Uno de los tópicos más frecuentes para criticar a la Iglesia Católica es el de aludir a “las riquezas del Vaticano”. Para ponderar con objetividad la consistencia de estas críticas, puede ser útil tomar en consideración algunos datos.
ORIGEN Y DESARROLLO HISTÓRICO DE
LOS HECHOS
Los
primeros cristianos eran gente sencilla. Hay un texto cristiano antiguo que
habla sobre algunos parientes de Jesús vivían a finales del siglo I. Se trata
de un relato que se atribuye a Hegesipo, referido por Eusebio de Cesarea , que
dice lo siguiente:
“De la
familia del Señor vivían todavía los nietos de Judas, pariente del Señor según
la carne, a los cuales delataron por ser de la familia de David. El encargado
los condujo a presencia del césar Domiciano (51-96 dC.), porque éste, al igual
que Herodes, temía la venida de Cristo.
Y les
preguntó si descendían de David. Ellos lo admitieron. Entonces les preguntó
cuántas propiedades tenían o de cuánto dinero disponían. Ellos dijeron que
entre los dos no poseían más que nueve mil denarios, la mitad de cada uno, y
aún esto repetían que no lo poseían en metálico, sino que era el valor de sólo
nueve fanegas de tierra, cuyos impuestos pagaban y que ellos mismos cultivaban
para vivir.
Entonces
le mostraron sus manos y adujeron como testimonio de su trabajo personal la
dureza de sus cuerpos y los callos que se habían formado en sus propias manos
por el continuo bregar.
Preguntados
acerca de Cristo y de su reino: qué reino era éste y dónde y cuándo se
manifestaría, dieron la explicación de que no era de este mundo ni terrenal,
sino celeste y angélico, que se dará al final de los tiempos. Entonces vendrá
él con toda su gloria y juzgará a vivos y muertos y dará a cada uno según sus
obras.
Ante esta
respuesta, Domiciano no los condenó a nada, sino que incluso los despreció como
a gente vulgar. Los dejó libres y por decreto hizo que cesara la persecución
contra la Iglesia.
Los que
habían sido puestos en libertad estuvieron al frente de las iglesias, tanto por
haber dado testimonio como por ser de la familia del Señor, y vuelta la paz,
vivieron todavía hasta Trajano”.
En el año
258, el prefecto de la ciudad de Roma le pidió al Diacono Lorenzo que le los
“tesoros” de la Iglesia. Al día siguiente el Diacono Lorenzo se presento con
los leprosos, tullidos, ciegos, enfermos , viudas y huérfanos de Roma a los que
atendía (unos 1500) y le dijo “estos son los tesoros de la Iglesia de Roma”.
Lorenzo pago con su vida esta respuesta y murió asado en una parrilla después
de innumerables tormentos.
Durante
el Imperio Romano la Iglesia era una comunidad que no posee bienes económicos,
sino sólo un mensaje personal de salvación, una fe intensa. En ese contexto
podemos hablar de una Iglesia sin dinero. En un mundo dominado por el miedo al
destino, un mundo poblado de fuerzas astrales y poderes demoníacos, los
seguidores de Jesús han ofrecido a los hombres el testimonio de la confianza en
Dios Padre y la experiencia de la caridad y el amor fraterno.
Un
reciente estudio sociológico sobre la evolución demográfica del imperio romano
ha puesto de manifiesto que la gran expansión de cristianismo en Roma tuvo
lugar en una epidemia de peste, en la que la gente huía de la ciudad pero los
cristianos se quedaron para ayudar a los enfermos. Muchos de ello murieron,
pero su ejemplo no dejó a nadie indiferente.
La
Iglesia era una comunidad totalmente “pobre” pero que generó en su entorno una
inmensa riqueza humana y social, que se tradujo numerosos obras asistenciales,
al servicio de sus miembros y de los necesitados. Creó la red más intensa de
organización sociales al servicio de los más pobres. La Iglesia como tal no
tenían dinero alguno, pero el dinero de las comunidades cristianas, recogido de
los mismos fieles, sobriamente administrado, hacía posible cuidar a todos los
huérfanos y a todas las viudas de la comunidad y a otros muchos de fuera de la
comunidad.
