Sabes que me encanta visitar a Jesús en el
sagrario.
No es que
necesite rezar allí para saber que me escucha. La Biblia es clara: “Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu
cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo
secreto, te compensará.” (Mt 6, 6)
Pero ocurre que Él se ha
quedado encerrado allí por mí, por nosotros. Es un prisionero de Amor.
Y además es mi mejor amigo. ¿Cómo no visitarlo?
¿Voy a rezar? ¡Por supuesto! Pero también voy a visitar a un amigo.
A veces mientras hago mandados
con mi esposa Vida, en auto, nos detenemos en diferentes parroquias para
sorprenderlo. Me asomo sonriendo:
“Ey… sorpresa”.
De pronto todo se ilumina en
aquel bello oratorio. Es como si Jesús me mirara ilusionado, la mirada de un
amigo que le alegra ver al otro y responde:
“Qué bueno que viniste Claudio. Te esperaba”.
Un día de casualidad se me
ocurrió decirle a un amigo que me contó que iba a ver a Jesús en el sagrario:
“Cuando lo veas dile que Claudio le manda saludos”.
Al día siguiente me escribió:
“Le dejé tus saludos. Pasé un rato sorprendente con
Jesús”.
Pensé feliz en cuánto
alegraría a Jesús esta pequeña travesura espiritual y continué. Les pedí a
ustedes el favor:
“Cuando vayan a visitar a Jesús en el sagrario,
salúdenlo de mi parte”.
Nunca imaginé la respuesta que
este pedido tendría. Empezaron a llegarme respuestas de todas partes del mundo.
Personas que visitaban a Jesús en sus pueblitos, o una gran ciudad o una
capilla en la cima de un monte.
Todos me decían:
“Claudio, saludé a Jesús de tu parte”.
Qué alegría. Y luego
terminaban la oración:
“Salúdale tú de mi parte por favor”.
En este momento me escribió un
sacerdote amigo desde Ecuador. Me ha enviado una foto de Jesús sacramentado en
su parroquia dignamente expuesto para su adoración.
“Mi mejor amigo” le respondí. “Por favor dile que Claudio es un desastre. Pero le
quiero mucho”.
Hace unos instantes me
escribió un sobrino:
“Estoy en Belén. Tuvimos hora santa. He
saludado a Jesús de tu parte”.
¿Lo que más me ha
impresionado? Cuando recibí este mensaje:
“Don Claudio, le escribo desde Angola. Le dije a
Jesús que usted le enviaba saludos”.
Es una alegría indescriptible.
Saber que con algo tan pequeño podemos alegrar y consolar el sacratísimo corazón
de Jesús.
Si
puedes visita a Jesús en el sagrario. Y
por favor… Dile que Claudio le manda saludos.
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