El Papa pide, ante el Año Jubilar Teresiano, «reza más, para comprender
bien lo que pasa a tu alrededor y así actuar mejor»
El Santo Padre Francisco ha enviado un Mensaje al obispo de Ávila, con
motivo del V centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, en el que
marca cuatro claves para obtener el máximo provecho del Año Jubilar: alegría,
oración fraternidad y realismo. «¡Ya es tiempo de caminar! Recorramos los
caminos de la vida de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre
a Jesús», dice
Especiales web (15-X-2014)
«Hoy Teresa nos dice: Reza más para comprender bien lo que pasa a tu
alrededor y así actuar mejor. La oración vence el pesimismo y genera buenas
iniciativas (Moradas VII, 4,6). ¡Éste es el realismo teresiano, que
exige obras en lugar de emociones, y amor en vez de ensueños, el realismo del
amor humilde frente a un ascetismo afanoso!». Ésta es la gran clave del Mensaje
que el Papa Francisco ha enviado al obispo de Ávila, monseñor Jesús García
Burillo, con motivo del V centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús.
UN CAMINO DE PERFECCIÓN
La carta que se ha hecho pública hoy, 15 de octubre, en la festividad
litúrgica de la primera mujer Doctora de la Iglesia, el Santo Padre marca las
cuatro pistas principales por las que debe discurrir el Año Santo Jubilar
Teresiano, para obtener el máximo provecho personal, eclesial y social:
alegría, oración, fraternidad y realismo. «La Santa andariega», dice el
Papa, «entendió su vida como camino de perfección por el que Dios
conduce al hombre, morada tras morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo pone en
marcha hacia los hombres. ¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las
huellas y de la mano de santa Teresa? Quisiera recordar cuatro que me hacen
mucho bien: el camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del
propio tiempo».
UN SANTO TRISTE ES UN TRISTE SANTO
El primer aspecto se engarza a la perfección con la llamada a vivir la
alegría del Evangelio que el Papa está lanzando a vivir a la Iglesia
constantemente: «La verdadera santidad es alegría, porque un santo triste es
un triste santo. Los santos, antes que héroes esforzados, son fruto de la
gracia de Dios a los hombres. Cada santo nos manifiesta un rasgo del multiforme
rostro de Dios. En santa Teresa contemplamos al Dios que, siendo soberana
Majestad, eterna Sabiduría (Poesía 2), se revela cercano y
compañero, que tiene sus delicias en conversar con los hombres: Dios se alegra
con nosotros. Y, de sentir su amor, le nacía a la Santa una alegría contagiosa
que no podía disimular y que transmitía a su alrededor. Esta alegría es un
camino que hay que andar toda la vida», dice el Papa.
SIN HUIR DE LA CRUZ
Eso sí, esta alegría cristiana «no es instantánea, superficial,
bullanguera», ni «se alcanza por el atajo fácil que evita la renuncia, el
sufrimiento o la cruz, sino que se encuentra padeciendo trabajos y dolores (Vida
6,2; 30,8), mirando al Crucificado y buscando al Resucitado (Camino
26,4). De ahí que la alegría de santa Teresa no sea egoísta ni
autorreferencial. Como la del cielo, consiste en alegrarse que se alegren
todos (Camino 30,5), poniéndose al servicio de los demás con amor
desinteresado», explica el Papa. Porque «¡el Evangelio no es una bolsa de plomo
que se arrastra pesadamente, sino una fuente de gozo que llena de Dios el
corazón y lo impulsa a servir a los hermanos!».
«REZAR NO ES UNA FORMA DE HUIR»
La segunda clave que el Papa da en su Mensaje es la oración, «que la
Santa definió bellamente como un «tratar de amistad estando muchas veces a
solas con quien sabernos nos ama» (Vida 8,5)”. Y señala que «cuando los
tiempos son recios, son necesarios amigos fuertes de Dios para
sostener a los flojos (Vida 15,5)», pues «rezar no es una forma de
huir, tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse, sino de avanzar en una
amistad que tanto más crece cuanto más se trata al Señor, amigo verdadero
y compañero fiel de viaje, con quien todo se puede sufrir, pues
siempre ayuda, da esfuerzo y nunca falta (Vida 22,6)».