Desde
entonces, y a lo largo de los siglos, muchas personas han ido ayudando con sus
bienes a esas obras de caridad, e incluso donándolos en sus testamentos a la
Iglesia, conscientes de que es un modo seguro de ayudar a los demás.
SITUACIÓN ACTUAL
A lo
largo de los siglos, con el esfuerzo de millones de donativos se fueron
construyendo edificios sólidos para el culto, y también se fue destinando a esa
función (que está en la base de la caridad) algunos objetos más nobles (pero
que económicamente significan poco o nada para el conjunto de bienes que se
emplean en la caridad). Además de un número incalculable de hospitales, centros
asistenciales, residencias de ancianos, colegios, etc.
En la
actualidad la casi totalidad de los medios económicos que gestiona la Iglesia
se siguen dedicando a tareas asistenciales. Por ejemplo, hoy día
aproximadamente la cuarta parte de los enfermos del sida que hay en el mundo
están atendidos directamente por las instituciones de la Iglesia o por gente
muy ligada con ella.
Las
cifras son impresionantes. Cientos de miles de personas, especialmente
religiosos y religiosas, con una mayoría numérica de éstas, trabajan
desinteresadamente y han dedicado su vida a los pobres.
Por otra
parte, la eficiencia de los bienes materiales gestionados por la Iglesia al
servicio de la sociedad es indiscutible. Por ejemplo, cuando los socialistas
llegaron al poder en Alemania, uno de los temas que se plantearon es si las
instituciones de caridad debían correr a cargo de las Iglesias (hay que incluir
también a los protestantes) o del Estado. Como eran personas inteligentes,
llegaron pronto a un acuerdo: “el Estado alemán no tiene dinero suficiente para
hacer lo que con cuatro marcos hacen las Iglesias”.
Además,
para mantener todo eso necesitan edificios, sueldos de personal, etc. Las
cantidades en todo el mundo, son ciertamente, muy grandes. Los presupuestos no
están centralizados. Hay infinidad de instituciones, órdenes religiosas,
fundaciones, etc. que gestionan sus servicios.
En lo que
depende de cada diócesis (y de la Santa Sede directamente), hay unos medios
económicos de funcionamiento cuyos ingresos proceden de las donaciones directas
de los fieles, los réditos de fundaciones que tienen como fin sostener labores
asistenciales o construir iglesias o edificios para esas labores. Hay un dinero
de caja, y unos capitales que por voluntad fundacional no se pueden tocar para
mantener esas labores con sus réditos.
La
Iglesia católica destina sus recursos económicos principalmente a cinco áreas:
1) sostener
al clero y a sus ministros,
2) al
ejercicio de su apostolado en diversas formas y en distintos ámbitos de la vida
pública,
3)
mantener el culto y las actividades religiosas (se incluye la conservación de
los templos y obras que la Iglesia administra así como el sueldo de los laicos
contratados para ayudar en ello)
y 4) a
acciones pastorales, caritativas, formativas y de promoción social.
EL MITO DE “LAS RIQUEZAS” DE LA
IGLESIA.
A pesar
de los datos y la información detallada que cualquiera que esté interesado
puede conseguir acerca de los bienes materiales que gestiona la Iglesia, se ha
convertido en un tópico vulgar afirmar que “se darían millones por las obras de
arte que se encuentran en el Vaticano. Y ¡cuánto se podría ayudar con ese
dinero en este mundo!”
Es verdad
que el Museo Vaticano vale mucho dinero. Pero eso no se puede vender. Es
patrimonio de la humanidad, aunque esté en manos de la Iglesia. Lo mismo que el
gobierno español no puede vender el Museo del Prado para remediar una situación
económica ruinosa. El Museo del Prado es propiedad de todas las generaciones de
españoles, no sólo de la nuestra.
