Han
pasado 1.712 años desde que un prestigioso médico de Asia Menor llamado
Pantaleón fuese decapitado por no renunciar a su fe en Jesucristo. La
veneración de la Iglesia por sus mártires ha permitido que se conserven varias
reliquias, entre ellas, una ampolla con su sangre que cada 27 de julio –día de
su fiesta– se licúa.
Quien se acerque este jueves al
Real Monasterio de la Encarnación de Madrid se encontrará con un hervidero de
fieles que, como santo Tomás, quieren ver con sus propios ojos el milagro sempiterno
de la sangre licuada de Pantaleón, un médico asiático martirizado durante la
persecución de Diocleciano.
El científico pagano, converso
gracias al testimonio de un sacerdote, Hermolao, repartió todos sus bienes
entre sus empleados y los pobres, y se dedicó a practicar la medicina
gratuitamente. Otros médicos, por envidia, le denunciaron al emperador
Maximiano. Este mandó torturarle y decapitarle junto a Hermolao y otros dos compañeros
en el año 305. «Fue llevado a la plaza pública y
despedazado con garfios de hierro», explica Joaquín Martín Abad, capellán del
monasterio. «Los cristianos recogieron su cuerpo y su sangre, como hacían con
otros mártires, y le dieron sepultura en el campo de un profesor llamado
Adamantino».
El periplo de la reliquia hasta
el monasterio madrileño llega de la mano de doña María de Zúñiga, condesa de
Miranda, que tenía una hija en La Encarnación. «Donó
la reliquia que el Papa Pablo V regaló a su familia. La ampolla fue extraída de
otra más grande que está en Ravello, en la costa amalfitana de Italia. Hasta
allí la llevaron unos mercaderes de Estambul», señala el capellán.
El milagro de la licuefacción
sucede cada 27 de julio, y no solo en Madrid. «Lo mismo acontece en la ampolla
grande de Ravello», afirma Martín Abad. Unos dos meses antes el contenido las
ampollas «va cambiando de color, de más opaco –un color marrón violáceo oscuro–
se va haciendo más transparente y rojizo; al principio disminuye el volumen,
como se si contrajera, y después aumenta el volumen cuando paulatinamente va a
pasar al estado líquido», explica. El día 27 es cuando mayor grado de liquidez
muestra; «después de la fiesta, otra vez, también
poco a poco y progresivamente pasa al estado sólido: disminuyendo de volumen,
perdiendo la transparencia y volviendo recobrar el color más oscuro en el que
permanece el resto del año».
Este jueves, como cada 27 de
julio, cientos de fieles van a dar gracias al santo por los favores recibidos. «Normalmente vienen a pedir favores en relación con la
salud corporal, puesto que el santo fue médico; algunos matrimonios que no
tienen hijos acuden a pedir la gracia de la paternidad y la maternidad».
El día de la festividad, las
puertas del templo del monasterio de la Encarnación abren desde las 7:45 hasta
las 14:00 horas, por la mañana, y desde las 17:00 hasta las 22:00 horas por la
tarde. Por la mañana, se celebrará la Eucaristía a las 8:00, a las 10:30 y a
las 12:00 horas; y por la tarde, a las 19:00 y a las 20:30 horas. También
durante todo el día habrá confesores para atender a los fieles que deseen
reconciliarse en el sacramento de la Penitencia.
Alfa y Omega
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