jueves, 16 de octubre de 2014

EN MEDIO DE NUESTRA GUERRA


Nuestro mundo…, el actual y el de toda la vida desde Caín y Abel, este mundo ha vivido sumergido en continuas luchas y guerras, El antropólogo e historiador Teodor Momnsen, escribía que los pueblos de la antigüedad, por causa de las guerras entre ellos, vivían a la sombra del árbol de la muerte. Y no nos vayamos a creer, que con eso de la llamada democracia, que es un invento de los griegos, más viejo que la tosferina, que no logró acabar con las guerras antiguas, se van a resolver los problemas actuales. Este invento llamado democracia, reinventado por el mundo anglosajón, después de sus triunfos bélicos, Ya en otras épocas lo han querido aplicar en unos casos e imponer por la fuerza en otros, como modernamente es el caso del Japón derrotado en 1945, como la solución mágica, como el nuevo bálsamo de Fierabrás para el gobierno de todos los pueblos del mundo, cuales quiera que fuesen los antecedentes culturales o históricos de ellos.

Desde 1945, hace ya 80 años el mundo es un hervideros de guerras, en las que muchas veces, no solo median principios religiosos sino económicos y deseos de alcanzar dominios políticos. Y estas injustas guerras, pues toda guerra está teñida de la injusticia, llevan producidas la muerte violenta de miles de seres inocentes y un continuo sufrimiento a esta humanidad actual, Puede ser que se me objete, que siempre eso ha sido así, y quizás haya un fondo de razón en esta afirmación. Pero es que antiguamente no se ponían en duda determinados valores que ambas partes contendientes siempre respetaban y hoy nada se respeta.

El sistema político de gobierno siempre que otorgue libertad. Sobre todo religiosa es bueno, siempre que sea manejado por hombres buenos. Y aquí reside el problema básico. Gran parte de la humanidad vive de espaldas a Dios y las consecuencias de esta actitud humana no las corrige ni la democracia ni ningún sistema político nuevo, que pueda aparecer.

Hay en todo esto una clara intervención demoniaca. San Pedro, nos decía: “Sed sobrios y vigilad, que vuestro enemigo el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quien devorar, resistidles firmes en la fe” (2Pdr 5,8). Desgraciadamente nadie, ninguno de nosotros vivimos en sobriedad, ni tenemos la menos intención de hacerlo y en cuanto al demonio, cuando se le menciona a uno le miran compasiva y sonrientemente, pensando de uno, que: “Este vive todavía anclado en la Edad media”. Se vive de espaldas a la realidad.

Rara es hoy en día, la persona que se toma en serio las asechanzas del demonio. El tema no le interesa a nadie y lo triste es que el demonio existe y se frota las manos porque nadie ve claramente su protagonismo, y eso es lo que él desea para que su labor sea más eficaz. El demonios, ¡ya lo creo que existe! Tentó a Nuestro Señor en el desierto de Judea; él no tenía un conocimiento exacto de quien era el Señor, pero si tomó nota inmediatamente de que era un ser extraordinario al que había que destruir, porque podía hacer mucho bien a la humanidad; a ese conjunto de seres humanos que es el principal y único caladero de pesca del demonio.

Y en destruir al Señor puso todo su empeño, sobre todo, en aquella semana, que comienza con la noche de la última cena y continua con la oración de la agonía, en el Huerto de Getsemaní, sigue con la Prendición del Señor y llevado ante el Sanedrín, donde después de humillarlo y abofetearlo fue entregado a Pilatos el cual trató de evitar su muerte pero las presiones del Sanedrín y el pueblo judío gritando desaforadamente a Pilatos: ¡Crucifícalo!, ¡crucifícalo!, acabaron con la resistencia de Pilato y ordenó la crucifixión.

Se cuenta del Conde de Romanones, que era un viejo político español de principios del siglo pasado, socarrón y pesimista que siendo ministro de la Gobernación, le presentaron un grave problema que había que solucionar. Se quedó pensativo y dijo: Este problema, no tiene solución alguna, no hay quien lo arregle, y además ni conviene que se arregle. Y a esta conclusión se llega hoy en día, tirando la toalla y acomodándose uno a la forma de vida que se nos ofrece por instigación demoniaca. Se acepta como mal inevitable todo aquello que ofende a Dios. Abortos, divorcios, concubinatos, adulterios, uniones homosexuales y de lesbianas y sin olvidar toda la basura que se esconde con la llamada teoría del género.

Y la madre del cordero, de esta triste situación en la que vive el mundo, está en que casi todas partes, se vive de espaldas a Dios. Personalmente no soy un catastrofista y Dios me ha hecho el regalo de una fe lo suficientemente fuerte, como para no dudar del amor que Dios nos tiene, a los que somos creyentes y a los que no lo son y sobre todo no dudar, ni por un solo instante, de su confianza en Él, aunque todo se derrumbe a nuestro alrededor, nunca hay que dudar de que todo lo que pasa en este mundo y fuera de él es permitido o aceptado por Dios. Él sabe muy bien lo que se hace y si esto es, lo que Él quiere que nos suceda, no hay que tener nunca la menor duda de que esto es, lo que más nos conviene, aunque no lo comprendamos. No sé por qué será así, pero si sé que Él me ama y nunca nada malo me va a suceder: “El me conduce a fuentes tranquilas, su vara y su cayado me sosiegan”. (Sal 23, 4-%).

Los problemas de las guerras de la humanidad, no son una consecuencia total, de los sistemas políticos que puedan regir las relaciones humanas, sino el problema está en el alma misma de cada persona que pisa este planeta, llamado mundo. Mientras que las personas de este mundo, no dobleguen su soberbia y acepten como suya la voluntad de Dios, todo continuará, ni siquiera igual, sino todo irá a peor, pues hoy en día, las mentes humanas cada día son más ácratas, la soberbia de las gentes, no les permite someterse a una disciplina en nada, todos están dispuestos a que el mundo se autogobierne solo y por supuesto prescindiendo de lo que ellos denominan, mitos medievales de personas retrógradas. Bendito sea el medioevo que tantos santos dio a muchas naciones con sus mitos retrógrados, porque si el amar a Dios es un mito retrógrado yo proclamo mi amor a los mitos retrógrados que me llevarán a donde quiero ir.

Este es nuestro panorama en relación a la parte material de nuestro ser, pero mucho más importante es la parte espiritual de nuestra persona, que es nuestra alma Porque los resultados de lo material será siempre efímeros, pero lo del mundo espiritual de nuestra alma, son palabras mayores, porque son eternos. Y por los dos lados hemos nacido para luchar en medio de nuestras guerras, materiales y espirituales. Pero centrémonos en el lado espiritual que es el importante, porque nunca acabamos de darnos cuenta y ser consciente, que los problemas espirituales son infinitamente más importantes que los materiales. El orden espiritual es Dios mismo, que es un espíritu puro de amor y fue Él, el que creo el orden de la materia, al que tanta importancia le damos a pesar de tratarse de un orden de inferior categoría en el que, todos sus elemento terminan descomponiéndose y feneciendo.

Demos gracias al Señor que, quiso que al nacer fuésemos bautizados, porque al recibimos este sacramento y con él se nos dio una panoplia de armas para la guerra que se nos avecina y la que tenemos; si sabemos utilizarlas debidamente, estas armas tenemos por ello asegurado ya el triunfo

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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