Un arzobispo norteamericano…, Fulton Sheen, que ya no está entre
nosotros y cuya memoria fue tan grande que camina hacia su canonización, ya que
declarado venerable, está a la espera de su previa beatificación, para llegar a
su canonización. Pues bien él nos decía que: “Vivir en medio de la
infección del mundo y al mismo tiempo estar inmunizado contra él es algo
imposible sin la gracia”. Y
es cierto, este mundo es como vivir en un hospital de enfermos de “ébola”, y circular entre ellos sin máscaras ni
protección alguna. También podríamos decir que este mundo, es un inmenso molino
harinero, del que tenemos que salir, sin polvo de harina alguno; ello es
difícil pero no imposible y ya se sabe entre las personas, que querer es poder
y el que quiere de verdad algo que pertenezca al mudo invisible de nuestra
alma, si es perseverante siempre lo logra.
Vivimos atados a este mundo, casi nadie por no decir nadie. Nadie quiere
abandonarlo y menos aquellos a los que su vida contenga las máximas ventajas y
comodidades que se puedan obtener en esta vida. Pero es el caso de que tampoco
quieren abandonarla, aquellos a quienes el “dios
dinero! le haya vuelto la espalda y su vida sea un infierno, no solo por la
falta de dinero, sino por sentirse abandonado de los demás y sin nadie que le
ame, y es que en esta vida cuando llegan las desgracias, nunca viene solas,
recordemos el Libro de Job
Pero es el caso de que el amado “dios dinero”, por casi todos, al final de los
años, produce desgracias, al que nunca lo tuvo, porque se pasa su vida
amargándose por no tenerlo y de no haberlo tenido, al que lo tuvo y lo perdió,
por que no cesa en su mente de mirar
para atrás y buscar las razones del que él cree que eso ha sido s u desgracia y
al que toda la vida lo tuvo, incluso lo aumentó, generalmente su soberbia y la
envía, le amarga lo que tiene, por el pensamiento por no haber logrado más para
llegar a ser el más rico del cementerio, le atormenta, al igual que las peleas
de sus propios hijos que ya luchan como cuervos esperando su muerte.
Nuestra naturaleza espiritual representada por nuestra alma, se ha
pasado y se pasa la vida en lucha, contra nuestra naturaleza material
representada por nuestros cuerpos, es lo que se conoce con el nombre d lucha
ascética. Nuestros primeros padres nos legaron la llamada concupiscencia que no
es otra cosa que una alteración del orden natural lógico, conforme al cual el
orden superior manda sobre el inferior, pues bien, en nuestro caso, nuestra
alma que pertenece al superior orden del espíritu, vive dominada por los deseos
y apetencias de nuestro cuerpo perteneciente al inferior orden de la materia,
pero que tiene en sus manos el arma de nuestra concupiscencia. Y aquí es, en
donde radica nuestros deseos de apegarnos a este mundo a todo lo que ya tenemos
y a lo que no tenemos, pero soñamos con alcanzarlo.
Solo hay dos posibilidades para nosotros, o servimos al Señor o al dios
dinero. El Señor a este respecto nos dejó dicho: "13 Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a
uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis
servir a Dios y al dinero”. (Lc
16,13). Y alguno se preguntará: Y si no tengo dinero cómo vivo yo y la
respuesta del Señor, es: “Buscad primero el reino de
Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”. (Mt 6,33).
El remedio al apego está en el desapego y este se combate muy
eficazmente con la poco conocida y menos practicada, virtud de la Esperanza.
Dice San Pablo refiriéndose a él mismo nos dice que: “1 ¿Hay que seguir gloriándose? Aunque no esté bien, pasaré a las
visiones y revelaciones del Señor. 2 Conozco a un discípulo de Cristo que hace catorce
años –no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!– fue arrebatado al
tercer cielo. 3 Y sé que este hombre –no sé si con el cuerpo o fuera de él,
¡Dios lo sabe!– 4 fue arrebatado al paraíso, y oyó palabras inefables que el
hombre es incapaz de repetir. 5 De ese hombre podría jactarme, pero en cuanto a
mí, sólo me glorío de mis debilidades”. (2Co
12,1-4). Y sobre esa palabras inefables anteriormente también en su primera
epístola les había dicho a los corintios. “Ni el ojo vio, ni el oído oyó,
ni la mente del hombre, pudo imaginar, cuales cosas tiene Dios preparadas para
los que le aman”. (1Co 2,9).
A la vista de lo anterior, nosotros debemos de preguntarnos: Si lo que
esperamos es infinitamente mejor que lo que aquí abajo tenemos. ¿Por qué nos
apegamos tanto a lo que este mundo nos ofrece? La explicación y contestación
lógica a esta pregunta, es porque no acabamos de creérnoslo, es decir nos falla
la fe, y al fallar la fe, y al mismo tiempo, nos falla la esperanza y el amor a
Dios, porque las virtudes teologales aumentan y disminuyen en su intensidad
siempre al mismo tiempo, al unísono. Esto trae como consecuencia negativa el
que al no ser fuerte el amor a Dios tampoco es fuerte nuestra confianza en Él.
Hemos de luchar contra el apego a todo lo que no nos lleve al camino
directo al Señor, porque Él ya nos dejó dicho: “Si alguno no renuncia a todo lo que posee no puede ser mi discípulo”. (Lc 14,33). Por tu futuro bien, suelta amarras y despégate del muelle de este mundo,
porque si sigues amarrado a él, nunca podrás navegar al encuentro del amor, de
ese Ser tan maravilloso que es nuestro Señor. ¡Ah! y no olvides que nunca lo
encontrarás sino utilizas el Acueducto por donde se canaliza todas las gracia y
dones que recibimos que son por manos de María nuestra Madre celestial,
mediadora universal de todas las gracias y dones. Si el Señor es el mediador
directo del hombre ante Dios Padre, Nuestra Señora Madre, es la mediadora ante
su Hijo y todas las gracias y dones divinos que tanto necesitamos siempre al
final los recibimos de las manos de Nuestra madre celestial.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan
del Carmelo
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