«¡Vayan adelante en el camino de la oración!»
Asimismo, recuerda que «para orar no está la cosa en pensar mucho
sino en amar mucho (Moradas IV,1,7), en volver los ojos para mirar a
quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos pacientemente (Camino
26, 3-4)». E insiste: «Por muchos caminos puede Dios conducir las almas hacia
sí, pero la oración es el camino seguro (Vida 213). Dejarla es
perderse (Vida 19,6). Estos consejos de la Santa son de perenne
actualidad. ¡Vayan adelante, pues, por el camino de la oración, con
determinación, sin detenerse, hasta el fin!».
Un consejo que «vale singularmente para todos los miembros de la vida
consagrada», cuyo Año está a punto de iniciarse. «En una cultura de lo
provisorio, vivan la fidelidad del «para siempre, siempre, siempre» (Vida
1,5); en un mundo sin esperanza, muestren la fecundidad de un «corazón
enamorado» (Poesía 5); y en una sociedad con tantos ídolos, sean
testigos de que «solo Dios basta» (Poesía 9)”, dice el Papa.
UNA RESPUESTA PROVIDENCIAL: LA FRATERNIDAD
Ahora bien, «para la santa reformadora, la senda de la oración discurre
por la vía de la fraternidad en el seno de la Iglesia madre». La fraternidad es
la tercera vía propuesta por el Santo Padre, pues «ésta fue también su
respuesta providencial, nacida de la inspiración divina y de su intuición
femenina, a los problemas de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo: fundar
pequeñas comunidades de mujeres que, a imitación del colegio apostólico,
siguieran a Cristo viviendo sencillamente el Evangelio y sosteniendo a toda la
Iglesia con una vida hecha plegaria. Para esto os junto El aquí, hermanas
(Camino 2,5) y tal fue la promesa: que Cristo andaría con nosotras
(Vida 32,11). ¡Que linda definición de la fraternidad en la Iglesia:
andar juntos con Cristo como hermanos!», añade. Y expresa un deseo: «¡Cómo
desearía, en estos tiempos, unas comunidades cristianas más fraternas donde se
haga este camino: andar en la verdad de la humildad que nos libera de nosotros
mismos para amar más y mejor a los demás, especialmente a los más pobres! ¡Nada
hay más hermoso que vivir y morir como hijos de esta Iglesia madre!».
MÍSTICA CON REALISMO
El Papa Francisco recuerda que la oración, la fraternidad, la alegría y
la entera vida de fe para cualquier católico, incluso para los místicos, no
puede desentenderse del tiempo concreto en que nos ha tocado vivir. Por eso,
explica que «su experiencia mística no la separo del mundo ni de las preocupaciones
de la gente. Al contrario, le dio nuevo impulso y coraje para la acción y los
deberes de cada día, porque también entre los pucheros anda el Señor (Fundaciones
5,8)».
Es decir, que la cuarta gran enseñanza que el Pontífice destaca para
vivir el Año Jubilar es, precisamente, que santa Teresa «vivió las dificultades
de su tiempo -tan complicado- sin ceder a la tentación del lamento amargo, sino
más bien aceptándolas en la fe como una oportunidad para dar un paso más en el
camino. Y es que, para hacer Dios grandes mercedes a quien de veras le
sirve, siempre es tiempo (Fundaciones 4,6)».
SANTA PRISA POR EVANGELIZAR
«Cuando arde el mundo, no se puede perder el tiempo en negocios de poca
importancia. ¡Ojalá contagie a todos esta santa prisa por salir a recorrer los
caminos de nuestro propio tiempo, con el Evangelio en la mano y el Espíritu en
el corazón!», remarca.
Y concluye: «¡Ya es tiempo de caminar, andando por los caminos de la
alegría, de la oración, de la fraternidad, del tiempo vivido como gracia!
Recorramos los caminos de la vida de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos
conducen siempre a Jesús».
