Se entra en esta etapa, en opinión del P. de Bernabé, cuando se
consiguen dos cosas:
1º. HABER SUPERADO LA “SEQUEDAD”
espiritual de la que hablamos en la Segunda Etapa. Mientras considere la
sequedad como algo que no debe ocurrirle y, por lo tanto, siempre esté
diciendo: “Estoy con sequedad”, y a causa de esto no haga la oración, o el
trato con Dios dependa de esa sequedad, no podrá pasar de la Segunda Etapa.
Cuando deje de pensar así y la sequedad ya no le condicione para hacer o no
hacer las cosas, entonces ya está preparado para estar en la Tercera Etapa.
2º. Cuando está decidido a HACER
CASO A LA VOZ DE DIOS cada vez que la oiga y a no dejarla pasar “de
vacío”. Naturalmente nos referimos a lo que nos dice Dios utilizando recursos
naturales: una lectura, una conversación, etc., no a algún fenómeno
sobrenatural.
Cuando se han alcanzado estas dos cosas, es casi seguro que se ha
entrado en la Tercera Etapa.
Hablando ya de cómo es el de esta etapa, en ella se tienen muchos deseos
de no ofender a Dios, incluso se guardan mucho de cometer pecados veniales y
faltas. Hacen propósitos y penitencia; tienen a diario tiempo para la oración;
se ejercitan en trabajar por la Iglesia. Llevan una vida buena, evangelizan,
hacen caridades, tienen discreción en el
hablar, en sus asuntos, etc. Por todo esto, el que está en esta etapa “se
ve muy bueno”: no tiene casi pecados y toda su vida está ordenada a Dios.
Entonces ¿qué le falta? Más bien LE
SOBRA UNA COSA: el engreimiento. Se cree, más o menos conscientemente,
que es bueno, o casi bueno, ante Dios.
Esto le pasa porque tiene dos grandes defectos:
- Un trato con Dios más por razonamiento que por
amor.
- Y la testarudez espiritual, que consiste en un
excesivo apego a sus propios razonamientos, sobre todo en cuestión de
espiritualidad. No soporta que su director espiritual le den directrices que no
se correspondan con sus ideas sobre la vida espiritual, a las que están muy
aferrados.
Para corregirse de este defecto, Santa Teresa recomienda varias cosas.
La primera es compararse con lo que hicieron los santos para aprender así
humildad. También que adviertan que ya es mucho el que nos concedan ir pagando
algo de lo mucho que debemos por nuestros pecados. Otra cosa es pensar en lo
que Cristo ha hecho por nosotros y el pago que le hemos dado, comprobar que
estamos llenos de defectos, y darnos cuenta de lo mal que reaccionamos cuando
nos lo indican. Finalmente, por supuesto, deben huir, como de la peste, de su
“sabio razonar”, incluso haciendo ejercicios de obediencia ciega a un director
espiritual si fuera necesario.
A pesar de este engreimiento del que hablamos, no es poca cosa haber
llegado a esta etapa ya que en ella se tiene unión con Dios y como se suelen
cuidar de cometer incluso pecados veniales, faltas, etc., están en muy buena
disposición para seguir avanzando.
Por último, dos cosas importantes, una sobre su amor y otra sobre el
trato con Dios:
- Su amor a Dios podría definirse como “correcto”
con todo lo que esto significa de positivo y negativo; es un amor sincero, pero
eso… “correcto”. También podría calificarse de “mesurado”, y muchas veces según
su mentalidad, en vez de según el Evangelio.
- El trato con Dios es de oración vocal y de
meditación seriamente llevadas. Comienza a tener Oración Afectiva (Santa Teresa
la describe con todo detalle), a apreciar el silencio y a concentrase en la
oración, sin que sea esta oración usual ni inusual en él.
En resumen:
- Tiene grandes deseos de no
ofender a Dios y raramente comete pecados veniales.
- Ejercita las prácticas
espirituales seriamente.
- Tiene dos grandes defectos:
trata con Dios más por razonamiento que por amor, y el engreimiento.
- Su cristianismo puede
calificarse de oficial y moderado.
- Comienza a tener Oración
Afectiva.
- Debe luchar contra el apego
al propio razonar.
Los Tres
Mosqueteros
Nota:
Ver primera y segunda etapa en este mismo blog.
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