Y los
italianos piensan lo mismo. No parece muy posible que un gobierno italiano
puede permitir que los tesoros de los Museos Vaticanos salgan de Italia para
ser vendidos a otro país. Sería, entre otras cosas, una ruina para la cantidad
de gente que vive en Roma del turismo. Se trata de riquezas que por su propio
carácter no pueden venderse y por tanto no se puede sacar dinero de ellas.
A nadie nos
gustaría que la Iglesia vendiese la Catedral o la mejor Iglesia de nuestra
ciudad o pueblo a un magnate de las finanzas para que la transporte a su finca
de recreo, aunque con el dinero de la venta se atendiese a los pobres, ya que
pensamos que ese monumento es una de las riquezas y orgullo de nuestro pueblo y
que se debe quedar donde está.
Además,
venderlo ¿no sería más bien pan para hoy, hambre para mañana?
Y son
conocidas las desgracias experiencias de algunos clérigos que vendieron en
beneficio de los pobres los “tesoros” de su parroquia: imágenes, cálices,
custodias…
¿Qué pasó
con el fruto de su venta? Siguen siendo pobres, pero si quieren ver lo mejor de
sus raíces culturales y artísticas, tendrían que irse a las mansiones lujosas
de sus nuevos propietarios. ¿Alguien puede pensar que esos cálices están mejor
en vitrinas de las casas de los ricos que en un altar de cualquier iglesia?
Además,
el problema de la pobreza no se arregla con una donación: es un problema de
desarrollo y requiere un flujo permanente de recursos. Por ejemplo, ¿de qué
serviría la donación de un hospital a un país que no contara con recursos para
mantenerlo, pagar sueldos, comprar medicinas…? Hacer funcionar un hospital en
no mucho tiempo es más caro que el hospital mismo…
¿Y LA CANTIDAD DE DINERO QUE
MANEJA EL VATICANO?
En el
balance del año 2009 existe un déficit de más de cuatro millones de euros.
En el
balance presentado a los cardenales por el Cardenal Velasio De Paolis,
Presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede, se
explica que hubo un déficit total de 4 102 156 euros; que es la diferencia
entre los ingresos (250 182 364) y los gastos (254 284 520 euros).
Las
salidas se atribuyen sobre todo a los gastos ordinarios y extraordinarios de
los dicasterios y organismos de la Santa Sede, en los que prestan servicio
2.762 personas, de los cuales 766 son eclesiásticos, 344 religiosos y 1.652
laicos.
Por lo
que respecta al balance consolidado 2009 de la Gobernación del Estado de la
Ciudad del Vaticano, se indica que la pérdida fue de casi 8 millones de euros.
Las personas que trabajan bajo la jurisdicción de la Gobernación son 1.891.
Por último
se presentó el balance del Óbolo de San Pedro, que está constituido por el
conjunto de ofrecimientos que hacen al Santo Padre las Iglesias particulares,
sobre todo con ocasión de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, así como de
las contribuciones que hacen llegar los institutos de Vida Consagrada y
Sociedades de Vida Apostólica, las fundaciones y algunos fieles. La cantidad
recaudada en 2009 fue de 82 529 417 dólares, que servirán para las obras de
caridad del Pontífice.
Para
hacerse una idea de lo que estas cifras significan, el presupuesto de la Santa
Sede —es decir, de un Estado soberano con, entre otras cosas, una red de más de
cien embajadas, «nunciaturas» y todos esos «ministerios» que son las
congregaciones, además de los secretariados y un sinfín de oficinas—, ese
presupuesto es igual a menos de la mitad del presupuesto del Parlamento
italiano. En resumen, tan sólo los diputados y senadores que acuden a los dos
edificios romanos (en otro tiempo pontificios) de Montecitorio y Palazzo Madama
cuestan al contribuyente más del doble de lo que cuesta el Vaticano a los
ochocientos millones de católicos en todo el mundo.
Francisco
Varo
No hay comentarios:
Publicar un comentario