José Antonio Méndez
ÉSTE ES EL TEXTO COMPLETO DEL MENSAJE DEL SANTO PADRE A MONSEÑOR GARCÍA
BURILLO, OBISPO DE ÁVILA:
A Monseñor Jesús García Burillo, obispo de Ávila.
Querido Hermano:
El 28 de marzo de 1515 nació en Ávila una niña que con el tiempo sería
conocida como santa Teresa de Jesús. Al acercarse el quinto centenario de su
nacimiento, vuelvo la mirada a esa ciudad para dar gracias a Dios por el don de
esta gran mujer y animar a los fieles de la querida diócesis abulense y a todos
los españoles a conocer la historia de esa insigne fundadora, así como a leer
sus libros, que, junto con sus hijas en los numerosos Carmelos esparcidos por
el mundo, nos siguen diciendo quién y cómo fue la Madre Teresa y qué puede
enseñarnos a los hombres y mujeres de hoy.
En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La
imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida y de su obra.
Ella entendió su vida como camino de perfección por el que Dios conduce al
hombre, morada tras morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo pone en marcha
hacia los hombres. ¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las huellas
y de la mano de santa Teresa? Quisiera recordar cuatro que me hacen mucho bien:
el camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo.
Teresa de Jesús invita a sus monjas a «andar alegres sirviendo» (Camino
18,5). La verdadera santidad es alegría, porque un santo triste es un triste
santo. Los santos, antes que héroes esforzados, son fruto de la gracia de
Dios a los hombres. Cada santo nos manifiesta un rasgo del multiforme rostro de
Dios. En santa Teresa contemplamos al Dios que, siendo «soberana Majestad,
eterna Sabiduría» (Poesía 2), se revela cercano y compañero, que tiene
sus delicias en conversar con los hombres: Dios se alegra con nosotros. Y, de
sentir su amor, le nacía a la Santa una alegría contagiosa que no podía
disimular y que transmitía a su alrededor. Esta alegría es un camino que hay
que andar toda la vida. No es instantánea, superficial, bullanguera. Hay que
procurarla ya «a los principios» (Vida 13,l). Expresa el gozo interior
del alma, es humilde y «modesta» (Fundaciones 12,l). No se alcanza por
el atajo fácil que evita la renuncia, el sufrimiento o la cruz, sino que se
encuentra padeciendo trabajos y dolores (Vida 6,2; 30,8), mirando al
Crucificado y buscando al Resucitado (Camino 26,4). De ahí que la
alegría de santa Teresa no sea egoísta ni autorreferencial. Como la del cielo,
consiste en «alegrarse que se alegren todos» (Camino 30,5), poniéndose
al servicio de los demás con amor desinteresado. Al igual que a uno de sus
monasterios en dificultades, la Santa nos dice también hoy a nosotros,
especialmente a los jóvenes: «¡No dejen de andar alegres!» (Carta
284,4). ¡El Evangelio no es una bolsa de plomo que se arrastra pesadamente,
sino una fuente de gozo que llena de Dios el corazón y lo impulsa a servir a
los hermanos!
La Santa transitó también el camino de la oración, que definió bellamente
como un «tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabernos nos
ama» (Vida 8,5). Cuando los tiempos son recios, son necesarios
«amigos fuertes de Dios» para sostener a los flojos (Vida 15,5). Rezar
no es una forma de huir, tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse,
sino de avanzar en una amistad que tanto más crece cuanto más se trata al
Señor, «amigo verdadero» y «compañero» fiel de viaje, con quien «todo se puede
sufrir», pues siempre «ayuda, da esfuerzo y nunca falta» (Vida 22,6).
Para orar «no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho» (Moradas
IV,1,7), en volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente
y sufrirnos pacientemente (Camino 26,3-4). Por muchos caminos puede Dios
conducir las almas hacia sí, pero la oración es el «camino seguro» (Vida
213). Dejarla es perderse (Vida 19,6). Estos consejos de la Santa son de
perenne actualidad. ¡Vayan adelante, pues, por el camino de la oración, con
determinación, sin detenerse, hasta el fin! Esto vale singularmente para todos
los miembros de la vida consagrada. En una cultura de lo provisorio, vivan la
fidelidad del «para siempre, siempre, siempre» (Vida 1,5); en un mundo
sin esperanza, muestren la fecundidad de un «corazón enamorado» (Poesía 5);
y en una sociedad con tantos ídolos, sean testigos de que «solo Dios basta» (Poesía
9).
