Los atentados a la vida constituyen uno de los pecados más graves contra la ley de Dios. Aborto, eutanasia, guerra, terrorismo, homicidio, drogas, son exponentes de la pérdida del sentido de la vida.
Vivir con
plenitud es desarrollar lo más posible las capacidades humanas, comenzando por
las más nobles. La vida es un don que se debe hacer fructificar tanto si es
larga, como si es corta; es un valor que no se debe despreciar. La violencia
contra la vida constituye uno de los pecados más graves contra la ley de Dios.
Nuestro siglo ha conocido atentados contra la vida a nivel masivo, como en
ninguna otra época pasada. La causa de estas atrocidades hay que encontrarla en
la extensión del ateísmo, del materialismo y del hedonismo. Estas ideas
convierten, a veces, a los hombres en lobos para los otros hombres; e incluso
su propia vida acaba pareciéndoles una carga excesiva y recurren, en número
creciente, a las drogas, suicidio, etcétera.
Entre las
formas de violencia sobre la vida se pueden destacar: el aborto, la eutanasia,
la guerra, el terrorismo como lacras especialmente significativas del siglo XX.
El suicidio, el homicidio, las drogas y las agresiones a la vida psíquica son
también exponentes de la pérdida del sentido de la vida.
ABORTO
El aborto
provocado o directo es la expulsión intencionada de un feto no viable fuera del
seno materno. Si esta expulsión no es provocada sino involuntaria no será
pecaminosa. El Vaticano II llama a este acto: «crimen
abominable» (GS, 51). Abominable porque la víctima es especialmente
indefensa e inocente: el niño aún no nacido, y a quien, además, se priva de la
vida sobrenatural al no bautizarlo.
En otros
tiempos se dudaba sobre el momento en que ya era un ser humano el niño
concebido en el seno materno. Hoy día la ciencia es clara; cuando el óvulo es
fecundado por el espermatozoide, tiene ya completo su código genético; entonces
ya posee toda la potencialidad de vida, que se irá desarrollando según las
leyes biológicas.
El
conocido científico J. Lejeune ha escrito: «Esta
primera célula (es decir, el resultado de la fecundación) va a empezar a
dividirse en dos, -cuatro, ocho, dieciséis, treinta y dos, sesenta y cuatro, y
se va a convertir en una pequeña mórula que se alojará en la pared del útero
materno. Siendo extremadamente minúsculo y midiendo milímetro y medio de talla,
es ya un ser humano, diferente de su madre y diferente de todos los demás
hombres (…). El corazón humano se anima al vigésimo primer día aproximadamente
y, al mes, siendo la talla del feto la de un grano de trigo, están ya todos sus
órganos esbozados: su cabeza, su tronco, los brazos, las piernas».
Además de
ser un grave pecado, el aborto implica dos graves consecuencias. Por un lado,
indica un desprecio de la vida. La vida ya no es algo que tenga valor en sí
mismo sino que depende de la voluntad del hombre, quien podrá destruirla cuando
le convenga. Por otra parte, altera todo el orden moral, pues el criterio de
bondad será el egoísmo y el placer, pero no el bien. La Iglesia ha dictado la
pena de excomunión para los que cometan este pecado o colaboren con los que lo
cometen. La excomunión es una pena eclesiástica que separa de la Iglesia y de
sus sacramentos. Para que se perdone, hay que confesarse con el Obispo, o con
algún sacerdote que tenga poderes delegados por el Obispo.
EUTANASIA
«Es la acción u omisión que, por su naturaleza o en la intención, causa
la muerte con el fin de eliminar cualquier tipo de dolor». (S. C. Doctrina de la Fe, 27-VI-1980). La eutanasia
afectaría a los subnormales, a los enfermos mentales o a los incurables. Las
razones que se aducen en su defensa se apoyan en que se trata de vidas
desdichadas, o que imponen pesadas cargas a la familia o a la sociedad.
UN TESTIMONIO
IMPRESIONANTE
Rosanna
Benzi, italiana, tiene veintisiete años. Enferma de poliomielitis desde hace
trece años y paralizada en todo su cuerpo, vive desde entonces en un pulmón de
acero que le permite respirar. Desde ese incómodo puesto de combate dirige la
revista Los demás, para minusválidos, que llega a dos millones de personas
marginadas de la sociedad por diversas causas.
Se trata
de una revista que realiza una valiente campaña para eliminar en ellos el miedo
y sacarlos del aislamiento en que les abandona la sociedad, que les rodea, por
una absurda incomprensión.
