¿Qué es la santidad para el ser humanos del siglo XXI? Para la mayoría
es un trastorno de personalidad, indeseable y autodestructivo. Para quienes
tienen un poco más de conocimiento suele asimilar al reconocimiento eclesial de
una vida ejemplar. Pero la santidad no es ni una patología psicológica-social
ni un reconocimiento social.
La santidad se vive
minuto a minuto, porque se corresponde a un don que Dios nos regala. Un don que está basado
en la capacidad de vivir según la Voluntad de Dios y se evidencia como símbolo
de Cristo entre nosotros. No es trabajar, sufrir o saber mucho, sino
simplemente ser:
Breve es aquí nuestro trabajo, la recompensa, en cambio, eterna; que no
te confunda el estrépito del mundo que huye como una sombra (Job 14,2); que no
te hagan perder el juicio los vanos fantasmas de este siglo falaz; cierra los
oídos a los silbidos del infierno y, fuerte, quebranta sus embestidas; soporta
de buen grado los males adversos, y que los bienes prósperos no te
ensoberbezcan: pues estos piden fe, y aquellos la exigen; cumple con fidelidad
lo que has prometido a Dios, y Él te retribuirá.
Oh queridísima, mira al cielo que nos invita, y toma la cruz y sigue a
Cristo (Lc 9,23), que nos precede; porque, tras diversas y numerosas
tribulaciones, por él entraremos en su gloria (Hch 14,21; Lc 24,26). Ama con
todas tus entrañas a Dios y a Jesús, su Hijo, crucificado por nosotros
pecadores, y que su memoria no se aparte nunca de tu mente; procura meditar
continuamente los misterios de la cruz y los dolores de la madre que está de
pie junto a la cruz (Jn 19,25). Ora y vela siempre (Mt 26,41). Y la obra que
has comenzado bien, llévala a cabo con empeño, y cumple el ministerio que has
asumido en santa pobreza y en humildad sincera (2 Tim 4,5.7). (Seráfica Madre Santa
Clara de Asís, Fragmento de la carta a Ermentrudis)
La santidad es un símbolo que pocas personas son capaces de leer hoy en
día. Nuestra escala de valores y la imposible búsqueda de un éxito vacío, nos
hacen ignorantes de los signos de Dios. Somos
capaces de leer la evaluación de economía, las noticias políticas o los
habladurías sobre los famosillos, pero si se presentara Cristo entre nosotros
no llegaríamos a verlo. Lo tomaríamos como un anacronismo indeseable. De
hecho Cristo está siempre a nuestro lado y no somos capaces de verlo ni
comunicarnos con Él. Está presente en la Palabra de Dios, que no entendemos.
Está presente en nuestros hermanos, que siempre miramos con desconfianza. Está
presente en los sacramentos, que entendemos como herramientas sociales. Está
presente en la Belleza, la Verdad, el Orden y la Bondad y negamos la existencia
de todo esto. Tras hablar en parábolas,
Cristo solía decir “Quien tenga oídos que oiga” porque sabía que la soberbia y
la autocomplacencia nos impiden ver más allá de nuestros intereses egoístas.
¿Qué es la santidad? Es el don de ser símbolos de Cristo dentro del
mundo. Es la forma en que evidenciamos que somos imagen y semejanza de Dios.
Santa Clara de Asís nos hace una breve pero instructiva reflexión sobre
la santidad: “mira al cielo que nos invita, y toma la cruz y sigue a Cristo,
que nos precede; porque, tras diversas y numerosas tribulaciones, por él
entraremos en su gloria”. Quien anda tras Cristo, que es Camino, Verdad y
Vida, no teme “perder” su vida para el mundo, porque la estará ganado para
Dios.
Ser símbolos de Cristo en nuestra vida
cotidiana, no es más que vivir la plenitud del Camino, la Verdad y la Vida, en
cada momento. No hace falta ambicionar
ser un santo tipo superman o un bello (y frío) santo de mármol en una hornacina.
Cada uno de nosotros fuimos creados para ser imágenes de Cristo según Dios nos
pensó. La santidad no necesite de levitar en éxtasis o tener estigmas, si Dios
no desea que sea así. La santidad de lo pequeño, de lo cotidiano, de la
cercanía a los demás, es la que nos permite ser levadura eficaz, que transforma
el mundo en Reino y la actualidad, en el Kairós (momento de Dios).
Néstor Mora Núñez
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