domingo, 5 de marzo de 2023

LOS NOCTUARIOS

Cuando hace muchos años leí la biografía de santo Tomás Becket, me sorprendió que, siendo arzobispo de Canterbury, un día pidió que le acondicionaran un lugar para dormir esa noche dentro de la catedral. Aquella idea fue muy sorprendente para mí. Hasta entonces había pensado que la única posibilidad era velar ante el sagrario o la custodia. Pero la idea de llevarse un saco de dormir y pasar la noche en la presencia del Señor, durmiendo, me pareció bellísima: fácil, cómoda, pero llena de poesía; ¡dormir en la presencia del Señor, en su casa!

Han pasado los años y le he dado vueltas a esa posibilidad. Y considero que es una opción que los fieles más devotos, aquellos que gozan de la máxima confianza de sus párrocos, deberían tener en cuenta. Por supuesto que, por cuestiones de seguridad, no se puede dejar a cualquiera encerrado dentro de la iglesia. Pero hay feligreses que si lo solicitan, no suponen el más mínimo peligro.

A esos parroquianos que deseen dormir a los pies del sagrario, yo les permitiría traer una pequeña colchoneta para estar más cómodos. Y si ellos quieren venir con sus sábanas, almohada y mantas, también. Les indicaría dónde hay un aseo por si lo necesitan y les daría todo tipo de facilidades.

La idea de que en el templo haya alguien a los pies del Señor me parece bellísima. Como en los tiempos en que los apóstoles dormían en el campo junto a Jesús.

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En una catedral como la de San Abán (La Catedral de San Abán, se encuentra en Biblioteca Forteniana), situada en una urbe de dos millones de habitantes o más, será fácil que cada día haya un par de personas dispuestas a dormir en el templo. A estos se les podría llamar “noctuarios”, para distinguirlos de los adoradores (o los que velan).

En un macrotemplo como el que describí en ese ensayo, todos los días del año puede haber dos adoradores y dos noctuarios.

Los adoradores estarían en una capilla y los noctuarios en otra.

Por motivos de seguridad, el templo tendría que estar cerrado. Los adoradores y noctuarios tendrían un lugar establecido adonde llamar para que se les abriera.

P. FORTEA

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