El mensaje de las apariciones
a Santa Catalina Labouré, contiene una gran riqueza.
El padre René Laurentin
lo hace notar en su “Breve tratado de
teología Mariana“.
Cuando se analiza el contenido
doctrinal de una manifestación es necesario buscar no sólo en las palabras
mismas de la SS. Virgen.
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Las palabras pronunciadas van acompañadas de un conjunto de hechos, de gestos y de signos simbólicos que contienen enseñanzas y sobre las cuales debe detenerse nuestra reflexión.
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Las palabras pronunciadas van acompañadas de un conjunto de hechos, de gestos y de signos simbólicos que contienen enseñanzas y sobre las cuales debe detenerse nuestra reflexión.
María
cuidó de explicar Ella misma ciertos detalles de su manifestación a Catalina
Labouré.
Así cuando dice:
¡Hija mía! Este
globo representa al mundo… Estos rayos son símbolos de las gracias que
yo derramo sobre aquellos que me las piden.
En
cambio ha expresado ciertas verdades que nos quiere enseñar únicamente mediante
símbolos.
Esto es particularmente cierto, tratándose de los signos que figuran en el reverso de la
medalla.
Estos contienen una lección profunda bastante fácil de leer.
María misma
¿no dijo a la vidente que le preguntaba que debía escribir en el reverso: la
letra M y los dos corazones?
Veamos en primer lugar, en este capítulo algunos
objetivos generales buscados por la SS. Virgen.
ÉSTA ES LA “APARICIÓN MADRE”
Lo que primero impacta en las apariciones de la
calle du Bac, cuando se las compara con las manifestaciones posteriores de la
SS. Virgen, que la Iglesia ha aprobado, son las numerosas relaciones que tienen con estas últimas.
No solamente es necesario
relacionarlas con las otras cuatro grandes manifestaciones marianas que se
sucederán en Francia a lo largo del siglo XIX:
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en 1846 en la Salette; en 1858 en Lourdes; en 1871 en Pontmain; en 1876 en Pellevoisin.
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Sino también, señalar su nexo con las de Fátima de 1917.
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en 1846 en la Salette; en 1858 en Lourdes; en 1871 en Pontmain; en 1876 en Pellevoisin.
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Sino también, señalar su nexo con las de Fátima de 1917.
Las apariciones de 1830
contienen en germen todas las otras.
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Son como el resumen de todo lo que María dirá cada vez con más claridad e insistencia en sus manifestaciones sucesivas.
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María tiene un plan que va a desarrollar con mayor precisión en las otras intervenciones.
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Como se ha dicho: la aparición a Santa Catalina Labouré es la aparición-madre de la cual saldrán todas las demás.
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Son como el resumen de todo lo que María dirá cada vez con más claridad e insistencia en sus manifestaciones sucesivas.
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María tiene un plan que va a desarrollar con mayor precisión en las otras intervenciones.
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Como se ha dicho: la aparición a Santa Catalina Labouré es la aparición-madre de la cual saldrán todas las demás.
Desde este punto de vista, las manifestaciones
ulteriores de la Santísima Virgen pueden también ayudarnos a encontrar el sentido de tal o cual detalle simbólico de las
apariciones de la Rue du Bac.
Así, en el transcurso de sus
apariciones posteriores de los siglos XIX y XX, María va a insistir más y más
sobre el Rosario.
En
la Salette
donde habla también abundantemente por símbolos, María lleva alrededor de su
corona, en los bordes de su pañoleta y de su vestido, rosas de color rosado, rojo y oro.
A no dudarlo, María quiere hablarnos del Rosario con sus misterios gozosos,
dolorosos y gloriosos.
En
Lourdes es ya más precisa, lleva el Rosario en su brazo, lo toma entre
sus dedos, hace señas a Bernardita para que lo rece, se asocia también al rezo
pasando las cuentas del Rosario, diciendo el Gloria al Padre juntamente con la
niña.
En fin, en
Fátima será más explícita todavía: María se aparece seis veces y cada vez pide el rezo diario del Rosario.
Y
en el desarrollo de la última visión, el 13 de octubre de 1917, declara: “Soy
Nuestra Señora del Rosario”.
Deseo
que se levante aquí una Capilla en honor mío y que se continúe rezando el
Rosario todos los días.
Habiendo
dicho esto, sería desconcertante no encontrar el anuncio del Rosario en 1830.
Como lo veremos más adelante, parece correcto
afirmar que los quince anillos
esmaltados con piedras preciosas que María lleva en cada mano, no tienen
otro significado más que los quince
misterios del Rosario.
La verificación de estas relaciones con las
manifestaciones ulteriores de María nos muestra por consiguiente de antemano la
importancia y riqueza de la aparición a
Catalina Labouré.
ASIENTA EL DOGMA DE LA
INMACULADA CONCEPCIÓN
Parece comprobado que la
Medalla Milagrosa suscitó la corriente anhelada de fe y de invocación.
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El grado de presión espiritual necesario para la definición dogmática de 1854.
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El grado de presión espiritual necesario para la definición dogmática de 1854.
Es
debido a millones de medallas que rápidamente la Medalla de la Inmaculada
Concepción
(como se llamaba al principio), se extendiera como un reguero de pólvora.
No sólo en Europa, sino también en todo el mundo, sembrando gracias de conversiones y a menudo
el milagro.
De aquí el nombre que le adjudicó la voz popular “La Medalla Milagrosa”.
Desde
1833 (la medalla empezó a acuñarse en 1832) llegan cartas de Obispos a la calle
du Bac o al arzobispado de París para atestiguar que la fe renace.
Que la oración florece de nuevo, movimientos de conversión se manifiestan a
raíz de la difusión de la medalla de María sin pecado concebida,
revelada en París.
Por
eso en todas partes reclaman la famosa medalla, no solo las personas
particulares, sino parroquias enteras y aún diócesis, por medio de
sus párrocos y obispos.
De manera que la invocación “Oh María sin pecado concebida…”,
que llegó a ser como la oración jaculatoria de los años 1830 a 1850, preparaba
todos los corazones católicos al acto solemne de la Inmaculada Concepción.
