La dramática historia de una viña.
Por: P. Sergio A. Cordova | Fuente: Catholic.net
«En aquel
tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta
parábola: "Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca,
cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se
ausentó.
Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para
recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le
golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon.
De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los
trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: "A mi hijo le respetarán." Pero los
labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: "Este
es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia." Y
agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron.
Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará
con aquellos labradores?» Dícenle: «A esos
miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores,
que le paguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído
nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra
angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a
nuestros ojos? Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a
un pueblo que rinda sus frutos». Al oír estas palabras, los sumos sacerdotes y
los fariseos comprendieron que Jesús las decía por ellos y quisieron
aprehenderlo, pero tuvieron miedo a la multitud, pues era tenido por un
profeta.
REFLEXIÓN
LA DRAMÁTICA HISTORIA DE UNA VIÑA
Nuestro Señor nos cuenta otra historia en el Evangelio de hoy. A Jesús le
encantaba predicar por medio de parábolas porque así toda la gente le entendía
con facilidad y cada uno podía sacar de ellas las enseñanzas y aplicaciones
pertinentes para su propia vida.
Hoy nos narra la historia de una viña y de unos viñadores. Y también en esta
ocasión se dirige a los sumos sacerdotes y a los jefes del pueblo.
Había un rico propietario que poseía una viña. Y, a pesar de ser el dueño, él
mismo se encargaba de sembrarla, cuidarla, regarla, abonarla, escarbarla, etc.,
labores todas más propias de un jornalero que de un hacendado.
Pero en estos datos encontramos un mensaje muy rico y sugerente. Con esta
descripción, nuestro Señor quería recordar a sus oyentes otra historia muy
parecida que ya había contado el profeta Isaías a los israelitas ocho siglos
antes: la canción del amigo a su viña (Isaías 5, 1-7). Allí aparece con una
claridad meridiana el mensaje: el dueño de la viña es Dios, y la cuida con
infinito amor y cariño; la planta, la riega y la abona con sus propias manos;
le construye una cerca para protegerla de los animales selváticos; pero, en vez
de darle uvas buenas, la viña le da agrazones.
Entonces Dios se queja lastimeramente: –“¿Qué más
podía yo haber hecho por mi viña que no lo hiciera? ¿Entonces por qué,
esperando que diera uva buena, sólo dio uvas agraces?”... La viña es el
pueblo de Israel, que no corresponde a todos los cuidados con que el Señor la
ha tratado: ha sido ingrata e infiel. Ésta es la viña de la que nuestro Señor
habla en esta parábola.
Pero hay otro dato muy interesante: Cristo habla de viñadores crueles e
inicuos, que matan a todos los enviados del dueño de la viña, hasta que, por
fin, el propietario decide mandar a su propio hijo. Fijémonos muy bien en las
palabras de los viñadores homicidas: “Éste es el
heredero; venid, matémoslo y nos quedaremos con su herencia”.
Y añade nuestro Señor: «agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo
mataron». ¿Verdad que nos queda clara la alusión a
los profetas y a Jesucristo mismo? ¡Con cuán pocas pinceladas nos pinta el
drama de la pasión que, dentro de poco, tendrá que padecer a manos de los
judíos! También a Él lo agarrarán, lo empujarán fuera de la ciudad de
Jerusalén y lo matarán colgándolo de un madero.
–“¿Y qué es lo que hará el dueño de la viña con
esos viñadores?”–pregunta Jesús a los sumos sacerdotes. Y ellos se
condenarán por su propia boca: –“Hará morir a esos
malvados y dará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su
tiempo”. ¡Ellos son esos viñadores homicidas!
Esta parábola es la historia del pueblo de Israel. Y, después de la muerte de
Cristo, el pueblo judío será dispersado y la viña pasará a otras manos. El
antiguo Israel desaparecerá, la nueva viña será ahora la Iglesia de Cristo y
los nuevos viñadores los Apóstoles, el Papa, los obispos y los sacerdotes.
Sin embargo, esa viña también podemos ser tú y yo: tantos dones que hemos
recibido de parte de Dios con tanto amor y delicadeza, y que, tal vez, no hemos
respondido siempre a esos cuidados del Viñador celestial. Es más, quizá no le
hayamos dado frutos buenos, sino sólo uvas amargas y podridas. Cristo está
esperando que también nosotros “le demos los frutos
a su tiempo”. ¿Qué frutos has dado a Dios hasta el día de hoy en tu vida? ¿Eres
tú uno de esos viñadores homicidas que rechazan a Cristo con su rebeldía,
incredulidad o indiferencia? Ojalá que no.
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