Leía en algún muro
de Facebook: «Dejad de romantizar lo que nos está pasando.
Dejad de romantizar….».
Cuando leo afirmaciones como esta, empiezo a entender el temor y lo terrible
del dolor y la muerte sin explicación.
Cuando alguien «grita» así
desesperadamente, sin entender las mil imágenes que se comparten de ciudades
con el aire más puro o de animales caminando por las ciudades. Sin entender los
mil mensajes de
ánimo que se comparten. Sin entender por qué la gente
aplaude desde sus ventanas o se ponen a cantar en conjunto.
Cuando veo esta
desesperación… empiezo a entender la magnitud del momento. El preguntarme sobre
Cristo, sobre si sabrá lo que verdaderamente estamos pasando. Sobre si
realmente hay una Pascua luego de este desierto…
Cristo este año está ausente,
Cristo este año no sale, ni en Semana Santa. Y así como la tristeza empieza a
tomar mi corazón por asalto, así de pronto el consuelo llega: «¿QUIÉN HA DICHO QUE CRISTO ESTE AÑO
NO SALE?»
¿Quién ha dicho esas
historias? ¿Que el Cristo este año no sale?, si está vestido de blanco, de
azul, en los hospitales…
¿Quién dice que el Nazareno no
puede hacer penitencia, si están todos atendiendo a enfermos en las urgencias?
De pronto puedo
mirar un poco más allá del miedo y del dolor de tantos.
¿Cómo que Jesús
Caído no saldrá el Miércoles Santo?
Mírale tú en nuestros médicos que
caen rendidos, exhaustos, con humildes cireneos ayudando a cada paso: celadores, enfermeras, administrativas, codo a codo, sin
descanso.
Un Cristo, que está
aquí, que ya vencedor, camina junto a nosotros
Igual que en la Borriquita pasó
Jesús por la tierra, nuestros héroes camioneros pasan las noches en vela para abastecer mercados de barrio, farmacias, tiendas…
Y de pronto aquellos que daba
por sentado, que incluso alguna vez acusé, salen a jugarse la vida por nosotros.
Ejército, Guardia Civil,
Policía… patrullan calles desiertas, y no están con sus familias sino cuidando
a las nuestras.
Y lejos de las ciudades, Jesucristo
está doblado sobre los surcos de tierra, se hace a la mar en un barco, tiende
cables, cava pozos o pastorea el ganado.
Nadie diga que el Señor no
está en las calles presente, cuando en las iglesias solitarias los sacerdotes celebran Misa diariamente.
Nadie diga que el Cautivo no
va a salir este año, mientras haya una voz buena llamando al que está encerrado.
Nadie diga que el Gran Poder no
va en su anda, cuando tantas vidas orantes se ofrecen y aman.
No lo hace solo con cansancio
en la mirada, con buen humor, sin fallarnos, también Cristo está presente en
cualquier supermercado, reponiendo estanterías o a pie de caja cobrando.
Jesús viene en un camión de
blanco y verde pintado, recoge nuestros desechos y se va sin ser notado.
Porque el amor que
vivimos es comunitario
Cuando veo a tanta gente que a
los suyos ha enterrado, siento que también salió la Piedad del barrio bajo, la
Virgen de las Angustias con su Hijo en el regazo.
Y aunque a todos nos asuste el
pasar por el Sepulcro, ahí está la fortaleza de Aquel que ha vencido al mundo.
Porque no se trata de estar
romantizando Tal vez no haya procesiones con imágenes talladas pero ya ves,
Cristo sale al encuentro de tu alma, en mil rostros escondido, sin cirios y sin campanas.
Que aunque no haya procesiones
por España en primavera, seguirá oliendo el incienso que pone su gente buena.
El amor salta las tapias, el
corazón no se encierra; será una «Semana Santa» más que nunca, y verdadera.
Aún no conocemos al
autor de este hermoso poema, aunque se le atribuye al Padre Álvaro Saenz. Si te
ha conmovido hasta lo más profundo como a mí, compártelo ahora mismo e inunda
de amor el corazón de tus amigos y seres queridos.
Escrito por Silvana Ramos
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