“Todo valor supone la existencia de una cosa o persona
que lo posee y de un sujeto que lo aprecia o descubre, pero no es ni lo uno ni
lo otro. Los valores no tienen existencia real sino adherida a los objetos que
lo sostienen. Antes son meras posibilidades.” (Prieto Figueroa, 1984, p.
186).
¿Qué se entiende por “Valor”?
¿Desde qué perspectiva se aprecian los valores?
¿Cuáles son sus características?
¿Cómo valora el ser humano?
¿Cómo se clasifican?
¿Desde qué perspectiva se aprecian los valores?
¿Cuáles son sus características?
¿Cómo valora el ser humano?
¿Cómo se clasifican?
Aún
cuando el tema de los valores es considerado relativamente reciente en
filosofía, los valores están presentes desde los inicios de la humanidad. Para
el ser humano siempre han existido cosas valiosas: el bien, la verdad, la
belleza, la felicidad, la virtud. Sin embargo, el criterio para darles valor ha
variado a través de los tiempos. Se puede valorar de acuerdo con criterios
estéticos, esquemas sociales, costumbres, principios éticos o, en otros
términos, por el costo, la utilidad, el bienestar, el placer, el prestigio.
Los
valores son producto de cambios y transformaciones a lo largo de la historia.
Surgen con un especial significado y cambian o desaparecen en las distintas
épocas. Por ejemplo, la virtud y la felicidad son valores; pero no podríamos
enseñar a las personas del mundo actual a ser virtuosas según la concepción que
tuvieron los griegos de la antigüedad. Es precisamente el significado social
que se atribuye a los valores uno de los factores que influye para diferenciar
los valores tradicionales, aquellos que guiaron a la sociedad en el pasado,
generalmente referidos a costumbres culturales o principios religiosos, y los
valores modernos, los que comparten las personas de la sociedad actual.
¿QUÉ SE ENTIENDE POR
VALOR?
Este
concepto abarca contenidos y significados diferentes y ha sido abordado desde
diversas perspectivas y teorías. En sentido humanista, se entiende por valor lo
que hace que un hombre sea tal, sin lo cual perdería la humanidad o parte de
ella. El valor se refiere a una excelencia o a una perfección. Por ejemplo, se
considera un valor decir la verdad y ser honesto; ser sincero en vez de ser falso;
es más valioso trabajar que robar. La práctica del valor desarrolla la
humanidad de la persona, mientras que el contravalor lo despoja de esa cualidad
(Vásquez, 1999, p. 3). Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son
considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento
humano hacia la transformación social y la realización de la persona. Son guías
que dan determinada orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y
de cada grupo social.
¿DESDE CUÁLES
PERSPECTIVAS SE APRECIAN LOS VALORES?
La visión
subjetivista considera que los valores no son reales, no valen en sí mismos,
sino que son las personas quienes les otorgan un determinado valor, dependiendo
del agrado o desagrado que producen. Desde esta perspectiva, los valores son
subjetivos, dependen de la impresión personal del ser humano. La escuela
neokantiana afirma que el valor es, ante todo, una idea. Se diferencia lo que
es valioso de lo que no lo es dependiendo de las ideas o conceptos generales
que comparten las personas. Algunos autores indican que “los valores no son el producto de la razón”; no tienen su
origen y su fundamento en lo que nos muestran los sentidos; por lo tanto, no
son concretos, no se encuentran en el mundo sensible y objetivo. Es en el
pensamiento y en la mente donde los valores se aprehenden, cobran forma y
significado. La escuela fenomenológica, desde una perspectiva idealista,
considera que los valores son ideales y objetivos; valen independientemente de
las cosas y de las estimaciones de las personas. Así, aunque todos seamos
injustos, la justicia sigue teniendo valor. En cambio, los realistas afirman
que los valores son reales; valores y bienes son una misma cosa. Todos los
seres tienen su propio valor. En síntesis, las diversas posturas conducen a
inferir dos teorías básicas acerca de los valores dependiendo de la postura del
objetivismo o del subjetivismo axiológico.
¿CUÁLES SON LAS
CARACTERÍSTICAS DE LOS VALORES?
¿Qué hace
que algo sea valioso? La humanidad ha adoptado criterios a partir de los cuales
se establece la categoría o la jerarquía de los valores. Algunos de esos
criterios son: (a) Durabilidad: los valores se
reflejan en el curso de la vida. Hay valores que son más permanentes en el
tiempo que otros. Por ejemplo, el valor del placer es más fugaz que el de la
verdad. (b) Integralidad: cada valor es una
abstracción íntegra en sí mismo, no es divisible. (c)
Flexibilidad: los valores cambian con las necesidades y experiencias de
las personas. (d) Satisfacción: los valores generan
satisfacción en las personas que los practican. (e)
Polaridad: todo valor se presenta en sentido positivo y negativo; todo
valor conlleva un contravalor. (f) Jerarquía: hay
valores que son considerados superiores (dignidad, libertad) y otros como inferiores
(los relacionados con las necesidades básicas o vitales). Las jerarquías de
valores no son rígidas ni predeterminadas; se van construyendo progresivamente
a lo largo de la vida de cada persona. (g)
Trascendencia: los valores trascienden el plano concreto; dan sentido y
significado a la vida humana y a la sociedad. (h)
Dinamismo: los valores se transforman con las épocas. (i) Aplicabilidad: los valores se aplican en las
diversas situaciones de la vida; entrañan acciones prácticas que reflejan los
principios valorativos de la persona. (j) Complejidad: los
valores obedecen a causas diversas, requieren complicados juicios y decisiones.