Por el cual Pío
IX, proclamaría el 8 de diciembre de 1854, como dogma de fe que debía
ser creído por todo el mundo, el hecho de que María fue preservada del pecado original desde el primer instante
de su Concepción.
Esta contribución de la
Medalla Milagrosa a la creación del clima requerido para la proclamación de
este dogma, ha sido reconocida en el Congreso Romano del Cincuentenario de la
definición de la Inmaculada Concepción en 1904.
Ha
sido afirmada también por el oficio litúrgico de Ntra. Sra. de la Medalla
Milagrosa.
La Divina Providencia todo lo conduce maravillosamente.
La definición dogmática de
1854 fue preparada por las apariciones de la calle du Bac y fue confirmada
magníficamente por las de Lourdes en 1858.
REMEDIO FRENTE AL RACIONALISMO
Y AL MATERIALISMO
Éste es otro fin de María al aparecerse a Catalina
Labouré: Dar un antídoto al
racionalismo reinante y al materialismo que estaba por aparecer.
En el centenario de las apariciones de Lourdes, el
Canónigo Barthas sacó a luz un libro: “De la Gruta a la encina verde (de
Fátima)”.
Allí muestra que en las
manifestaciones marianas de 1830 a 1953 (Siracusa) el dato más evidente es la
revelación progresiva de las riquezas del Corazón Inmaculado de María, como
antídoto a las falsas místicas de los siglos XIX y XX.
Analiza
particularmente los casos de Lourdes y de Fátima y muestra que Lourdes fue un
remedio al racionalismo y Fátima al ateísmo.
Pues
bien, ambas manifestaciones son intervenciones de la Inmaculada.
LOURDES: REMEDIO FRENTE AL
RACIONALISMO
La
Inmaculada Concepción revelada en Lourdes ha sido un remedio providencial
contra el racionalismo.
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Los Papas Gregorio XVI y Pío IX, había ya comprendido que el dogma de la Inmaculada Concepción era un contrapeso de los errores modernos.
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Los Papas Gregorio XVI y Pío IX, había ya comprendido que el dogma de la Inmaculada Concepción era un contrapeso de los errores modernos.
Pío
IX sobre todo había captado el nexo real entre este dogma mariano, que se
encuentra en el centro de los misterios de la salvación y las negaciones o
alteraciones de la verdad provocadas por el racionalismo.
Por este motivo sobre todo, definió la Inmaculada
Concepción, dogma que María debía
confirmar cuatro años más tarde en Lourdes.
FÁTIMA: REMEDIO FRENTE AL
ATEÍSMO
Por otra parte la revelación
del Corazón Inmaculado de María y del Rosario en Fátima constituyó un remedio
contra el ateísmo.
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María se aparecía aquí al mismo tiempo que estallaba en Rusia la revolución roja y declaraba al respecto:
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“Si se hace lo que pido (recitación diaria del Rosario y consagración del mundo a su Corazón Inmaculado) habrá paz y Rusia se convertirá.”
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María se aparecía aquí al mismo tiempo que estallaba en Rusia la revolución roja y declaraba al respecto:
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“Si se hace lo que pido (recitación diaria del Rosario y consagración del mundo a su Corazón Inmaculado) habrá paz y Rusia se convertirá.”
Según esto al aparecerse en la calle du Bac en 1830
y traer la Medalla, la Virgen se
declara ya Inmaculada en su Concepción y anuncia la devoción a su Corazón
Inmaculado.
Sobre
la Medalla hace escribir: “¡Oh María sin pecado concebida…!”; es lo equivalente a lo que dirá en Lourdes:
“Soy la Inmaculada Concepción”.
Comienza
por lo tanto en 1830 a combatir el racionalismo. Por otra parte sobre la Medalla está su Corazón
Inmaculado al lado del Corazón de Jesús.
Anuncia
de antemano la lucha contra el materialismo que no iba a tardar en aparecer.
Es
evidente que las apariciones de la Virgen están en relación con las necesidades
de las almas y de la Iglesia.
Están
adaptadas a la naturaleza de los errores que era especialmente urgente
combatir.
He aquí porqué desde que conoció las
manifestaciones de la calle du Bac el Papa
Gregorio XVI favoreció con todo su influjo la devoción a la Medalla Milagrosa.
He
aquí porqué justamente en nuestro tiempo en que el materialismo, teórico o
práctico, hace correr el riesgo de sumergirlo todo, más que nunca
es necesario que nos volvamos a la Inmaculada.
Que escuchemos las recomendaciones del Corazón
Inmaculado de María hacia el cual nos orienta ya la Medalla y repitamos sin
cesar la invocación: “¡Oh María sin
pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!”.
MENSAJE DOCTRINAL DE LA
MEDALLA
Lo que impacta primero es que la Medalla presenta
el misterio de María en un contexto escriturístico como lo hacen la teología
actual y especialmente el Concilio Vaticano II.
EL MENSAJE BÍBLICO
El anverso de la Medalla
sintetiza la gran promesa de Dios en la primera página de la Biblia.
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La del Redentor y de la Mujer que le será asociada y que aplastará la cabeza de la serpiente infernal.
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Porque el mismo decreto divino que requería al Redentor, requería también la asociación de María a su obra redentora.
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La del Redentor y de la Mujer que le será asociada y que aplastará la cabeza de la serpiente infernal.
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Porque el mismo decreto divino que requería al Redentor, requería también la asociación de María a su obra redentora.
Por
el contrario el reverso de la Medalla nos muestra la última revelación mariana
de la Escritura.
La
de esa mujer que San Juan nos presenta en el Apocalipsis “revestida de sol, la
luna bajo los pies y coronada de doce estrellas”.
Y entre ambas está la página central de la
Revelación y de la actitud del amor de Dios a favor de la Humanidad.
El
misterio de la Encarnación y el de la Cruz en que el Redentor y su Madre están
unidos en la obra común de nuestra salvación.
Así como lo sugieren el simbolismo de la M coronada por la Cruz y el de los dos Corazones
doloridos.
