En el templo Mannenji
de Japón se encuentra una muñeca presuntamente poseída por el espíritu de una
pequeña niña fallecida.
Los sucesos de muñecas y muñecos infantiles que
adquirieron vida propia no son tan raros como podría creerse. A los conocidos
casos de la muñeca Ann Annabelle (que permanece actualmente en el museo de
Horror de los Warren en Estados Unidos) o el muñeco de paja Robert -que inspiró
la película “Chucky”-, existen otros casos
de juguetes malditos o poseídos.
En Japón, tierra de mitos, fantasmas y criaturas
extrañas, ocurrió hace más de ocho décadas el increíble caso de Okiku, la
muñeca poseída presuntamente por un espíritu y cuyo cabello no para de crecer.
La historia de este sobrenatural juguete se relaciona con una pequeña niña
japonesa llamada Kikuko Suzuki, de tres años de edad, quien en 1932 contrajo
una grave enfermedad que la obligó a guardar cama durante algunos meses.
Durante su convalecencia, el hermano mayor de
Kikuko, Eikichi Suzuki, de 17 años, visitó la ciudad de Hokkaido (Sapporo),
lugar donde le compró un regalo a su pequeña hermana enferma. Se trataba de una
simpática e inofensiva muñeca que media unos 40 cms. de alto, tenía un pelo
negro cortado a la altura de los hombros y vestía con un kimono tradicional
japonés. Sus ojos, además, parecían perlas negras dentro de una cara blanca de
porcelana hiperrealista. En cuanto Eikichi vio la muñeca, supo inmediatamente que
parecía hecha especialmente para su hermana; por ello, la compró de inmediato.
Cuando Kikuko recibió la muñeca de manos de su
hermano no volvió a separarse de ella. De inmediato la bautizó con el nombre de
Okiku, jugaba a diario con ella, la cuidaba a conciencia para que no sufriese
daños y le hablaba en los típicos juegos infantiles que suelen jugar las niñas
de corta edad. No obstante, con el paso del tiempo la salud de Kikuko comenzó a
empeorar. Tanto, que, en enero de 1933, la niña falleció tras pasar algo más de
cinco meses postrada en su cama, acompañada a diario por su inseparable muñeca.
Como era costumbre en Japón, el día de la cremación
del cadáver de Kikuko sus familiares colocaron los objetos que la niña más
estimaba para que se quemasen junto a ella, pero debido al gran dolor de su
pérdida, la familia olvidó dejar la muñeca entre los objetos que debían
incinerarse. Contrarios a quemarla a posteriori, la familia decidió finalmente
conservar la muñeca colocándola algunos días después junto a las cenizas de la
pequeña en un pequeño altar dentro de la vivienda familiar.
Sin embargo, con el paso del tiempo la familia se
percató, con espanto, que el cabello color azabache y liso de la muñeca, que
había sido cortado hasta los hombros en un estilo tradicional, comenzaba
inexplicablemente a crecer. En cosa de semanas el cabello había crecido hasta
las rodillas de la muñeca, lo que movió a pensar a la familia que el espíritu
de Kikuko estaba de alguna manera dentro de la muñeca. Incluso cuando volvieron
a cortar de nuevo el pelo de la muñeca, éste volvía a crecer inexplicablemente.
Con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en
1939, la familia Suzuki emigró de su lugar de residencia, y aunque estaban
seguros que el espíritu de Kikuko se encontraba en el interior de Okiku, confió
la custodia de la muñeca a los sacerdotes del tempo Mannenji en la ciudad de
Iwamizawa, Japón, quienes la guardaron junto a las cenizas de la niña. La
familia, por supuesto, también les explicó a los sacerdotes del templo las
cualidades sobrenaturales de la muñeca. Los monjes del templo, pese a su
incredulidad inicial, comprobaron posteriormente con sus propios ojos cómo el
pelo de la muñeca seguía creciendo. De ese modo, a medida que fue pasando el
tiempo cortarle el pelo a Okiku se convirtió en una de las tantas tareas
habituales de los sacerdotes en el templo, y éstos incluso solían colgar como
adorno las fotografías de la muñeca con el pelo de diferentes medidas.
La muñeca Okiku todavía permanece en la actualidad en el templo
Mannenji, en la prefectura japonesa de Hokkaido, donde es visitada cada año por
miles de curiosos que quieren comprobar por ellos mismos el fantástico
portento. Hoy en día, algunos incluso aseguran que no sólo el pelo de Okiku
sigue creciendo, sino que los labios, que antes estaban cerrados, ahora
permanecen levemente abiertos mientras que los ojos oscuros parece que miraran
fijamente a los visitantes, como si tuviesen vida propia.
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