Este camino no podemos hacerlo solos, sino juntos. Para la santa
reformadora la senda de la oración discurre por la vía de la fraternidad en el
seno de la Iglesia madre. Esta fue su respuesta providencial, nacida de la
inspiración divina y de su intuición femenina, a los problemas de la Iglesia y
de la sociedad de su tiempo: fundar pequeñas comunidades de mujeres que, a
imitación del colegio apostólico, siguieran a Cristo viviendo
sencillamente el Evangelio y sosteniendo a toda la Iglesia con una vida hecha
plegaria. «Para esto os junto El aquí, hermanas» (Camino 2,5) y tal fue
la promesa: «que Cristo andaría con nosotras» (Vida 32,11). ¡Que linda
definición de la fraternidad en la Iglesia: andar juntos con Cristo como
hermanos! Para ello no recomienda Teresa de Jesús muchas cosas, simplemente
tres: amarse mucho unos a otros, desasirse de todo y verdadera humildad, que
«aunque la digo a la postre es la base principal y las abraza todas» (Camino
4,4). ¡Cómo desearía, en estos tiempos, unas comunidades cristianas más
fraternas donde se haga este camino: andar en la verdad de la humildad que nos
libera de nosotros mismos para amar más y mejor a los demás, especialmente a los
más pobres! ¡Nada hay más hermoso que vivir y morir como hijos de esta Iglesia
madre!
Precisamente porque es madre de puertas abiertas, la Iglesia siempre
está en camino hacia los hombres para llevarles aquel «agua viva» (Jn
4,10) que riega el huerto de su corazón sediento. La santa escritora y maestra
de oración fue al mismo tiempo fundadora y misionera por los caminos de España.
Su experiencia mística no la separo del mundo ni de las preocupaciones de la
gente. Al contrario, le dio nuevo impulso y coraje para la acción y los deberes
de cada día, porque también «entre los pucheros anda el Señor» (Fundaciones
5,8). Ella vivió las dificultades de su tiempo -tan complicado- sin ceder a la
tentación del lamento amargo, sino más bien aceptándolas en la fe como una
oportunidad para dar un paso más en el camino. Y es que, «para hacer Dios
grandes mercedes a quien de veras le sirve, siempre es tiempo» (Fundaciones
4,6). Hoy Teresa nos dice: Reza más para comprender bien lo que pasa a tu
alrededor y así actuar mejor. La oración vence el pesimismo y genera buenas
iniciativas (Moradas VII, 4,6). ¡Éste es el realismo teresiano, que
exige obras en lugar de emociones, y amor en vez de ensueños, el realismo del
amor humilde frente a un ascetismo afanoso! Algunas veces la Santa abrevia sus
sabrosas cartas diciendo: «Estamos de camino» (Carta 469,7.9), como
expresión de la urgencia por continuar hasta el fin con la tarea comenzada.
Cuando arde el mundo, no se puede perder el tiempo en negocios de poca
importancia. ¡Ojalá contagie a todos esta santa prisa por salir a recorrer los
caminos de nuestro propio tiempo, con el Evangelio en la mano y el Espíritu en
el corazón!
«¡Ya es tiempo de caminar!» (Ana de San Bartolomé, Últimas acciones
de la vida de santa Teresa). Estas palabras de santa Teresa de Ávila a
punto de morir son la síntesis de su vida y se convierten para nosotros,
especialmente para la familia carmelitana, sus paisanos abulenses y todos los
españoles, en una preciosa herencia a conservar y enriquecer.
Querido Hermano, con mi saludo cordial, a todos les digo: ¡Ya es tiempo
de caminar, andando por los caminos de la alegría, de la oración, de la
fraternidad, del tiempo vivido como gracia! Recorramos los caminos de la vida
de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre a Jesús.
Les pido, por favor, que recen por mí, pues lo necesito. Que Jesús los
bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Fraternalmente,
Francisco
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