María
estaba de pie junto a la Cruz y su corazón traspasado por una espada
sufría al mismo tiempo que el de su Hijo, Rey de los Judíos, crucificado y
coronado de espinas.
Pero
el hecho de mostrar la Medalla a la Virgen asociada a su Hijo, subraya otro
aspecto de la verdad teológica mariana.
La de ser Cristocéntrica, es
decir que María existe totalmente en función de Cristo y la devoción mariana no
tiene otra razón de ser sino la de llevarnos a Cristo.
CAMINO HACIA CRISTO
La Misión de María era darnos
a Cristo. Ella es Madre de Cristo para darlo al mundo.
Esto
crea entre Ella y Él un lazo tan profundo y tan único, que en adelante estará ligada
inseparablemente a Él para toda la obra de salvación tanto en su fase terrenal
como en su fase celestial.
Sin
Cristo, María jamás habría existido con sus privilegios incomparables.
Todo
en Ella está en función de Cristo: dar a luz a Cristo, ayudar a Cristo en su
misión, conducirnos a Cristo.
Lo
mismo debe decirse de nuestra piedad mariana. No amamos a María principalmente por Ella ni por
nosotros, sino porque es Madre de Cristo.
Y porque esta prerrogativa única de la Madre de Dios le ha valido todos los
demás privilegios que admiramos en Ella, que menciona la Medalla y que
someramente vamos a recordar.
LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Es el primer privilegio después de la Maternidad Divina,
y exigido además por esta última.
La
Medalla lo contiene clarísimamente. Ante todo en la breve invocación que en
ella está grabada: “Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que
recurrimos a Vos”.
Después en
la imagen bíblica de la mujer que aplasta la cabeza de la serpiente.
María
ha vencido totalmente el pecado. Jamás pudo el demonio perjudicarla en lo más
mínimo.
Aún
en el primer instante de su concepción, Ella estuvo exenta del pecado original y de sus consecuencias.
Ella es la Inmaculada, la
Purísima, la Santísima, poseyendo desde el primer instante de su existencia una
santidad en ese momento mayor que la del santo más grande al final de su vida.
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Y aún según muchos teólogos, que la de todos los santos juntos.
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Y aún según muchos teólogos, que la de todos los santos juntos.
Se ha visto más arriba, que uno de los fines de la
Virgen o mejor, de Dios al revelar la Medalla Milagrosa y al querer que se
repartiese tan rápidamente por millones en el mundo entero, era el de preparar la definición dogmática de la
Inmaculada Concepción.
Debemos creer, como un artículo de nuestra fe,
revelado por Dios, que María ha sido
concebida sin pecado, en virtud de los méritos de su Hijo, que le fueron
aplicados anticipadamente.
Porque
la Madre de Dios no es una excepción a la ley de la Redención.
Al
contrario, fue rescatada más maravillosamente que todos los demás descendientes
de Adán.
Estos
fueron redimidos por Cristo después de haber caído en el pecado.
María
en cambio, se benefició de los merecimientos de su Hijo siendo preservada del
pecado.
Complazcámonos
en proclamar nuestra fe en este privilegio único de María, tan importante
en la economia de la salvación.
Repitamos al mundo la invocación: “Oh María sin pecado concebida…”
Que ésta sea también, en nuestro tiempo en que el
materialismo domina, nuestra oración jaculatoria preferida.
A fin de que la Virgen Inmaculada, tan
poderosa ante Dios, por no haberlo ofendido jamás y por haberle agradado
siempre, nos haga vivir esa santidad
que, según el Concilio, es deber de todo bautizado.
Y para
que asista a la Iglesia en las circunstancias actuales en que el demonio
se manifiesta tan encarnizado contra Ella.
MEDIADORA UNIVERSAL
Después de la Inmaculada Concepción, otra
prerrogativa de la SS. Virgen, bien puesta en evidencia por la Medalla, es su
Mediación Universal.
Bajo su doble forma: Mediación de intercesión y Mediación en la distribución de la gracia.
INTERCESIÓN DE MARÍA
En
la aparición del 27 de noviembre de 1830, María se presenta desde el primer
instante a Santa Catalina, en su esplendor inmaculado y regio con un globo
entre las manos, que representaba al mundo entero y a todos los
hombres.
Tiene
los ojos levantados hacia el cielo en una súplica intensa y ofrece este globo a
Nuestro Señor.
He aquí la función que hasta
el final de los tiempos, cumplirá María ante su Hijo, porque su mediación
depende totalmente de la de Jesús.
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María en el Cielo es la orante suprema de la humanidad.
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Con Jesús y cerca de Él, intercede sin cesar por nosotros.
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Nuestra salvación está pendiente de este único misterio de intercesión.
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María en el Cielo es la orante suprema de la humanidad.
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Con Jesús y cerca de Él, intercede sin cesar por nosotros.
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Nuestra salvación está pendiente de este único misterio de intercesión.
Y esto está
plenamente de acuerdo con la doctrina mariana del Vaticano II, el cual
enseña esta mediación de la Virgen en el Cielo, pero en dependencia de Cristo,
mediador necesario y principal.
La primera fase de la aparición del 27 de noviembre
de 1830 contiene la misma enseñanza, es
a Nuestro Señor a quien María ofrece el globo, dice Sor Catalina.
Es
a Él a quien pide las gracias, porque todo viene de Él, única fuente
de salvación.
DISTRIBUCIÓN DE LAS GRACIAS
A
esta mediación de intercesión se agrega la de la distribución de las gracias,
como lo deja ver la segunda fase de la misma aparición.
Después
que María hubo dirigido a su Hijo una súplica ferviente mostrándole todas las
almas
y sus necesidades aparecieron en cada mano los quince anillos engarzados con
piedras preciosas.
Despidiendo “rayos luminosos, unos más hermosos que otros, rayos que son el símbolo
de las gracias obtenidas por María”.
Su
oración ha sido plenamente escuchada, porque Ella es la omnipotencia suplicante. Y
ahora va a distribuirlas.
