martes, 20 de enero de 2015

LAS ETAPAS


LA PRIMERA ETAPA

Una vez teminada la serie de los “irreconocibles”, en los próximos artículos explicaremos una muy breve síntesis de lo más relevante de cada una de las siete etapas de la vida espiritual, y lo haremos siguiendo el tratado de Heptalogía del P. Miguel de Bernabé.

Las personas que quieran profundizar y conocer los aspectos que no podamos comentar, pueden ponerse en contacto directamente con el Gardendal (grupo fundado por el P. de Bernabé; www.gardendal.org) o esperar a la próxima publicación de dicho tratado.

Comenzamos pues con la Primera Etapa.

Lo primero que hay que decir de la vida espiritual es que no todo el mundo consigue ni siquiera entrar en la Primera Etapa, ya que, por desgracia, muchísimos cristianos (los que hemos llamado “irreconocibles”), se quedan en la fase previa y nunca pasan de ahí.

Son muchos los que se creen bastante más adelantados de lo que están. Recordamos una mujer que, después de conocer la descripción de las Etapas, dijo que ella estaría en la Cuarta o Quinta etapa. ¡Y era una “irreconocible”, que cuando “rezaba” el rosario tenía un tono que parecía que leyera una receta de cocina!

Se entra en la Primera Etapa cuando se empieza (aunque sea alguna vez y muy brevemente) a rezar hablando con Dios.

Esto (hablar con Dios) todos creen que lo hacen pero no es así. Rezar no es recitar; es hablar, tratar, con Dios. Y muchos “rezan” como si hablaran a un mueble o a un sirviente.

A pesar de empezar a rezar hablando con Dios, el de esta etapa Puede ser un gran pecador, solo que lucha (aunque sea débilmente y de tarde en tarde, pero con sinceridad) por dejar el pecado.

Podemos decir que se acerca a Dios más por la vía negativa (no hacer el mal, no pecar) que por la positiva (hacer el bien).

También, le ocurre que recibe poca “luz de Dios”. Pero no es por falta de luz sino porque comete tantos pecados y tiene el corazón puesto en tantas cosas que no le dejan apenas tiempo ni energía para escuchar a Dios.

En resumen, el de la Primera etapa:

  • Apenas recibe luz, conocimiento sobre Dios...
  • De vez en cuando reza con Dios dialogando y no monologando.
  • No deja los pecados (ni las ocasiones de pecado) pero lucha más o menos fuertemente.
  • Y se va acercando a Dios por alejarse del mal, más que por Él mismo.

Quedaría hablar sobre la relación con Dios del de esta etapa, su religiosidad, mentalidad, comunitariedad, instrucción, evangelización…, su amor al prójimo, defectos y virtudes, y los “trabajos de etapa” que son las cosas que normalmente debe hacer el de cada etapa para pasar a la siguiente. Pero para todas estas cosas tendrán que ir a la fuente, o ver el siguiente video.

Los Tres Mosqueteros

LA SEGUNDA ETAPA: LA DECISIÓN

“Ya no era suficiente para mí con ir a Misa los domingos... me sentía como vacío con la vida que llevaba… como si Dios me llamara… y comencé a amar un poco a Dios, pero no por lo que recibía de Él, sino un poco desinteresadamente, pero junto con esto convivía en mí el pensar lo bien que se estaba cuando era un “semicristiano”, con ser buena persona, ir a Misa y ya está…”

Estas palabras reflejan un poco el estado en el que se encuentra una persona que comienza a “estar” en la Segunda Etapa.

Pero no es porque haya tenido una visión o presenciado un milagro por lo que el de la Segunda Etapa comenzará a estar en ella. Es que en una simple conversación, en una lectura espiritual, en una meditación, o por una desgracia, enfermedad…, ha sentido como un timbrazo el llamamiento de Dios. Es lo que Santa Teresa llama “silbos de Dios”, una especie de llamada de Dios en su conciencia.

En esta etapa uno se debate entre el sí y el no (pero más sí que no) de convertirse de una vez, y se sufre con gran intensidad la llamada “fascinación del mal”. Es esta una estratagema del diablo consistente en embellecer los recuerdos malos, en hacer que el vicio (que tanto le asqueó), las amistades (que tan falsas se le mostraron), la vida (tan necia) que antes llevaba, etc., con el tiempo aparezcan tan favorecidos que de nuevo nos fascinen y nos seduzcan. Entonces se tiene una lucha tremenda porque de una parte la razón le recuerda el engaño y la vaciedad de la vida que llevaba… y de otra su imaginación y sus instintos, ayudados por el diablo, la inclinan al mal y a la tentación de abandonar.

El que está en esta etapa comprende la importancia de no quedarse aquí, ni de abandonar, pero no se determina aún a dejar de hacer esas cosas que le retienen. De ahí la importancia de que vaya dejando las amistades, ambientes, costumbres que le enfrían e irse creando las que le favorezcan.

Aunque los pecados graves van siendo raros le cuesta horrores dejar las ocasiones peligrosas.

Y como ya tiene en su haber muchos "méritos" (por lo menos él lo cree así) ante Dios, y se halla a gusto con sus oraciones, trato con Dios, obras..., viene la prueba decisiva: Dios se le retira, y lo abandona a la “sequedad”. Entonces comienzan a “pesarle” las prácticas y obligaciones espirituales que se le hacen incluso muy costosas; las lecturas que antes le gustaban ahora le fastidian, y todo comienza a parecerle árido. Se queja y desanima por esta “sequedad” que interpreta como algo que no le debe suceder y como signo de que está mal espiritualmente. Sólo cuando la haya superado (y esta prueba puede durar años) estará listo para pasar a la Tercera Etapa.

Finalmente en esta etapa se ha de tomar la “Decisión”. Es decir, la decisión por antonomasia que lo coloca en, digamos, un proceso irreversible de ser cristiano de verdad (aunque después la incumpla a menudo). Es la decisión de nunca dejar a Dios (el camino de las Etapas), aunque se comentan pecados.

En resumen, en la Segunda Etapa:
Se tiene un "encontronazo" con Dios.
  • Aún no se dejan las ocasiones peligrosas.
  • Va descubriendo la maniobra de la “fascinación".
  • Hay que superar la prueba de la sequedad.
  • Toma la "Decisión".


Los Tres Mosqueteros

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