En una
escuela de enseñanza primaria, una maestra se dio cuenta de la vanidad que
había en las actitudes de sus alumnos. Valiéndose de una situación fantástica,
sugirió al grupo lo divertido que sería crear una ciudad imaginaria. Cada
alumno podría desempeñar el trabajo que quisiera. Llevando cuenta de las
elecciones hechas por los chicos, el grupo descubrió que tenían varios
doctores, abogados e ingenieros. Hubo un individualista que aspiraba a ser
vago. A continuación, preguntó al grupo si una ciudad así podría sobrevivir.
Entonces se puso de manifiesto la necesidad de agricultores, fabricantes de
herramientas, de personas dedicadas a la limpieza de las calles, etcétera. En
la discusión que siguió, los chicos se dieron cuenta, por primera vez, no sólo
de la importancia que tiene toda ocupación en nuestra sociedad, sino también de
las medidas que estaban usando para determinar el valor de una ocupación o de
una persona. Los distintos valores de nuestra sociedad que dan importancia a la
recompensa monetaria, a la categoría, al servicio social, etcétera, emergieron
del inconsciente al interés consciente de todos los miembros del grupo.
(Lifton, 1972, pp. 263-264)
¿CÓMO VALORA EL SER
HUMANO?
¿Cómo
expresa sus valoraciones? El proceso de valoración del ser humano incluye una
compleja serie de condiciones intelectuales y afectivas que suponen: la toma de
decisiones, la estimación y la actuación. Las personas valoran al preferir, al
estimar, al elegir unas cosas en lugar de otras, al formular metas y propósitos
personales. Las valoraciones se expresan mediante creencias, intereses,
sentimientos, convicciones, actitudes, juicios de valor y acciones. Desde el
punto de vista ético, la importancia del proceso de valoración deriva de su
fuerza orientadora en aras de una moral autónoma del ser humano.
¿CÓMO SE CLASIFICAN LOS
VALORES? ¿CUÁLES TIPOS DE VALORES EXISTEN?
No existe
una ordenación deseable o clasificación única de los valores; las jerarquías
valorativas son cambiantes, fluctúan de acuerdo a las variaciones del contexto.
Múltiples han sido las tablas de valores propuestas. Lo importante a resaltar
es que la mayoría de las clasificaciones propuestas incluye la categoría de
valores éticos y valores morales. La jerarquía de valores según Scheler (1941)
incluye: (a) valores de lo agradable y lo
desagradable, (b) valores vitales, (c) valores espirituales: lo bello y lo feo, lo justo
y lo injusto, valores del conocimiento puro de la verdad, y (d) valores religiosos: lo santo y lo profano. La
clasificación más común discrimina valores lógicos, éticos y estéticos. También
han sido agrupados en: objetivos y subjetivos (Frondizi, 1972); o en valores
inferiores (económicos y afectivos), intermedios (intelectuales y estéticos) y
superiores (morales y espirituales). Rokeach (1973) formuló valores
instrumentales o relacionados con modos de conducta (valores morales) y valores
terminales o referidos a estados deseables de existencia (paz, libertad,
felicidad, bien común). La clasificación detallada que ofrece Marín Ibáñez
(1976) diferencia seis grupos: (a) Valores
técnicos, económicos y utilitarios; (b) Valores
vitales (educación física, educación para la salud); (c)
Valores estéticos (literarios, musicales, pictóricos); (d) Valores intelectuales (humanísticos, científicos,
técnicos); (e) Valores morales (individuales y
sociales); y (f) Valores trascendentales
(cosmovisión, filosofía, religión) (p. 53).