Efectivamente, de repente, las
manos de María cargadas de gracia se dejan caer hacia el globo terráqueo sobre
el cual está Ella de pie.
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Y derrama sus gracias sobre todo el mundo particularmente sobre Francia y sobre cada alma en particular.
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Y derrama sus gracias sobre todo el mundo particularmente sobre Francia y sobre cada alma en particular.
Mas
esta noble Mediación de la Madre de Dios, de intercesión y distribución, supone
en nosotros el deber de “recurrir a Ella” a fin de obtener las gracias que
necesitamos.
No
descuidemos el pedirlas, porque es la ley establecida por Dios que todo lo
pidamos.
Hay
gracias que no se obtienen porque no se las pide: “Las piedras
que no brillan, explica la Virgen a Catalina, son las gracias que no se piden”
y sin embargo Ella se sentiría muy feliz en conseguírnoslas.
Dirijámonos
pues a nuestra Madre del Cielo, pero con entera confianza; porque siendo
Inmaculada, es todopoderosa en el Corazón de Dios, nos puede obtener todo
cuanto pedimos lo que es conforme con la voluntad de Dios.
MARÍA CORREDENTORA
El anverso de la Medalla
muestra a María como dispensadora de todas las gracias; el reverso enseña otra
verdad.
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Presenta a María unida a Jesús en la adquisición de la gracia.
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Porque la Virgen no es solo distribuidora de todas las gracias.
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Con Cristo en el Calvario es también la CORREDENTORA, adquiriendo con su Hijo las gracias que podrá distribuir.
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Presenta a María unida a Jesús en la adquisición de la gracia.
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Porque la Virgen no es solo distribuidora de todas las gracias.
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Con Cristo en el Calvario es también la CORREDENTORA, adquiriendo con su Hijo las gracias que podrá distribuir.
La
letra M lleva encima la Cruz. Esta se apoya sobre María, está como plantada en
Ella, por así decirlo.
Puede
que haya en esto una alusión a la Maternidad divina de la Virgen.
Pero
en este simbolismo queda ciertamente afirmado que Jesús y María no constituyen
más que UNO en la obra de la Redención.
Los
dos Corazones doloridos de Jesús y María yuxtapuestos tienen el mismo
significado.
No solamente un mismo amor, sino también una misma sangre han hecho latir estos dos
corazones.
La
sangre que el Hijo ofrece sobre la Cruz, es la sangre que recibió de su Madre y cuando la
lanza del soldado traspase el Corazón de Jesús, es sangre de María la que
correrá.
Es, por otra parte, lo que enseña el Vaticano II en la Constitución
dogmática sobre la Iglesia, en el Capítulo VIII, Nro. 61:
“María fue
asociada a la obra redentora de su Hijo a título absolutamente único…
padeciendo con su Hijo que moría en la cruz, aportó a la obra del Salvador una
cooperación absolutamente sin parangón…para restaurar la vida sobrenatural en
las almas.
Por eso ha sido para nosotros, en el orden de la
gracia, nuestra Madre.”
Ciertamente,
Jesús solo, porque es Dios, podía ser el Redentor pleno y necesario.
Pero
ha querido que su Madre participe dependiente de El de un modo secundario y no
necesario y por una gracia merecida por El, en el misterio de la Redención.
Al
lado del nuevo Adán, Cristo, María es la nueva Eva, que colaboró en nuestro
rescate, como la primera Eva contribuyó con el primer Adán a nuestra ruina.
Y
que no se vaya a decir que hay aquí una interpretación forzada del Vaticano II y que en el
texto citado más arriba no se trata de Co-Redención.
La palabra sin duda no está, pero sí se encuentra
la realidad.
Y
lo ha dicho un mariólogo tan entendido como el P. Balic, presidente de
la Academia Pontificia Mariana, en el Primer Congreso Mundial de Teología
Postconciliar, tenido en Roma a fines de septiembre de 1966, ante 1200 teólogos
y expertos.
Que el texto conciliar
contiene ciertamente la afirmación de la mediación y de la Co-Redención
mariana, así como enseña la Maternidad espiritual de María respecto a los
fieles, como jamás y en ninguna parte, había sido afirmada con tanto vigor.
MADRE ESPIRITUAL
Esta Maternidad Espiritual de
María, si no está afirmada explícitamente en la Medalla Milagrosa, está sin
embargo implícitamente contenida en ella.
Por
el hecho de que la Virgen ayudó al Redentor en nuestro rescate, es nuestra
Madre espiritual, la que nos dio la vida sobrenatural junto con su Hijo, como lo
recalca el texto conciliar citado más arriba.
En efecto
es allí, bajo la Cruz, donde se ubica el acto principal de esta maternidad,
donde María llega a ser de hecho nuestra Madre, la que lo era ya de derecho por
la Encarnación.
Porque llegando a ser la Madre de la Cabeza del
Cuerpo Místico, llegaba a ser también
la Madre de los miembros.
Pero, además Jesús quiso proclamar la Maternidad
espiritual de su Madre en relación con los hombres en el momento en que moría
en el Calvario, entregando a Juan en manos de María, porque es en ese momento precisamente en que María
sufriendo con Jesús nos daba con Él la vida sobrenatural.
Esta
Maternidad espiritual para con nosotros parece encontrar también confirmación
en la primera aparición a Catalina Labouré el 19 de julio de 1830.
Efectivamente,
esa aparición y la confidencia que tuvo lugar entre la Virgen y su vidente, se
desarrollan íntegramente en un clima de ternura maternal.
Palabras,
actitudes, gestos, todo es maternal en María.
La
Virgen está sentada sencillamente en el sillón del Capellán, como su propia
madre Santa Ana estaba representada en el cuadro que menciona Sor Catalina.
Esta última queda autorizada a apoyar familiarmente
sus manos sobre las rodillas de Nuestra Señora, quien llama a la humilde novicia: “Hija mía”.
La previene sobre las dificultades que encontrará y
le inspira confianza, como lo
hace una madre.
