miércoles, 21 de enero de 2015

CHARLIE HEBDO, DERECHOS HUMANOS Y LEY NATURAL


El catorce de enero, escribe Trémolet, se recordará como el día en el cual millones de franceses… fueron a comprar un diario que tenía la anarquía por bandera, el mal gusto por principio, y la burla y la blasfemia por religión…. dibujantes que no tenían ni Dios ni amo, se han convertido en pensadores, guías, héroes y santos laicos.

Mi empresa suele celebrar una reunión con toda a organización de ventas al principio de cada año, para establecer y comentar objetivos y estrategia comercial. En esta ocasión, los temas empresariales han quedado ensombrecidos por los ataques terroristas de la semana pasada. Mi jefe, nuestro VP Sales, ha tenido que desplazarse a Jerusalén para enterrar a su mejor amigo, asesinado mientras compraba comida antes del comienzo del shabbat. Al llegar este lunes a los aledaños de nuestro edificio, al norte de París, nos encontramos con el ejército patrullando el centro comercial QuatreTemps, y se nos pide mostrar el contenido de nuestras bolsas antes de entrar. La gente comenta que estos ataques con solo el comienzo de una nueva y quizás larga etapa en la que los franceses tendrán que convivir con el miedo la restricción de algunas de sus libertades. Le Figaro anuncia hoy que la venta de tranquilizantes y ansiolíticos ha aumentado esta semana un 18%, sobre todo en la región parisina.

Mi empresa tiene su cuartel general en el distrito de La Défense de Paris.La Défensees el distrito de negocios de nueva construcción más grande de Europa, nombrado en honor a la heroica defensa de Paris durante el asedio del ejército prusiano en la década de los 1880. En el corazón de La Défense encuentra el Gran Arco de La Defensa, conocido también como el Gran Arco de la Fraternidad, inaugurado en el 200 aniversario de la Revolución Francesa. Esta enorme construcción cúbica es tan grande que podría albergar en su interior la catedral de Notre Dame entera. Además de oficinas gubernamentales y empresariales, el Grande Arche es la sede central de la Fundación Internacional de los Derechos Humanos.

George Weigel, el famoso biógrafo de Juan Pablo II se refirió a este monumento en su libro, “The Cube and the Cathedral.” Weigel nos recuerda que, contrariamente a lo que asume la ortodoxia republicana francesa, los derechos humanos son el producto de la revelación y escrituras Judeo Cristianas y no de la Revolución Francesa o la Ilustración.

Esta asociación de derechos humanos con la Revolución Francesa y la Ilustración se escenificó este domingo pasado en la manifestación de repulsa por los atentados terroristas. La manifestación comenzó en la Place de la République, y discurrió, entre otras calles, por el Boulevard Voltaire, cercano a las oficinas de Charlie Hebdo. Algún manifestante judío, familiar o amigo de las victimas del supermercado kosher, se acordaría, al pasar por allí, de la famosa sentencia de Voltaire: “El canibalismo es lo único que les falto a los judíos para ser el pueblo más abominable de todos.” (Voltaire, Diccionario Filosófico.).

A Voltaire le molestaban enormemente tanto los judíos como a la Iglesia católica, pues ambos representaban un desafío a su visión de estado natural del hombre. Al igual que los principales pensadores de la Ilustración francesa, Voltaire trabajaba con un concepto de estado natural vacío de contenido judeo-cristiano, divorciado de ley natural. Cuando Rousseau y Voltaire hablan de estado natural, no se refieren, como lo había hecho la tradición cristiana, especialmente Santo Tomás, a lo que es común a todos los hombres en virtud de su creación por Dios, de su imago dei y de la revelación bíblica. Se refieren más bien a un estado hipotético del hombre antes de ser hombre en sociedad, en el cual solo existen libertades y derechos, y no leyes, mandamientos u obligaciones.

Como argumenta Budziszewski, las violentas revoluciones del siglo XIX se llevaron por delante el concepto del buen salvaje y el estado natural, pero dejaron intacta una noción de derechos naturales basados en criterios totalmente subjetivos.

En mi vuelo de vuelta a casa leía anoche en Le Figaro varios artículos, todos ellos relacionados con los atentados y las diversas reacciones a estos, que hacían referencia a Voltaire. Muchos manifestantes el domingo pasado llevaban pancartas con la imagen de Voltaire y la frase “Je Suis Charlie.” Otro artículo describía la actitud y la filosofía contestataria e irreverente de la revista como “voltairiana.”

Otro periodista relataba las dificultades a las que se enfrenta un académico musulmán, MalekChebel, que rechaza el islamismo a favor de los valores republicanos de tolerancia. Que solo debe estar, sugiere el articulista, este musulmán voltairiano. Finalmente, en las páginas de opinión, Vincent Trémolet se atreve a adoptar una visión crítica. “El catorce de enero, escribe Trémolet, se recordará como el día en el cual millones de franceses… fueron a comprar un diario que tenía la anarquía por bandera, el mal gusto por principio, y la burla y la blasfemia por religión…. dibujantes que no tenían ni Dios ni amo, se han convertido en pensadores, guías, héroes y santos laicos.” El autor comenta que muchos kioskos parisinos parecían un Apple Store el día del lanzamiento del iPhone 6. Si aterrizara hoy un marciano en Francia, continua Trémolet, estaría convencido de que Charlie es el diario oficial de la república. El espíritu voltairiano forma parte de nuestra identidad, concluye el autor, pero no puede ser su esencia. “Si lo marginal se convierte en norma, ya no hay más margen.”

¿Cuál es la esencia de la democracia francesa? ¿Dónde están los límites de las libertades, y que principios innegociables garantizan esas libertades? Lo marginal se convierte en esencia y la esencia se perpetúa en los márgenes hasta desaparecer. El jardín mitológico que Rousseau y Voltaire llaman el estado natural, es un Edén sin Dios, sin imago dei, sin Hombre, que es incapaz de generar auténticas libertades, libertades para el bien y en el bien, tanto personal como comunitario.

Una parte esencial de nuestra urgente labor de nueva evangelización, consiste en volver a colocar el espejo de la ley natural delante de nuestros vecinos, ayudándoles así a dejar la jungla y volver al Edén. El kerygma evangélico debe incorporar la esencia de estas proféticas palabras de San Juan Pablo II en Veritatis Splendor: “El progreso mismo de las culturas demuestra que en el hombre existe algo que las transciende. Este algo es precisamente la naturaleza del hombre: precisamente esta naturaleza es la medida de la cultura y es la condición para que el hombre no sea prisionero de ninguna de sus culturas, sino que defienda su dignidad personal viviendo de acuerdo con la verdad profunda de su ser.” (VE 53).

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