Ayer me planteé una interesante
cuestión teórica. Me imaginaba hablando con un presidente de una república
exsoviética. Uno de esos presidentes que tienen todo el poder político,
legislativo y judicial en sus manos. Por ejemplo, Nazarbáyev en Kazijistán. Y
que yo le decía: “Tiene todo el dinero que un
hombre puede desear. Su posición como Presidente está totalmente consolidada.
Siempre suele ganar el 95% de los votos. ¿Qué podría hacer por su pueblo? ¿Qué
podría dejarle para el futuro? Déjele una democracia modélica, déjele una
Justicia envidiable, deje a sus ciudadanos un estado de derecho”.
Si después de varios meses de
conversaciones, él me dijera: “Sí, quiero dejar eso
a mi pueblo. Evidentemente, no quiero quedar expuesto a mis enemigos. Las cosas
siempre se pueden ir de las manos. ¿Qué puedo hacer para no dejar el Poder,
pero sin dejarlo democratizar el país?”.
Ésa fue la cuestión que me
pareció muy interesante a nivel teórico. ¿Cómo se puede democratizar un país y,
al mismo tiempo, mantener todos los poderes en tu mano?
Se me ocurrió que una solución
podría ser esta: Mantenga todos los resortes del Poder en su mano. Pero cree ya
en vida las estructuras más modélicas de tipo judicial y legislativo. Cree un
Tribunal Supremo que sea perfecto. Con los magistrados más independientes y
modélicos. Los cuales, a su vez, irán creando tribunales a imagen y semejanza
del más alto tribunal.
Pero dígales a esos jueces que
usted, hasta el último día, será judicialmente inviolable. Para el resto de las
personas se seguirá este plan progresivo:
La policía podrá ser juzgada
dentro de un año con la nueva Justicia. Es decir, se les instruirá acerca de lo
que se puede hacer y no se puede en un Estado que respeta los derechos de los
ciudadanos. Pero podrán quedar tranquilas las fuerzas de seguridad. Sólo se les
juzgará de lo que hagan a partir de un año después del decreto presidencial.
Para todos los posibles crímenes, delitos y faltas cometidas con anterioridad,
se les seguirá juzgando según los tribunales y criterios que hasta entonces
habían regido.
Dos años después, se podrá juzgar
con la nueva justicia a los políticos. Para los crímenes, delitos y faltas
cometidas con anterioridad, se les aplicará la Justicia anterior.
Tres años después, se podrá
juzgar a las más altas instancias policiales y políticas, la cúpula del país,
que hasta entonces había quedado exenta de la jurisdicción de los nuevos
jueces.
Cuatro años después se podrá
juzgar a los familiares del Presidente y a los más altos oligarcas.
Durante cinco años, el Presidente
podrá conceder a cualquier ciudadano la conmutación parcial o total de las
penas. Después de cinco años, el Presidente se comprometerá a no interferir con
indultos en las condenas de los tribunales.
Durante esos cinco años, creará
un Senado con los más prestigiosos e independientes juristas. Esos senadores
propondrán leyes que tendrán que ser aprobadas por el Presidente. Pero el
propósito es que el Senado ya vaya trabajando en su labor legislativa con total
independencia y profesionalidad, en vida del Presidente. Para que cuando falte
él, pueda seguir haciendo su función sin necesidad de que el nuevo presidente
ratifique las leyes.
Por último, el Presidente creará
una cámara de parlamentarios que sea realmente representativa de la nación. El
Presidente podrá seguir gozando del 95% de los votos, pero se preocupará de que
esos parlamentarios sean de verdad lo mejor de ese país y que representen todas
las posturas e ideas razonables y constructivas.
Resultaría apasionante (por más
que sea algo altamente improbable) que un Presidente con plenos poderes se
dedicara en los últimos quince años de su vida a crear dos cámaras y un alto
tribunal lo más perfectos posibles, que se consolidasen y que pudiesen echar a
andar en cuanto él faltase.
Soy muy
consciente lo difícil que es que esto suceda en ningún país del mundo. Pero
sería formidable poder dedicarse a la tarea de crear esas instituciones desde
el mismo Poder sin abandonar el Poder.
P. FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario