Tras las lamentables escenas del
carnaval de las Palmas: Que la sociedad española va caminando de forma
acelerada hacia una auténtica y abierta persecución contra la Santa Iglesia
Católica resulta un hecho tan triste como evidente. Si los medios, los
políticos, el intelectual de la televisión y la señora que compra el pan con
bata y rulos en la cabeza se olvidaran de nosotros sería fantástico. Ojalá nos
consideraran intrascendentes y no se acordaran de que estamos allí, en una
esquina del Estado. Desgraciadamente, no nos van a dar la espalda.
Hablando con un jurista, él me
decía (es muy bondadoso) que no me preocupara, que aquí reina el imperio de la
Ley: los tribunales no permitirán que se vaya más allá de cierto límite.
Muchas veces en nuestros paseos
le he intentado hacer comprender que los tribunales nos defenderán mientras la
ley dé espacio para hacerlo. Cambiadas las leyes, los jueces no podrán hacer
otra cosa que aplicar lo que marque el ordenamiento jurídico. Ante un cambio de
las leyes, sólo cabe el Tribunal Constitucional, elegido por cuotas de partidos
políticos: Lasciate ogni speranza.
Adonde quiero ir a parar. Pues a
que, en unos diez o quince años, todo este proceso desembocará en una sentencia
de esos altos magistrados que será la que marcará un verdadero antes y un
después. Puedo imaginarme a todos los periodistas entrando por las puertas del
horroroso edificio de ese tribunal (espero que las sentencias sean mejores que
el edificio donde se gestan) y entrando en la sala habilitada para la prensa, a
la espera de la lectura solemne, oficial, definitiva de la sentencia emitida
por esos altos magistrados: la sentencia contra la Iglesia de Dios, con todas
las firmas, número de protocolo y sellos oficiales.
Sin duda, la nación esperará esa
sentencia con expectación. Será la primera noticia de los informativos. No sé
si tratará de cuestiones del IBI, de nacionalizaciones de templos, de
cuestiones acerca de la moral sexual. Lo que no tengo ninguna duda es que en
esa futura sentencia se derribará el último muro para contener las demandas
populares. Se derribará la última muralla que pudiera suponer una esperanza
para la supervivencia jurídica de la Iglesia en nuestra democracia.
Vamos
camino de esa última sentencia que será La Sentencia. La que marcará un antes y
un después.
No nos damos cuenta, pero lo de estos días en el carnaval de Las Palmas ya ha supuesto un cambio cualitativo. Caminemos los cristianos con serenidad, sin mal humor, a sabiendas de que vivimos en una sociedad que se dirige a paso ligero hacia la Gran Apostasía.
No nos damos cuenta, pero lo de estos días en el carnaval de Las Palmas ya ha supuesto un cambio cualitativo. Caminemos los cristianos con serenidad, sin mal humor, a sabiendas de que vivimos en una sociedad que se dirige a paso ligero hacia la Gran Apostasía.
P. FORTEA
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