Maternalmente, se interesa por
todos y por todo, llora sobre las tristes consecuencias de los sucesos que han
de venir.
Pero, sean éstos los que fueren, la tranquiliza. “Ten confianza, le repite, yo velaré por tí”.
REINA UNIVERSAL
Otra prerrogativa es afirmada
por las apariciones de la calle du Bac y la Medalla Milagrosa, la de su Realeza
universal.
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Y ésta de una manera muy clara.
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El P. Gasnier O.P. en su estudio “La Medalla Milagrosa y la Realeza de María” escribe:
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Las tres apariciones a Catalina Labouré tienen su característica propia, su enseñanza particular que sobresale.
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Es, creemos, un curso graduado en tres lecciones sobre la Realeza Universal de María.
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Y ésta de una manera muy clara.
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El P. Gasnier O.P. en su estudio “La Medalla Milagrosa y la Realeza de María” escribe:
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Las tres apariciones a Catalina Labouré tienen su característica propia, su enseñanza particular que sobresale.
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Es, creemos, un curso graduado en tres lecciones sobre la Realeza Universal de María.
Sor
Catalina quedó muy impactada por la insistencia de la Virgen acerca del
simbolismo del globo sobre el cual estaba de pie; especialmente en la tercera
aparición.
Este
globo representa al mundo entero, particularmente a Francia y a cada persona en
particular.
Por
una inspiración ciertamente sobrenatural, la vidente vio en esto una afirmación de la
realeza de María.
Y ella siempre tan reservada y discreta, exclamó
con entusiasmo:
“¡Oh! Cuán
hermoso será oír decir: María es la Reina del Universo, particularmente
de Francia y los niños gritarán con alegría y entusiasmo “y de cada persona en
particular”.
Será
un tiempo de paz, de alegría y de dicha, que durará mucho, será llevada cual bandera y
dará la vuelta al mundo.
Parece
que en todas las palabras de María, sean estas últimas, en las que vio la afirmación
de la Realeza de Nuestra Señora, las que más impactaron a Sor Catalina.
Y el P. Gasnier, quien piensa que la enseñanza particular de las
manifestaciones de la calle du Bac es ésta de la Realeza de María, cree
aún poder decir lo siguiente:
“La primera aparición – Sor
Catalina a los pies de la Virgen – nos revela la Realeza de María sobre “cada
persona en particular”.
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La segunda aparición simboliza la Realeza de Nuestra Señora sobre “todo el mundo”.
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Y la tercera aparición, en la que la Virgen está de pie detrás del altar, teniendo a sus plantas el Sagrario nos recuerda que su Realeza se extiende hasta el “campo de la gracia”.
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La segunda aparición simboliza la Realeza de Nuestra Señora sobre “todo el mundo”.
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Y la tercera aparición, en la que la Virgen está de pie detrás del altar, teniendo a sus plantas el Sagrario nos recuerda que su Realeza se extiende hasta el “campo de la gracia”.
Y el mismo autor analiza todos los detalles de las
tres apariciones, relacionándolos con la Realeza de María.
RENOVACIÓN DE LA TEOLOGÍA
MARIANA
También aquí la Medalla Milagrosa y las
manifestaciones de María en la calle du Bac, anunciaban un nuevo desarrollo de la teología mariana.
El primero de noviembre de
1954, Pío XII proclamaba a María Reina del Mundo y coronaba la imagen romana de
la Virgen, llamada “Salud del Pueblo”.
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Al mismo tiempo que instituía la fiesta de María Reina, fijada en adelante el 31 de Mayo.
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Al mismo tiempo que instituía la fiesta de María Reina, fijada en adelante el 31 de Mayo.
La
idea de la Realeza de María, ciertamente no era nueva en 1830. Se remonta a los
primeros siglos de la Iglesia.
Ya
en las catacumbas, la Virgen, porque era Madre de Dios, está representada
sentada en un trono, como una emperatriz o reina, presentando al Niño-rey a la
adoración de los magos.
Y
a lo largo de veinte siglos de historia cristiana, María ha sido
llamada continuamente Reina. Testigo de esto son las hermosas antífonas
marianas: “Dios te salve, Reina y Madre” y otras varias.
Pío
XII no hizo sino exponer claramente una verdad ya conocida.
Pero no deja de ser una alegría el pensar que aún
aquí el Señor se sirvió de la humilde
Medalla Milagrosa para contribuir a poner una nueva perla en la corona
real de su Madre.
Las
doce estrellas del reverso de la Medalla hacen seguramente alusión al Capítulo XII del
Apocalipsis.
Según esto, María
es ciertamente esa mujer coronada de doce estrellas que vio San Juan en
la gloria del cielo, Reina de los Ángeles y de los hombres.
Además,
la imagen de la Virgen coronada con doce estrellas permite probablemente hacer
una evocación de su Asunción.
Está
revestida de sol, es decir, de la gloria celestial, de esa gloria con que
brillaba el cuerpo transfigurado de Jesús sobre el Tabor, en el que su rostro
apareció luminoso como el sol dice San Mateo.
He ahí las diferentes verdades de la teología
mariana, que según creemos se pueden encontrar en las apariciones de la calle
du Bac y en la Medalla Milagrosa.
Esta última es un verdadero libro de teología mariana para uso del pueblo cristiano; un
micro-Apocalipsis-mariano, como dice Jean Guitton, una
mini-revelación-mariana, una teología mariana en resumen, para uso de humildes
y pequeños, como todos debemos serlo, conforme a la afirmación de Jesús.
EN RESUMEN
En realidad, todo el misterio
mariano está aquí condensado:
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desde la Inmaculada Concepción hasta la Asunción gloriosa, en que María es coronada Reina de los Ángeles y de los hombres.
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Desde el Génesis, la primera y misteriosa alusión a la socia del Redentor, aplastando la cabeza de la serpiente.
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Hasta el Apocalipsis en que la Virgen, al mismo tiempo que la Iglesia con quien ella está íntimamente unida, habrá obtenido la victoria definitiva sobre Satanás.
