La sociedad actual tiende a menospreciarse el valor del Matrimonio cristiano.
Pero la Iglesia, guardiana del deseo de su Señor, viene a recordarnos la verdad
que nos hace libres. Los esposos cristianos están llamados a encontrar en su
matrimonio y su familia el camino del Cielo, y el sacramento les da para ello
un aumento de la gracia santificante (*).
Cuando
los novios salen del templo, sus almas se encuentran más fuertes y más bellas
espiritualmente que cuando, unos minutos antes, entraron a él. Es, por tanto,
muy conveniente que los contrayentes reciban este sacramento libres de pecado
mortal.
Por ello,
se recomienda vivamente que antes de su boda se acerquen a recibir el
sacramento de la reconciliación o penitencia. Sin embargo, aunque uno o ambos
se casen sin esa limpieza del alma, el sacramento del matrimonio no dejaría de
producirse, con tal que se cumplan las demás condiciones.
Junto al
aumento de la gracia que abre el Cielo (dijimos que se llama gracia
santificante), el Matrimonio da su propia gracia específica, llamada gracia
sacramental. Ésta consiste en el derecho a recibir de Dios todas las ayudas
necesarias para que los esposos puedan amarse en Cristo sin infidelidad y para
siempre, así como el derecho a recibir todos los auxilios materiales y
espirituales exigidos para la fundación de su hogar.
Esta
gracia sacramental acompaña a los esposos durante todos los días de su
existencia en la tierra, hasta la muerte. Cuando el mal rato del esposo (o de
la esposa), decaído ante el cúmulo de dificultades cotidianas, le lleva a
sentirse víctima y a pensar que casarse fue un error, ése es el momento de
recordar que él (o ella) tiene la garantía de recibir todas las gracias
necesarias en esa situación, la garantía de recibir toda ayuda divina que pueda
requerir para fortalecer su flaqueza y superar la dificultad.
La gracia
especial del Matrimonio otorga así la generosidad y la responsabilidad para
engendrar y educar a los hijos; la prudencia y la discreción en los
innumerables problemas que la vida familiar lleva consigo; capacita a los
esposos para acomodarse el uno a los defectos del otro y sobrellevarlos. Todo
esto es lo que la gracia del Matrimonio puede hacer por aquellos que, con su
cooperación, dan a Dios la oportunidad para mostrar su grandeza.
El
sacramento del Matrimonio proporciona a los esposos y a los padres todas las
gracias de Nazaret, modelo de los hogares cristianos. Es, podríamos decir a modo
de resumen, el sacramento de la vida familiar en Cristo.
(*) La
gracia santificante que se recibe en el Bautismo es aquel don que nos hace
participar de la misma vida de Dios. Si al momento de morir tenemos este don,
alcanzamos la vida eterna. La gracia santificante se pierde por el pecado
mortal y puede recuperarse con el arrepentimiento y la confesión.
Ricardo Sada Fernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario