El Papa
Francisco ha escrito un correo electrónico a la carmelita argentina Mónica
Astorga, que trabaja desde hace once años en Neuquén, una ciudad del sur,
recuperando a transexuales de la prostitución, la droga y el alcohol. «En la época de Jesús los leprosos eran rechazados. Ellas
son los leprosos de la actualidad», asegura el Pontífice.
«A vos y al
convento los tengo cercanos a mi corazón, como también a las personas con las
que trabajan», escribió el Pontífice. Según recoge
el periódico local –lmneuquen.com– de la ciudad argentina, el Papa escribió a la carmelita «al conocer el proyecto de construcción de 15 viviendas
para mujeres transexuales, y la
apertura de un hogar de ancianos que será llevado adelante por estas mujeres».
No era la primera vez que se
comunicaba con ella. Según cuenta la carmelita descalza, el Papa Francisco está
al tanto de este acompañamiento y desde el principio la alienta a continuar.
Cuando fue elegido Papa, la hermana Astorga envió un saludo al obispo de Roma
de su parte y de las chicas que acompaña. «Él
respondió diciendo que no las juzgaba, que las quería y que supieran que Jesús
y María las quieren mucho. También me pidió que no abandone este trabajo que me
puso el Señor. Y se ofreció a acompañarme en lo que necesite». En ese mismo
texto le recordó que «en la época de Jesús los leprosos eran rechazados. Ellas
son los leprosos de la actualidad».
La
hermana Mónica Astorga, nacida en Buenos Aires hace 50
años, vive en un convento de carmelitas descalzas en Neuquén. En 2005 conoció a
Romina, una chica que quería dar un donativo a una parroquia cercana. Tras un
rato de charla, ella reconoció que se prostituía, dado que por su condición de
transexual no encontraba otro empleo. La mujer pidió ayuda a la hermana Mónica
para dejar la calle y la religiosa preguntó si conocía a otras chicas en su
misma situación. «Todas», respondió. «Entonces le dije que fuera a buscarlas. Ella se puso a
reír y me contestó: “Son como 70”», cuenta la religiosa. Para la hermana,
«es
indignante que haya hombres que las maltraten y las usen como si fueran la
basura de la humanidad».
Cuando llegó el primer grupo, la
hermana Mónica las invitó a la capilla a rezar, «para
poner toda su vida en manos de Jesús y poder fortalecer sus vidas». Una
de ellas le preguntó cómo podían rezar a Dios si habían sido rechazadas por sus
padres y familiares. «Les pedí que tuvieran fe.
Después les consulté sobre qué querían hacer en sus vidas, qué sueños querían
cumplir. Me contaron que querían ser peluqueras, o ser cocineras y tener su
propio local. Katty me dijo que quería tener una cama limpia para morir. ¿Por
qué? El promedio de vida de un
transexual es de 40 años».
La religiosa se puso manos a la
obra. Contactó a las autoridades de Cáritas y al obispo diocesano, monseñor
Virginio Bressanelli, y comenzaron un proyecto de peluquería y una cooperativa
de costura, mientras se restauraba una casa que les sirve en la actualidad como
residencia. Katty, que buscaba una cama limpia para morir, ahora dirige la
casa, el curso de costura y hospeda a otras transexuales que viven en la calle.
«Tenemos una
reunión mensual. Verlas rezar y pedirle al Señor paz y alegría solo puede
entenderse viéndolo. Son seres humanos, no animales, como muchas veces se las
trata», afirma la religiosa. «Yo hago esto
desde la fe. Trato de meter a Dios en sus vidas, que se sientan amadas por
Dios, que vean Jesús como un amigo que las quiere como son».
Cristina
Sánchez Aguilar
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