTIRLAS y
sacarlas de su engaño.
Están siempre en un dañoso peligro de permanecer en su estado de tibieza
y postración espiritual, porque tienen oscurecidos los
ojos de su espíritu con un enorme amor propio y un deseo insaciable de que la
gente les estime y les aprecie, al hacer sus obras exteriores, que de por si
son buenas, pero buscan satisfacer su vanidad y se atribuyen muchos grados de
perfección y en su presunción y orgullo, viven censurando y condenando a los
demás.
NO CONSISTE LA PERFECCIÓN, pues en
dedicarse a muchas obras exteriores. Pues como dice San Pablo: "AUNQUE YO
HAGA LAS OBRAS MAS MARAVILLOSAS DEL MUNDO, SI NO TENGO AMOR A DIOS Y AL
PRÓJIMO, NADA SOY" (1Cor. 13).
¿CUAL ES LA BASE, ENTONCES, PARA OBTENER LA PERFECCIÓN?
La base de la perfección y
santidad consiste en cinco cosas.
.En conocer y meditar la grandeza y la bondad infinita de Dios, y nuestra debilidad, e inclinación tan fuerte
hacia el mal. Es la gracia que durante noches enteras pedía San Francisco de
Asís en su oración, hasta que logró conseguirla: "SEÑOR. CONÓZCATE A TI; CONÓZCAME A MI".
.Aceptar ser humillados y sujetar
nuestra voluntad no solo a la Divina Majestad, sino a personas que Dios ha
puesto para que nos dirijan, aconsejen y gobiernen.
.En hacerlo y sufrirlo todo,
únicamente por amor a Dios y por salvación de las almas; por conseguir la
gloria de Dios y lograr agradarle siempre a Él. Así cumplimos el primer
mandamiento que dice: "AMARAS AL
SEÑOR TU DIOS, CON TODO EL CORAZÓN, CON TODA EL ALMA Y SOBRE TODAS LAS
COSAS".
Cumplir lo que exige Jesús: "NEGARSE
A SI MISMO", ACEPTAR LA CRUZ DE SUFRIMIENTOS QUE DIOS PERMITE QUE NOS
LLEGUEN, SEGUIR A JESÚS IMITANDO SUS EJEMPLOS; ACEPTAR SU YUGO QUE ES SUAVE Y
LIGERO, APRENDER DE EL QUE ES MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN".
(Mat. 11.22)
.Obedecer lo que aconseja San Pablo: "Imitar el ejemplo de Jesús que no
aprovechó su dignidad de Dios, sino que se humilló y se hizo obediente, hasta
la muerte y muerte de cruz". (Fil 2 )
"Es que son demasiadas
condiciones las que se piden". La
razón es esta: Lo que se va a obtener, no es una perfección cualquiera o de
segunda clase, sino la verdadera santidad. Por eso, porque lo que se
aspira conseguir es de inmenso valor, las cuotas que se exigen son también
altas. Pero no son imposibles. Aquí hay que repetir lo que decía Moisés en el
Deuteronomio: "LOS MANDATOS QUE SE
TE DAN, NO ESTÁN POR ENCIMA DE TUS FUERZAS, NI SON ALGO EXTRAÑO QUE TU NO
PUEDAS PRACTICAR". (Deut. 30 ).
Estamos escribiendo para quienes no se contentan con llevar una vida
mediocre, sino que aspiran a obtener la perfección espiritual y la santidad.
Para esto es necesario combatir
continuamente contra las inclinaciones malas que cada cual siente hacia el
vicio y el pecado; dominar y mortificar los sentidos, tratar de arrancar de
nuestra vida las malas costumbres que hemos adquirido, lo cual no es posible
sin una dedicación infatigable y continua a la tarea de conseguir la
perfección, la santidad y tener siempre un ánimo pronto, entusiasta y valiente
para no dejar de luchar por tratar de ser mejores.
Pero el premio que nos espera es muy grande. San Pablo Dice: "ME
ESPERA UNA CORONA DE GLORIA QUE ME DARÁ EL DIVINO JUEZ, Y NO SOLO A MI SINO A
TODOS LOS QUE HAYAN ESPERADO CON AMOR SU MANIFESTACIÓN". (2Tim. 4,8)
" PERO NADIE RECIBIRÁ LA CORONA, SI NO HA COMBATIDO SEGÚN EL
REGLAMENTO". (2Tim. 2,5)
La guerra que tenemos que sostener para llegar a la santidad es la más
difícil de todas las guerras, porque tenemos que luchar
contra nosotros mismos, o como dice San Pedro: "TENEMOS QUE LUCHAR CONTRA LAS MALAS INCLINACIONES DE NUESTRO
CUERPO, QUE COMBATEN CONTRA EL ALMA". (1Pedr. 2,11)
Pero precisamente porque el combate es más difícil y más prolongado, por eso mismo la victoria que se
alcanza es mucho más agradable a Dios y más gloriosa para quien logra vencer;
porque aquí se cumple lo que dice el Libro Santo: "QUIEN SE DOMINA A SI MISMO, VALE MAS QUE QUIEN DOMINA UNA
CIUDAD". (Prov. 16,32).
Lograr dominar las propias pasiones, refrenar
las malas inclinaciones, reprimir los malos deseos y malos movimientos que nos
asaltan, es una obra que puede resultar ante Dios más agradable que si
ejecutáramos obras brillantes que nos dieran fama y popularidad.
Y como el contrario, pudiera suceder que aunque hiciéramos muchas obras
externas admirables ante la gente, en
cambio ante Dios no seamos agradables porque aceptamos en nuestro corazón
seguir las malas inclinaciones de nuestra naturaleza y nos dejamos llevar y
dominar por las pasiones desordenadas.
Por eso debemos tener cuidado, no sea que nos contentemos con dedicarnos
a hacer obras que ante los demás nos consiguen fama y prestigio, mientras tanto dejemos que los sentidos se vayan
hacia el mal, la sensualidad nos domine y las malas costumbres se apoderen de
nuestro modo de obrar. Sería una equivocación fatal.
La perfección espiritual o santidad y qué ventajas tiene. Ahora vamos a tratar de las cuatro condiciones que
son necesarias para lograr adquirir dicha perfección, conseguir la palma de la
victoria y quedar vencedores en la batalla por salvar el alma y conseguir alto
puesto en el cielo.
Esas cuatro condiciones son: DESCONFIANZA DE NOSOTROS MISMOS; CONFIANZA
EN DIOS; EJERCITAR LAS CUALIDADES QUE SE TIENEN Y DEDICARSE A LA ORACIÓN.
Al copiar este artículo favor
conservar o citar este link.
Fuente: EL CAMINO HACIA DIOS
www.iterindeo.blogspot.com
Publicado por Wilson f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario