martes, 3 de noviembre de 2020

ÁGUILAS Y PÁJAROS DODOS: LOS BUENOS Y LOS MALOS ENTREVISTADORES

En mi vida, he pasado por un cierto número de entrevistadores de medios de comunicación. Basado en mi experiencia puedo decir lo siguiente por si le sirve a algún estudiante de periodismo. (Aclaración: no conozco para nada la periodista de la foto.)

—Hay periodistas que usan al entrevistado como excusa para autoentrevistarse.

—Hay periodistas que hablan tanto tiempo como el entrevistado. Solo en un caso mucho más que el entrevistado. Este tipo de periodistas divagan y divagan. Al final tras un minuto entero se dan cuenta de que han caído en un monólogo, de que se están escuchando a sí mismos (normalmente, con mucho gusto), pero, desgraciadamente, recuerdan que se trata de una entrevista: y, entonces, rápidamente, improvisan una pregunta, la que sea.

—Un periodista se enreda en sus propios pensamientos, durante un rato, y acaba con este tipo de afirmación: no sé si me entienden o no sé si se me ha entendido. Pues por supuesto que no. Cuando un entrevistador hace esa pregunta, es que ni él mismo se aclara.

—He sufrido preguntas de dos minutos enteros en las que, al acabar la pregunta, le he tenido que decir del modo más cortés posible: No he acabado de entender la pregunta. Con cuánta delicadeza he tenido que hacer esa afirmación. En momentos así, se reformula todo en una frase por parte del entrevistador. Frase que, por supuesto, no tiene nada que ver con los dos minutos anteriores de supuesta pregunta.

—Pero si la pregunta-discurso es mala, peor es cuando un periodista te dice que te va hacer una batería de preguntas. Responda con un sí o no. En esos casos, trato de abstraerme, de distraerme e ir contestando sin dar muchas vueltas a la poca profesionalidad del que tengo delante.

—Más lamentable, y me ha pasado varias veces, es, cuando en la radio, el entrevistador se ha puesto a leer su guión, sus apuntes, su libreta, mientras yo respondía. Sin darse cuenta, al levantar la vista, de que la nueva pregunta que me estaba formulando al yo acabar había quedado totalmente respondida mientras se había abstraído en su lectura. En esos casos, nunca he humillado al entrevistador, pero he pensado sin dejar de poner cara de póker: ¡Mamma mia!

P. FORTEA

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