“Tiene razón el liberalismo cuando dice que la sociedad es para el
hombre y no el hombre para la sociedad, pero diciendo la mitad de la verdad
escamotea la otra mitad: que el hombre que se refugia en su “interés privado” y
se pone como horizonte el “bien particular” desentendiéndose del Bien Común
está violando su dignidad de hombre y da la espalda a la tarea ética que le
correspondería en cuanto hombre digno.” (Mikel de
Viana, 1991, p. 15)
ANÉCDOTA DEL METODÓLOGO
PRINCIPIANTE
El
difunto Heinrich Böll, ganador del Premio Nobel de Literatura, escribió una vez
un cuento titulado “Anécdota para socavar la moral
de trabajo”. Este cuento ilustra de manera bastante entretenida el
problema de la modernidad y los valores universales, por una parte, y el
tradicionalismo con respecto a costumbres específicas, por otra. Imaginemos un
paraíso de vacaciones en el Mediterráneo, tal como hubiera podido existir en
Italia o España hace más de 30 años: una playa de arenas blancas y un cielo
azul, despejado, con un resplandeciente sol de mañana. Un turista solo –
compatriota de Böll y nuestro – camina por la playa, disfrutando de la
tranquilidad y el ambiente solitario de las primeras horas de la mañana. Pero,
no tarda en darse cuenta de que no está totalmente solo: se encuentra también
en este escenario un pescador de la localidad, recostado a la sombra de su
embarcación. El turista siente vergüenza por esa flojera tan flagrante que
viola su ética protestante, y se pregunta por qué será que el pescador está
ocioso a esa hora de la mañana. En vista de que conoce el idioma local,
despierta dentro de él su alma de etnógrafo y comienza a interrogar al pobre
pescador, preguntándole por qué no está trabajando, como debería.
Nuestro
pescador, con la cortesía y paciencia de la mayoría de las víctimas de los
etnógrafos y su sed de conocimientos, contesta que hoy tuvo suerte: ya ha
obtenido una gran pesca y se la ha vendido al pescadero por un buen precio. En
su opinión, ya ganó más que suficiente dinero por hoy. Entonces el turista se escandaliza
por esta evidente falta de previsión y advierte al pescador que debe poner más
atención a las eventualidades futuras: es posible que no siempre tenga tanta
suerte como hoy y, por lo tanto, sería conveniente guardar dinero para los
tiempos malos. Es más, el pescador debe pensar en su familia en caso de un
accidente grave y debe también guardar para un posible desastre. El pescador
continúa amistoso y paciente, y le explica que conoce bien su trabajo, con
todos los trucos y que, por consiguiente, confía en que siempre pescará
suficiente, aunque quizás no tanto como hoy. Y si llegase a suceder lo peor
-¡que Dios no quiera!- no hay por qué desesperarse; después de todo, tiene
muchos familiares y buenos amigos que sin duda estarían dispuestos a ayudar a
su familia en caso de mala suerte.
Entretanto,
mi compatriota ha pasado de etnógrafo a experto en desarrollo: comienza a
describir un futuro brillante, espléndido, para el pescador, con tal que éste
demuestre estar dispuesto a aceptar la orientación de su benévolo asesor. El
pescador no tiene sino que utilizar su tiempo al máximo, en lugar de permanecer
ocioso; así podría pescar más cada día. El dinero extra de esta pesca se podría
invertir en modernos equipos para pescar aún más y así obtener más ingresos
adicionales. De esta manera, el pescador podría invertir más dinero y
eventualmente comprarse un buen barco, y así sucesivamente… Después de algunas
fantasías más, el experto en desarrollo en potencia ya se está imaginando la
compra de helicópteros propios para llevar suministros frescos a la cadena de
restaurantes de lujo especializados en pescado. La paciencia de la víctima de
tan buenos consejos comienza a desvanecerse. Interrumpe a mi compatriota para
preguntarle por qué debe pasar tanto trabajo para semejante desarrollo. En este
punto, el desarrollista amateur se siente triunfante: “Si
logras todo esto, tendrá suficiente dinero para hacer todo lo que quiera el
resto de su vida”. “Eso está muy bien – le contesta el pescador – pero eso es lo que ya estoy haciendo… (Schiel,
1991, pp. 63-64)
REFERENCIAS
– Frondizi, R. (1972). ¿Qué son los valores? (3a. ed.). México: FCE.
– Lifton, W. (1972). Trabajando con grupos. México: Limusa Wiley.
– Marín Ibáñez, R. (1976). Valores, objetivos y actitudes en educación.
Valladolid: Miñón.
– Mikel de Viana (1991). Dignidad humana: Un paso más allá de los
Derechos Humanos y contra el Neoesclavismo Liberal. Suplemento Cultural de
Últimas Noticias, (1.230), 8-10.
– Prieto Figueroa, L. B. (1984). Principios generales de la educación. Caracas: Monte Avila.
– Rokeach, M. (1973). The nature of human values.
New York: Free Press.
– Scheler, M. (1941) Ética. Nuevo ensayo de fundamentación de un
personalismo ético (H. Rodríguez Sanz, Trad.). (1ª. ed.). Revista de Occidente,
I.
– Schiel, T. (1991). Modernidad & Universalismo. Caracas:
Universidad Central de Venezuela, UNESCO.
– Vásquez, E. (1999). Reflexiones sobre el valor (I). Suplemento
Cultural de Últimas Noticias, (1.606), 1-3.
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