El papa Francisco antes de rezar
este domingo la oración del ángelus, comentó delante de la multitud reunida en
la Plaza de San Pedro, el episodio evangélico de Jesús que camina sobre las
aguas mientras la tempestad azota la barca en donde se encuentran los
discípulos.
A CONTINUACIÓN PROPONEMOS EL
TEXTO COMPLETO DE LAS PALABRAS DEL SANTO PADRE.
«El evangelio de hoy nos presenta
el episodio de Jesús que camina sobre las aguas del lago. Después de la
multiplicación de los panes y de los peces, Él invita a los discípulos a su
subir a la barca y a esperarle en la otra orilla, mientras se despide de la
multitud y después se retira solo a rezar en el monte, hasta la noche tarde.
Y mientras tanto en el lago se
levantó una fuerte tempestad, y justamente en medio de la tempestad Jesús va a
la barca de los discípulos, caminando sobre las aguas del lago. Cuando los
discípulos lo ven se asustan, piensan que es un fantasma, pero Él los
tranquiliza: “Coraje, soy yo, no tengan miedo”.
Pedro con el arrojo que le
caracteriza le pide casi una prueba: “Señor si eres tú, hazme caminar hacia ti
sobre las aguas”; y Jesús le dice “¡Ven!”. Pedro baja de la barca y pone a
caminar sobre el agua, pero el viento fuerte azota y comienza a hundirse.
Entonces grita: “¡Señor, sálvame!”, y Jesús le tiende la mano y lo levanta.
Esta narración es una hermosa
imagen de la fe del apóstol Pedro. En la voz de Jesús que le dice “Ven”, él
reconoce el eco del primer encuentro orillas de aquel mismo lago y en seguida,
nuevamente, deja la barca y va hacia el Maestro. ¡Y camina sobre las aguas! La
respuesta confiada y pronta al llamado del Señor hace cumplir siempre cosas
extraordinarias.
Jesús ahora mismo nos decía que
nosotros somos capaces de hacer milagros con nuestra fe: la fe en Él, en su
palabra, la fe en su amor.
En cambio, Pedro comienza a
hundirse cuando que quita la mirada de Jesús y se deja influenciar por las
circunstancias que lo circundan.
Pero el Señor está siempre allí,
y cuando Pedro lo invoca, Jesús lo salva del peligro. En la persona de Pedro,
con sus entusiasmos y debilidades, se describe nuestra fe: siempre frágil y
pobre, inquieta y a pesar de todo victoriosa, la fe del cristiano camina hacia
el Señor resucitado, en medio a las tormentas y peligros del mundo.
Es muy importante también la
escena final: “Apenas subieron a la barca en viento cesó. Aquellos que estaban
en la barca se postraron delante de Él diciéndole: '¡Realmente eres el Hijo de
Dios!'”.
En la barca están todos los
discípulos, unidos por la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo,
de la 'poca fe'. Pero cuando en esa barca sube Jesús, el clima inmediatamente
cambia: todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos pequeños y asustados se
vuelven grandes en el momento en el cual se arrodillan y reconocen en su
maestro al Hijo de Dios.
Cuantas veces también a nosotros
nos sucede lo mismo: sin Jesús, lejos de Jesús nos sentimos miedosos e
inadecuados, a tal punto que pensamos no poder lograr nada. Falta la fe, pero
Jesús está siempre con nosotros y escondido quizás, pero presente y siempre
pronto a sostenernos.
Esta es una imagen eficaz de la
Iglesia: una barca que tiene que enfrentar la tempestad y a veces parece estar
a punto de ser embestida.
Lo que la salva no es el coraje
ni la calidad de sus hombres, pero la fe, que permite caminar también en la
oscuridad, en medio a las dificultades. La fe nos da la seguridad de la
presencia de Jesús, siempre a nuestro lado, de su mano que nos aferra para
sustraernos a los peligros. Todos nosotros estamos en esta barca, y aquí nos
sentimos seguros a pesar de nuestros límites y nuestras debilidades. Nos
encontramos seguros especialmente cuando nos ponemos de rodillas y adoramos a
Jesús, el único Señor de nuestra vida. A esto nos llama siempre nuestra Madre,
la Virgen. A ella nos dirigimos con confianza».
DESPUÉS DE REZAR LA ORACIÓN DEL ÁNGELUS, SANTO
PADRE DIJO:
«Queridos hermanos y hermanas,
nos dejan incrédulos y desapuntados las noticias que llegan desde Irak: miles
de personas entre las cuales tantos cristianos, son expulsados brutalmente de
sus casas; niños que mueren de sed y de hambre durante la fuga; mujeres
secuestradas; violencias de todo tipo; destrucción del patrimonio religioso,
histórico y cultural.
Todo esto ofende gravemente a
Dios y a la humanidad. ¡No se lleva el odio en nombre de Dios! ¡No se hace la
guerra en nombre de Dios!
Agradezco a quienes con coraje
están llevando ayuda a estos hermanos y hermanas, y confío que una eficaz
solución política y a nivel internacional pueda detener estos crímenes y restablecer
el derecho.
Para poder asegurarles mejor mi
cercanía a estas queridas poblaciones he nombrado como enviado personal a Irak,
al cardenal Fernando Filoni.
También en Gaza, después de una
tregua ha recomenzado la guerra, que produce víctimas inocentes y que sólo
empeora el conflicto entre israelíes y palestinos.
Recémosle juntos al Dios de la
paz, por intercesión de la Virgen María: dona la paz Señor, en nuestros días y
vuélvenos artífices de la justicia y de la paz.
Recemos también por las víctimas
del virus 'ébola' y por quienes están luchando para detenerlo.
Saludo a todos los peregrinos y
romanos, en particular a los jóvenes de Verona, Cazzago San Martino, Sarmeola y
Mestrino, y a las jóvenes scout de Treviso.
Desde el miércoles próximo hasta
el lunes 18 realizaré un viaje apostólico en Corea: ¡Por favor, les pido que me
acompáñen con la oración, lo necesito!
Gracias, y a todos les deseo
¡Buona doménica e buon pranzo, arrivederci!».
(Texto debobinado y traducido por
H. Sergio Mora)
No hay comentarios:
Publicar un comentario