Corría un
17 de octubre como hoy, pero del año 1979. Otro de esos gigantes que produjo el
siglo veinte, la Madre Teresa de
Calcuta, recibía en Oslo el Premio
Nobel de la Paz por su labor misionera y asistencial en una de las zonas
más deprimidas y pobres de la tierra, Calcuta, en la India.
Ante un distinguidísimo auditorio como hay que suponer el que asiste a la concesión de uno de los más importantes galardones que en el mundo se otorgan, nada menos que el Premio Nobel de la Paz, Teresa, y después de ponerles a rezar con la hermosa oración de San Francisco de Asís que muchos de Vds. conocerán, sorprendía a todos con estas preciosas palabras proyectadas directamente al corazón del mundo, un corazón que desde entonces, no ha hecho otra cosa que endurecerse, protegiéndose con una coraza de plomo para evitar tener que conmoverse ante el más horripilante de los atentados que puede cometer un ser humano contra sí mismo: el que perpetra contra el niño que aún no ha nacido pero ya vive en el seno de su propia madre. He aquí las palabras que entonces pronunció Teresa, hace tal día como hoy treinta y cinco redondos años:
“Hay una cosa que quiero compartir con vosotros: hoy el más grande crimen contra la paz es el crimen contra los niños inocentes nunca nacidos. Si una madre puede matar a su niño ¿qué nos impide a ti y a mi matarnos el uno al otro? Si una madre olvida a su hijo, yo no lo olvidaré, dice Dios. Porque yo lo he esculpido con las palmas de mis manos. Nosotros combatimos el aborto con la adopción y con la ayuda y bendición de Dios, salvamos miles de niños, y miles de niños encuentran una casa donde son cuidados, deseados y amados. Dale a un niño la oportunidad de amar y de ser amado”
Y sin más por hoy, queridos amigos sino desearles que hagan mucho bien y que no reciban menos, me despido una vez más con un “hasta mañana que por aquí andaremos”.
Ante un distinguidísimo auditorio como hay que suponer el que asiste a la concesión de uno de los más importantes galardones que en el mundo se otorgan, nada menos que el Premio Nobel de la Paz, Teresa, y después de ponerles a rezar con la hermosa oración de San Francisco de Asís que muchos de Vds. conocerán, sorprendía a todos con estas preciosas palabras proyectadas directamente al corazón del mundo, un corazón que desde entonces, no ha hecho otra cosa que endurecerse, protegiéndose con una coraza de plomo para evitar tener que conmoverse ante el más horripilante de los atentados que puede cometer un ser humano contra sí mismo: el que perpetra contra el niño que aún no ha nacido pero ya vive en el seno de su propia madre. He aquí las palabras que entonces pronunció Teresa, hace tal día como hoy treinta y cinco redondos años:
“Hay una cosa que quiero compartir con vosotros: hoy el más grande crimen contra la paz es el crimen contra los niños inocentes nunca nacidos. Si una madre puede matar a su niño ¿qué nos impide a ti y a mi matarnos el uno al otro? Si una madre olvida a su hijo, yo no lo olvidaré, dice Dios. Porque yo lo he esculpido con las palmas de mis manos. Nosotros combatimos el aborto con la adopción y con la ayuda y bendición de Dios, salvamos miles de niños, y miles de niños encuentran una casa donde son cuidados, deseados y amados. Dale a un niño la oportunidad de amar y de ser amado”
Y sin más por hoy, queridos amigos sino desearles que hagan mucho bien y que no reciban menos, me despido una vez más con un “hasta mañana que por aquí andaremos”.
Luis
Antequera
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