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Pasando por la Maternidad divina, la asociación de María a Cristo en la Redención, la Mediación Universal bajo su doble aspecto, de intercesión y de distribución de las gracias.
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desde la Inmaculada Concepción hasta la Asunción gloriosa, en que María es coronada Reina de los Ángeles y de los hombres.
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Desde el Génesis, la primera y misteriosa alusión a la socia del Redentor, aplastando la cabeza de la serpiente.
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Hasta el Apocalipsis en que la Virgen, al mismo tiempo que la Iglesia con quien ella está íntimamente unida, habrá obtenido la victoria definitiva sobre Satanás.
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Pasando por la Maternidad divina, la asociación de María a Cristo en la Redención, la Mediación Universal bajo su doble aspecto, de intercesión y de distribución de las gracias.
Sí, en toda la doctrina
mariana de la Iglesia.
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María unida a Cristo y llevando a Cristo, María en el centro mismo de la Iglesia.
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Tal es la enseñanza teológica de la Medalla Milagrosa, tan bíblica, tan Cristocéntrica y tan eclesial.
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Tal cual el Concilio acaba de recordárnosla en el hermoso capítulo VIII de la Constitución dogmática sobre la Iglesia.
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María unida a Cristo y llevando a Cristo, María en el centro mismo de la Iglesia.
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Tal es la enseñanza teológica de la Medalla Milagrosa, tan bíblica, tan Cristocéntrica y tan eclesial.
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Tal cual el Concilio acaba de recordárnosla en el hermoso capítulo VIII de la Constitución dogmática sobre la Iglesia.
MENSAJE PASTORAL DE LA MEDALLA
LLAMADA A LA ORACIÓN
Es
ciertamente la primera lección de las apariciones de 1830.
Los
historiadores que han hecho un estudio comparado de las diversas apariciones aprobadas por la
Iglesia, a partir de 1830, hacen notar que el llamado a la oración no es una
excepción en ninguna de ellas.
No
hay nada extraordinario en ésta cuando se piensa el lugar privilegiado que
ocupa la oración en la vida de la Iglesia.
El
fin primordial de la Iglesia, ha dicho Paulo VI, es enseñar a orar.
Recuerda
a los hombres la obligación de la oración, excita en ellos la disposición natural necesaria
para la plegaria; les enseña por qué y cómo es menester orar
Hace
de la oración el gran medio de salvación y la proclama al mismo tiempo fin supremo y
próximo de la verdadera religión. (Alocución en la audiencia general del 20 de
julio de 1966).
Ahora bien, el llamado a la oración y el papel
primordial de ésta en la economía de la salvación son particularmente claros en las apariciones de la calle du Bac.
Desde luego son las únicas, entre todas las que han
tenido lugar después y que la Iglesia ha reconocido como sobrenaturales, que se han desarrollado en una Iglesia, “en una
casa de oración”.
Asimismo las apariciones tuvieron lugar, salvo la
primera, mientras la Comunidad de las Hijas de la Caridad estaba en oración, en
súplica, durante la meditación de la tarde.
Después María misma aparece en
oración, cumpliendo lo que es su gran función hasta el fin de los tiempos: La
Mediación de intercesión ante su Hijo.
Finalmente, la Medalla que nos da no es ningún amuleto, fetiche, que hay
que tener consigo para ser protegido.
Es
sobretodo una invitación a la oración, que es necesario dirigir al único Mediador entre
Dios y los hombres -Jesucristo-por medio de María: ¡Oh María sin pecado
concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
La
Medalla es el instrumento de las gracias que María consigue.
Las gracias, María no las
distribuye al azar.
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En sus palabras a Santa Catalina cuida de especificar que derrama las gracias sobre quienes se las piden:
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“La hermosura y el brillo de los rayos tan bellos son el símbolo de las gracias que derramo sobre las personas que me las piden”.
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En sus palabras a Santa Catalina cuida de especificar que derrama las gracias sobre quienes se las piden:
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“La hermosura y el brillo de los rayos tan bellos son el símbolo de las gracias que derramo sobre las personas que me las piden”.
Y
para que esa lección sea mejor comprendida, la Virgen la repite bajo una forma
negativa.
Afirma
que hay gracias que no se dan porque no se piden.
“Estas
piedras de las que no salen rayos son las gracias que se olvidan de pedirme”.
Por consiguiente, no hay que separar la medalla de la oración.
Por
el contrario
aquella debe ser un estímulo y recordar la necesidad de pedir, por María, todas
las gracias que necesitamos.
La
Medalla debe excitar nuestra fe, unirnos así más íntimamente con Dios y hacernos conseguir
más seguramente las gracias de vida cristiana, pidiéndolas, por medio de María,
cuya intercesión es todopoderosa ante su Hijo.
EL ROSARIO
Pero
hay una oración particularmente cara a María y que parece recomendarla al aparecerse a Catalina
Labouré, es la del Rosario.
El P. Gasnier, en su folleto: “La Medalla Milagrosa
y la Realeza de María”, lo demuestra bien en las páginas 18 y 19.
Dejémosle la palabra. Se nos da mayor precisión
acerca de la plegaria por excelencia que conviene dirigir a María, en el hecho
de que los rayos brotarán de los preciosos anillos que adornan las manos de la
Purísima, como las manos de una Reina.
Estos anillos eran tres en
cada dedo y cada uno de ellos estaba recubierto de piedras preciosas de tamaño
proporcionado.
Ahora bien, en esa época se recitaba precisamente
el Rosario con esa clase de anillos recubiertos con diez granos que se hacían pasar con el pulgar alrededor del índice.
Pues, se utilizaban ya en 1830 las decenas para
rezar el Rosario, como se practica en nuestros días.
Y
la prueba está en que el 20 de junio de 1836, Roma intervino para declarar que las indulgencias
concedidas a la recitación del Rosario podrán ser aplicadas a los anillos de
oro y de plata recubiertos de diez granos.
Nuestra Señora llevaba tres
anillos en cada dedo, es decir tenía en cada mano un Rosario entero de quince
decenas.
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Manera magníficamente elocuente de advertirnos que la oración que conviene dirigirle, “su oración” es el Rosario.
