Nuestro mundo…, el actual y el de toda la vida desde Caín y Abel, este
mundo ha vivido sumergido en continuas luchas y guerras, El antropólogo e historiador
Teodor Momnsen, escribía que los pueblos de la antigüedad, por causa de las
guerras entre ellos, vivían a la sombra del árbol de la muerte. Y no nos
vayamos a creer, que con eso de la llamada democracia, que es un invento de los
griegos, más viejo que la tosferina, que no logró acabar con las guerras
antiguas, se van a resolver los problemas actuales. Este invento llamado
democracia, reinventado por el mundo anglosajón, después de sus triunfos
bélicos, Ya en otras épocas lo han querido aplicar en unos casos e imponer por
la fuerza en otros, como modernamente es el caso del Japón derrotado en 1945,
como la solución mágica, como el nuevo bálsamo
de Fierabrás para el gobierno de todos los pueblos del mundo, cuales quiera
que fuesen los antecedentes culturales o históricos de ellos.
Desde 1945, hace ya 80 años el mundo es un hervideros de guerras, en las
que muchas veces, no solo median principios religiosos sino económicos y deseos
de alcanzar dominios políticos. Y estas injustas guerras, pues toda guerra está
teñida de la injusticia, llevan producidas la muerte violenta de miles de seres
inocentes y un continuo sufrimiento a esta humanidad actual, Puede ser que se
me objete, que siempre eso ha sido así, y quizás haya un fondo de razón en esta
afirmación. Pero es que antiguamente no se ponían en duda determinados valores
que ambas partes contendientes siempre respetaban y hoy nada se respeta.
El sistema político de gobierno siempre que otorgue libertad. Sobre todo
religiosa es bueno, siempre que sea manejado por hombres buenos. Y aquí reside
el problema básico. Gran parte de la humanidad vive de espaldas a Dios y las
consecuencias de esta actitud humana no las corrige ni la democracia ni ningún
sistema político nuevo, que pueda aparecer.
Hay en todo esto una clara intervención demoniaca. San Pedro, nos decía:
“Sed sobrios y vigilad, que
vuestro enemigo el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quien
devorar, resistidles firmes en la fe” (2Pdr
5,8). Desgraciadamente nadie, ninguno de nosotros vivimos en sobriedad, ni
tenemos la menos intención de hacerlo y en cuanto al demonio, cuando se le
menciona a uno le miran compasiva y sonrientemente, pensando de uno, que: “Este vive todavía anclado en la Edad media”. Se vive de espaldas a la
realidad.
Rara es hoy en día, la persona que se toma en
serio las asechanzas del demonio. El tema no le interesa a nadie y lo triste es
que el demonio existe y se frota las manos porque nadie ve claramente su
protagonismo, y eso es lo que él desea para que su labor sea más eficaz. El
demonios, ¡ya lo creo que existe! Tentó a Nuestro Señor en el desierto de
Judea; él no tenía un conocimiento exacto de quien era el Señor, pero si tomó
nota inmediatamente de que era un ser extraordinario al que había que destruir,
porque podía hacer mucho bien a la humanidad; a ese conjunto de seres humanos
que es el principal y único caladero de pesca del demonio.
Y en destruir al Señor puso todo su empeño,
sobre todo, en aquella semana, que comienza con la noche de la última cena y continua
con la oración de la agonía, en el Huerto de Getsemaní, sigue con la Prendición
del Señor y llevado ante el Sanedrín, donde después de humillarlo y abofetearlo
fue entregado a Pilatos el cual trató de evitar su muerte pero las presiones
del Sanedrín y el pueblo judío gritando desaforadamente a Pilatos:
¡Crucifícalo!, ¡crucifícalo!, acabaron con la resistencia de Pilato y ordenó la
crucifixión.
Se cuenta del Conde de Romanones, que era un viejo político español de
principios del siglo pasado, socarrón y pesimista que siendo ministro de la
Gobernación, le presentaron un grave problema que había que solucionar. Se
quedó pensativo y dijo: Este problema, no
tiene solución alguna, no hay quien lo arregle, y además ni conviene que se
arregle. Y a esta conclusión se llega hoy en día, tirando la toalla y
acomodándose uno a la forma de vida que se nos ofrece por instigación
demoniaca. Se acepta como mal inevitable todo aquello que ofende a Dios.
Abortos, divorcios, concubinatos, adulterios, uniones homosexuales y de
lesbianas y sin olvidar toda la basura que se esconde con la llamada teoría del
género.
Y la madre del cordero, de esta triste situación en la que vive el
mundo, está en que casi todas partes, se vive de espaldas a Dios. Personalmente
no soy un catastrofista y Dios me ha hecho el regalo de una fe lo
suficientemente fuerte, como para no dudar del amor que Dios nos tiene, a los
que somos creyentes y a los que no lo son y sobre todo no dudar, ni por un solo
instante, de su confianza en Él, aunque todo se derrumbe a nuestro alrededor,
nunca hay que dudar de que todo lo que pasa en este mundo y fuera de él es
permitido o aceptado por Dios. Él sabe muy bien lo que se hace y si esto es, lo
que Él quiere que nos suceda, no hay que tener nunca la menor duda de que esto
es, lo que más nos conviene, aunque no lo comprendamos. No sé por qué será así,
pero si sé que Él me ama y nunca nada malo me va a suceder: “El me conduce a
fuentes tranquilas, su vara y su cayado me sosiegan”. (Sal 23, 4-%).
Los problemas de las guerras de la humanidad, no son una consecuencia
total, de los sistemas políticos que puedan regir las relaciones humanas, sino
el problema está en el alma misma de cada persona que pisa este planeta,
llamado mundo. Mientras que las personas de este mundo, no dobleguen su
soberbia y acepten como suya la voluntad de Dios, todo continuará, ni siquiera
igual, sino todo irá a peor, pues hoy en día, las mentes humanas cada día son
más ácratas, la soberbia de las gentes, no les permite someterse a una disciplina
en nada, todos están dispuestos a que el mundo se autogobierne solo y por
supuesto prescindiendo de lo que ellos denominan, mitos medievales de personas
retrógradas. Bendito sea el medioevo que tantos santos dio a muchas naciones
con sus mitos retrógrados, porque si el amar a Dios es un mito retrógrado yo
proclamo mi amor a los mitos retrógrados que me llevarán a donde quiero ir.
Este es nuestro panorama en relación a la parte material de nuestro ser,
pero mucho más importante es la parte espiritual de nuestra persona, que es
nuestra alma Porque los resultados de lo material será siempre efímeros, pero
lo del mundo espiritual de nuestra alma, son palabras mayores, porque son
eternos. Y por los dos lados hemos nacido para luchar en medio de nuestras
guerras, materiales y espirituales. Pero centrémonos en el lado espiritual que
es el importante, porque nunca acabamos de darnos cuenta y ser consciente, que
los problemas espirituales son infinitamente más importantes que los
materiales. El orden espiritual es Dios mismo, que es un espíritu puro de amor
y fue Él, el que creo el orden de la materia, al que tanta importancia le damos
a pesar de tratarse de un orden de inferior categoría en el que, todos sus
elemento terminan descomponiéndose y feneciendo.
Demos gracias al Señor que, quiso que al nacer fuésemos bautizados,
porque al recibimos este sacramento y con él se nos dio una panoplia de armas
para la guerra que se nos avecina y la que tenemos; si sabemos utilizarlas
debidamente, estas armas tenemos por ello asegurado ya el triunfo
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan
del Carmelo
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