El Señor a su paso por esta tierra…, nos dejó dicho: "43 Habéis
oído que fue dicho: Amaras a tu prójimo y aborrecerás a tus enemigos. 44 Pero
yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, 45 para
que seáis hijos de vuestro Padre, que estas en los cielos, que hace salir el
sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos. 46 Pues si amáis a
los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen eso también los
publicanos? 47 Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿que hacéis de más?
¿No hacen eso también los gentiles? 48 Sed, pues, perfectos, como perfecto es
vuestro Padre celestial”. (Mt 5,43-47)
Y amar al prójimo es uno de los mayores problemas que tenemos que
resolver, si es que queremos entrar en el Reino de los cielos. Odiando a
alguien sin arrepentirse de ese odio, es imposible entrar en el cielo, porque
el odio es la antítesis del amor y si perseveramos en nuestro odio y no
queremos arrepentirnos, está claro que nuestro puesto no está en el Reino de la
luz y del amor, que es el cielo, sino en el reino del odio y las tinieblas que
es el infierno. El sacerdote norteamericano Leo Trese escribe en uno de sus
libros: “Si
odiáramos de verdad a una sola alma, habríamos destruido nuestra unión con
Jesús…, y sin llegar al odio, abrigáramos algún rencor más pequeño, nos
habríamos situado en una zona marginal…”. Para Henry Nouwen: “En el momento en que descubres
por completo que el Dios que te ama incondicionalmente, ama a todos los seres
humanos, con el mismo amor, se te abre una nueva forma de vida. Porque llegas a
ver con nuevos ojos a quienes viven junto a ti en este mundo”.
De por sí, amar a Dios nos cosa fácil, el mundo, la carne y las
actuaciones demoniacas sobre nosotros nos dificultan el tema, pero parece ser
en muchos de nosotros, ser más difícil aun amar fraternalmente, que amar a
Dios. Unos nos caen gordos, otros son unos antipático, otros son unos creídos
insoportables; pero al menos estos no nos ofende directamente, lo peor está en
aquellos, que murmuran de nosotros, que tratan de pisarnos en el trabajo para
pasar ellos sin mérito alguno por delante nuestra y que decir de aquellos que
nos han engañado y estafado y no digamos de los familiares, hay cuñadas o
cuñados inaguantables, incluso desgraciadamente hermanos de sangre con los que
o nos hablamos, desde aquel día en que hubo de dividirse nuestra herencia y que
decir de las suegras méteme en todo, que usan de su autoridad sobre sus hijas
para ordenar y mandar en casa de su yerno o de aquellas otras que quieren
seguir mangoneando a su hijo ya casado y con nietos. Como siga explicando más
casos agoto el papel.
Pero lo más difícil aún, es perdonar al que asesinó a nuestro hijo,
padre o madre. Y no solamente hay que perdonar sin encima amar al enemigo. Si
de verdad amamos a todo el mundo tal como quiere que el Señor que amemos, qué
importancia tiene, darle gusto a nuestros torcidos sentimientos y perder la
amistad y el amor del Señor. Nos dice San Agustín: “…, amando al
prójimo, limpiamos los ojos para poder ver a Dios”.
Y sin embargo las palabras del Señor son bien claras, no solamente en el
contenido de los versículos: más arriba ya copiados sino también en estos: "22 Pero yo
les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado
por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el
Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. 23 Por lo tanto, si
al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna
queja contra ti, 24 deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu
hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. 25 Trata de llegar en
seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea
que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo”. (Mt 5,22-26).
Insiste y vuelve a insistir el Señor en que ejercitemos el amor fraterno
en tres textos evangélicos en el que nos dice: "36
Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? 37 Él le dijo: Amaras al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente 38
Este es el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo, semejante a este,
es: Amaras al prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos preceptos penden toda la
Ley y los Profetas”. (Mt 22,39).
Y en otro texto recogido por San Juan evangelista se nos dice: “34 Un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; como yo
os he amado, así que también amaos mutuamente. 35 En esto conocerán todos que
sois mis discípulos: si tenéis amor unos a otros”, (Jn 13,34-35). El
mismo San Juan en su primera epístola nos dice: “Carísimos
amémonos los unos a los otros, porque la caridad procede de Dios, y todo el que
ama es nacido de Dios y a Dios conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque
Dios es Amor”. (1Jn 4,7-8). Y más adelante en el mismo capítulo 4 de
la misma epístola nos dice: “20 Si alguno dice: Amo a Dios,
y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a
quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. 21 Y hemos recibido de él este
mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano”. (1Jn 4,20-21).
Si el amor fraterno nos
cuesta, es que aún estamos en camino de lograr un pleno amor nuestro al Señor.
El amor fraternal, es también la medida del estado de nuestra vida interior,
especialmente de nuestra vida de oración. Para la carmelita descalza Santa
Benedicta Teresa de la Cruz, Edith Stein: “Si Dios es amor y vive en cada
uno de nosotros, tenemos que amarnos con amor fraternal. Por eso nuestro amor
al prójimo es la medida de nuestro amor a Dios”. Por su parte la
madre Santa Teresa de Jesús nos decía: “La más cierta
señal que hay de que amamos Dios es el amor del prójimo: Porque es tan grande
que Su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo hará que
crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras”
El Señor ha hecho que el amor fraterno sea la puerta y la medida de
nuestro amor por El. Si aún no has logrado erradicar de tu corazón, las
animosidades, antipatías, enemistades y malquerencias a los demás date cuenta
de que tienes en tus manos, si las eliminas un gran fruto de amor que ofrecerle
al Señor, luchando contra estos vicios, que constituyen todos ellos, unos
escalones de bajada al odio. Si se lo pides Él está encantado de regalarte sus
gracia, persevera tú en este triunfo que está en tus manos. Refiriéndose al
amor fraterno San Josemaría Escrivá decía: “Si amas al Señor, no habrá
criatura que no encuentre sitio en tu corazón”.
Y, ¿por qué esta importancia que Dios le da al ejercicio del amor
fraterno? Es sencillo comprender que la Santísima trinidad, es un foco de amor
divino, en el que las tres personas viven y se alimentan de amor, porque en
esencia Dios es amor y solo amor, tal como nos dice San Juan evangelista (1Jn
4,16). Y si queremos entrar a formar parte de la gloria de ese amor, hemos de
amar a todo lo creado por Dios y especialmente a nuestros semejantes, a los
cuales, aunque sean unos indeseables Dios los ama y nosotros hemos de amarlos.
Si amamos de verdad a Dios hemos de amar lo que Él ama, porque un
característica propia del amor es la de identificarse el que ama con lo que ama
su Amado.
Jean Lafrance escribe diciéndonos: “A menudo se nos
repite que deberíamos hacer un esfuerzo para amar a los demás o para vencer una
antipatía, y por eso hemos llegado a creer que el amor al prójimo dependía de
nuestra buena voluntad. Es cierto; el amor fraterno exige una actitud por
nuestra parte, pero tiene que situarse en las profundidades de nuestro corazón,
allí donde está derramado el amor. Pasa con el amor al prójimo lo mismo que con
la oración; mientras intentemos hacer que nazca fuera, con el esfuerzo de la
inteligencia o de la voluntad, fracasaremos lamentablemente…. Antes de amar a
Dios y a los hermanos, hay que vivir la realidad de que Dios me ama”.
Amemos fraternalmente a todo el mundo, para que el Señor nos mire
complacido y aumente sus gracias sobre nosotros.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
No hay comentarios:
Publicar un comentario