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Mas que todas las plegarias, el Rosario hace brotar de sus manos sobre las almas, torrentes de gracias.
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Manera magníficamente elocuente de advertirnos que la oración que conviene dirigirle, “su oración” es el Rosario.
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Mas que todas las plegarias, el Rosario hace brotar de sus manos sobre las almas, torrentes de gracias.
Se
ha visto más arriba que la Virgen volverá sobre esta lección en las apariciones
posteriores y siempre con más precisión e insistencia.
El
llamado será particularmente solemne y urgente en Fátima. María mira el
Rosario como el gran remedio a los males de nuestra época.
Por otra parte es lo que la misma Iglesia no cesa
de repetirnos desde hace un siglo, por
la voz de los Papas.
Sobretodo
de León XIII,
quien publicó una docena de encíclicas para llamar al mundo católico a recitar
el Rosario, y también, Pío X, Pío XI y Pío XII, Juan XXIII y en fin, Paulo VI.
Todos estos Papas no han cesado de confirmar el
llamado de María, y hacerse eco del mismo.
La
Madre de la Iglesia y la Iglesia misma no tienen sino una sola voz.
Paulo
VI, en su Encíclica sobre el Rosario, del 15 de setiembre de 1966, dice hablando del
Rosario:
“Esta oración, el segundo Concilio ecuménico del
Vaticano, la ha recomendado a todos los hijos de la Iglesia de manera muy
clara, aunque no explícita, cuando dice:
Que estimen en mucho las prácticas y ejercicios de
piedad hacia María que el Magisterio ha recomendado a lo largo de los siglos”. (Constitución
dogmática sobre la Iglesia Nro, 67)
Recemos
entonces el Rosario si queremos obtener abundantemente las gracias que María
distribuye, puesto que los rayos que simbolizan estas gracias salen de las
decenas del Rosario que María llevaba en sus manos.
Pero
velemos para decirlo con la devoción requerida.
Si
algunas piedras de estas decenas no brillan ¿no es porqué recitamos
negligentemente el Rosario?
En
su lecho de muerte, Catalina Labouré solícita de decir todavía a sus cohermanas
una palabra más sobre la SS. Virgen antes de abandonarlas, murmura
sencillamente: “Recomienden que se rece bien el Rosario“.
Ella
había comprendido la importancia de su rezo ferviente.
Señalamos también una lección que brota claramente
de las apariciones de la calle du Bac.
María
insiste sobre el culto eucarístico y orienta hacia la Eucaristía.
.
No sólo se aparece en la Capilla, sino cerca del altar y aún cerca del Tabernáculo.
.
Tal fue el caso en la primera y tercera aparición.
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No sólo se aparece en la Capilla, sino cerca del altar y aún cerca del Tabernáculo.
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Tal fue el caso en la primera y tercera aparición.
El
19 de julio de 1830, Nuestra Señora va a colocarse sobre las gradas del altar, del lado del
Evangelio y se sienta en el sillón del celebrante que debía estar contra el
altar, puesto que Sor Catalina estando de rodillas delante de la Virgen se
apoyaba sobre las gradas del altar.
Más, sobre todo, María invita con vehemencia a su
vidente a buscar fortaleza cerca del
Tabernáculo en las dificultades que habrá de encontrar en su misión:
“En cuanto al modo de conducirme en mis penas, Ella
me mostró con su mano izquierda el pie del altar y me recomendó de acercarme
hasta aquí, abrir mi corazón, asegurándome que aquí encontraría los consuelos
que necesito.”
Lo
mismo en las calamidades que París habrá de sufrir pronto, es cerca del
Sagrario donde será necesario buscar ánimo y confianza:
“Pero venid cerca de este altar, ahí las gracias
serán derramadas sobre todas las personas que las pidieran con confianza y
fervor: serán derramadas sobre grandes y chicos.”
Durante
la tercera aparición, como se ha señalado más arriba, la SS. Virgen se aparece
no ya a la altura del cuadro de San José como el 27 de noviembre, sino encima
del Sagrario y algo detrás.
El
Sagrario estaba inundado por los rayos que salían de sus manos. Esto es muy
significativo.
Efectivamente, Jesús en la Eucaristía, ¿no es el
mayor don que nos ha hecho María? La gracia no nos puede llegar en plenitud
sino por la Eucaristía.
Este
es el medio esencial y normal de recibir la gracia divina.
La
Eucaristía,
a la que rodean como otros tantos canales derivados los demás sacramentos
cristianos, es el instrumento por excelencia de la gracia, como la síntesis de
todas las gracias.
Por eso hacia ella nos orienta finalmente María.
Las
apariciones de la calle du Bac acaban como había empezado, orientándonos hacia
la Eucaristía.
El
verdadero oficio de Nuestra Señora es conducirnos a Jesús.
Al
conducirnos a la Eucaristía, María nos muestra también el sacerdocio y la
Iglesia entera,
con su jerarquía y su culto, cuyo centro es la Eucaristía.
Nos
recuerda que todas las gracias distribuidas por la Iglesia, Ella las ha
merecido con Jesús y con El las reparte, pero que es necesario pasar siempre
por nuestra Madre, la Santa Iglesia para conseguirlas y que no hay que
olvidarlo, cuando nos dirigimos a Nuestra Madre, la SS. Virgen.
OTROS MENSAJES
He
aquí algunas lecciones de esta Epifanía mariana de 1830. No agotan sin duda el
rico simbolismo de la Medalla.
En
efecto, al mostrarnos la Cruz que domina la letra M, la Virgen ¿no ha querido
acaso significar que nuestra vida como la suya debe tener parte en el misterio
de la Cruz?
Al
colocar ambos Corazones uno al lado del otro, ¿no ha querido estimular la doble devoción al
Corazón de Jesús y a su Corazón Inmaculado?
Al poner en la Medalla las doce estrellas, en las
que los Comentaristas del Apocalipsis han visto una alusión a los doce
apóstoles, ¿no ha querido recordarnos el deber del apostolado obligatorio para
cada cristiano bautizado?
Es posible, aunque menos evidente. Mas, aún sin
eso, la Medalla es bastante rica en lecciones para que la amemos.
LLEVEMOS LA MEDALLA MILAGROSA
Es
la recomendación de María misma a Catalina Labouré
– Haz acuñar una medalla según este modelo.
– Haz acuñar una medalla según este modelo.
Las
personas que la llevaren en el cuello recibirán grandes gracias. Las gracias
serán abundantes para las personas que la llevaren con confianza.
María en persona pide, por tanto que se lleve la
Medalla e indica de qué modo.
El llevar la Medalla tal cual
la Virgen lo recomienda es una manifestación de la auténtica devoción a las
sagradas imágenes como lo quiere la Iglesia.
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El 2º Concilio ecuménico de Nicea en 787, definió contra los iconoclastas la devoción católica a las imágenes de los Santos.
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La cual no se opone a la ley del Antiguo Testamento que prohibía las imágenes talladas y otras representaciones de la divinidad.
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Efectivamente, después de la Encarnación, Dios ha tomado una humanidad que puede ser representada.
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El 2º Concilio ecuménico de Nicea en 787, definió contra los iconoclastas la devoción católica a las imágenes de los Santos.
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La cual no se opone a la ley del Antiguo Testamento que prohibía las imágenes talladas y otras representaciones de la divinidad.
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Efectivamente, después de la Encarnación, Dios ha tomado una humanidad que puede ser representada.
Por
otra parte, se tributa a las imágenes pintadas o esculpidas de Jesús, de la
Virgen y de los Santos solamente un culto relativo: no es el trozo
de metal o papel pintado que se venera, pero hacer pensar en la persona así
representada e invita a honrarla.
Así
sucede cuando llevo conmigo y abrazo una fotografía de mi madre; mi acto de
piedad filial no va al cartón que la evoca, sino a mi madre en persona.
Por
otra parte, es un gesto tan natural y a veces tan necesario entre los seres
humanos, aún los más equilibrados, llevar consigo la imagen de un ser querido, especialmente
el de la propia madre.
¿Cómo entonces el cristiano no habrá de llevar la
imagen de su Madre del Cielo, María? ¿Y principalmente esta imagen que es la
Medalla Milagrosa, en la que la Virgen ha indicado ella misma de qué manera
deseaba ser representada?
¡Sin contar que la Medalla es una imagen de gran
riqueza teológica!
Es la síntesis genial y verdaderamente inspirada de
lo Alto, de toda la teología mariana tal como la Iglesia nos la presenta.
Además
la Iglesia ha bendecido esta Medalla.
Su
gran oración litúrgica ha venido a sancionar la recomendación de la Virgen y
transforma así en un sacramental su imagen llevada con fe y confianza.
Un
sacramental es un medio instituido o aprobado por la Iglesia y santificado por
ella, a fin de animar nuestra fe y nuestra oración y atraer así la gracia sobre
nosotros.
La
Iglesia sabe muy bien que necesitamos señales externas para suscitar nuestra
plegaria.
Sabe que somos seres sensibles que tenemos
necesidad de ver, tocar, besar un crucifijo, una medalla, para hacer brotar
nuestra fe y nuestro amor por Jesús, por María.
Precisamente
el llevar la Medalla Milagrosa nos ayuda eficazmente a tener una
actitud filial y amante hacia nuestra Madre del Cielo. Todos los que la llevan
lo han comprobado y pueden dar testimonio de ello.
¡Cuántas
veces al levantarse no se olvida uno de la oración de la mañana!
Pero aquel que lleva una Medalla Milagrosa al
cuello involuntariamente es llamado al orden y así es conducido de nuevo a
pensar en María y en Jesús.
Aunque no sea un pensamiento rápido y una breve
oración, la jornada ha empezado con María, con Dios.
Lo
mismo a lo largo de las horas; ¡cuántas veces la vista de esa medalla que uno
lleva eleva nuestro pensamiento a lo sobrenatural, nos incita a una breve
oración a María, sobre todo si llevamos la medalla de modo visible!
¿Quién conocerá alguna vez las gracias innumerables
que estas invocaciones rápidas y filiales habrán atraído sobre nosotros
especialmente si han sido hechas con confianza?
Y, ¿quién sabrá que invocaciones y que buenas
inspiraciones suscitará nuestra Medalla en los que nos vean llevarla?
Y, ¡quién dirá la actitud respetuosa que muchas
veces un novio, un esposo, se siente obligado a adoptar frente a la persona que
ama, pero porque le ve puesta bajo la protección de María, cuya Medalla le está
recordando su dignidad cristiana!
Sí, llevemos con confianza la
Medalla Milagrosa.
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La Iglesia y María, Madre de la Iglesia, saben lo que hacen, cuando comprometen a sus hijos a llevar con fe y confianza este signo bendito que invita a la oración, atrae la gracia sobre el alma y a menudo protege también el cuerpo.
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La Iglesia y María, Madre de la Iglesia, saben lo que hacen, cuando comprometen a sus hijos a llevar con fe y confianza este signo bendito que invita a la oración, atrae la gracia sobre el alma y a menudo protege también el cuerpo.
Ver además:
- Nuestra Señora
de la Medalla Milagrosa, Francia (27 de noviembre)
- La Medalla
Milagrosa cambió la vida de un sacerdote jesuita escéptico
- Videos con
la historia de la Medalla Milagrosa, Francia ( 27 de noviembre)
- Triduo a la
Medalla Milagrosa
- Novena a la
Virgen de la Medalla Milagrosa
- Súplica y Oración
de Consagración a la Medalla Milagrosa
- Santo
Rosario de Jaculatorias de la Medalla Milagrosa
Fuentes:
- http://www.chapellenotredamedelamedaillemiraculeuse.com/SP/a__Bienvenido.asp
- http://es.wikipedia.org/wiki/Catalina_Labour%C3%A9
- https://www.ewtn.com/spanish/saints/Catalina_Labour%C3%A9.htm
Foros de la
Virgen María
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