Rosanna
Benzi no es una persona triste; por el contrario, se declara feliz y su sonrisa
luminosa lo confirma. Pinta y se comunica con los demás, alentándoles y
dándoles confianza.
Pueden
darse casos extremos en los que la vida sólo pueda mantenerse por medios
extraordinarios. La doctrina de la Iglesia dice que no se está obligado a poner
medios «extraordinarios» o «desproporcionados». Sin
embargo, existe la grave obligación de buscar la propia curación o la ajena.
SÓLO DIOS ES SEÑOR DE
LA VIDA
La
Iglesia defiende una vez más al hombre diciendo: «Es
necesario afirmar con toda firmeza que nada ni nadie puede autorizar la muerte
de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo
incurable o agonizante. Nadie además puede ¡pedir este gesto homicida para sí
mismo o para otros confiados a su responsabilidad, ni puede consentirlo
explícita o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni
permitirlo. Se trata, en efecto, de una violación de la ley divina, de una
ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la vida, de un
atentado contra la humanidad» (S. C. Doctrina de la Fe, 27-VI-1980).
GUERRA
El drama
de la guerra es suficientemente conocido de todos y cómo a causa de este
enfrentamiento entre los hombres, se producen muertes, injusticias, hambres,
dolor, destrucción, etc. La gravedad se ha incrementado en el siglo XX por la
enorme capacidad destructora de los nuevos armamentos. Las dos guerras
mundiales de nuestro siglo y las múltiples guerras, que ha habido entre
diversos países, elevan los muertos por este motivo a bastantes decenas de
millones de seres humanos.
El
objetivo de todos los hombres debe ser la paz. La paz sólo se puede conseguir
si hay justicia. Una guerra de agresión será siempre injusta, pero cuando uno
es atacado injustamente, puede legítimamente defenderse. Sería, entonces, una
guerra justa. Sólo existirá una guerra justa cuando lo sea su causa y se hayan
agotado todos los demás medios de solucionar pacíficamente el conflicto.
Si se
miran de cerca todas las guerras se ve cómo, en su raíz, está el pecado humano:
soberbia, afán de dominio, venganza, mentira, odio, etc. La única solución
plena de la guerra es la conversión de los hombres, lo que Juan Pablo II ha
llamado el «desarme de las conciencias». Los
tiempos actuales ven dificultada esta meta por la existencia de ideologías que
ponen en su base de actuación la violencia y que buscan por todos los medios el
dominio mundial. Este es el caso del comunismo, que predica la lucha de clases,
la mentira como arma política y posee enormes ejércitos que amenazan continuamente
la paz mundial.
TERRORISMO
Siempre
en la historia de la humanidad se ha dado el asesinato político, pero en este
siglo ha crecido enormemente el uso del asesinato como arma política. Se le
llama «terrorismo». Su fin es alterar el orden político e instalar otro nuevo,
que dicen es mejor. El criterio moral del terrorismo se basa en el principio de
que el fin justifica los medios. Además, el modo de realizarse es
particularmente odioso, pues mata a inocentes, destruye bienes importantes para
todos y nunca se presenta abiertamente sino que utiliza el engaño.
El fin no
justifica los, medios. Este principio es de moral natural. Seguirlo facilitará
grandemente la convivencia entre los hombres.
Las
palabras de Juan Pablo II sobre este tema son claras. Después de insistir en la
necesidad de la justicia, dice: -La paz no puede ser establecida por la
violencia, la paz no puede florecer en un clima de terror, de intimidación o de
muerte. El mismo Jesús dijo: «Quien toma la espada,
a espada morirá» (Mt. 26, 52). Esta es la palabra de Dios, la que ordena
a los hombres de esta generación violenta a desistir del odio y la violencia y
arrepentirse (…) la violencia es un mal, la violencia es inaceptable como
solución a los problemas, la violencia es indigna del hombre, la violencia es
una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra
humanidad porque destruye la verdadera construcción de la sociedad-. Añadía
después con fuerza….que nadie pueda llamar nunca al asesinato con otro nombre
que el de asesinato, que a la espiral de la violencia no se le dé nunca la
distinción lógica de inevitable o de represalia necesaria. (29-1X-1979).
HOMICIDIO
Homicidio es producir injustamente la muerte de una persona.
La causa
de los homicidios culpables está siempre en la malicia del corazón humano. La
gravedad de este pecado es obvia. La Sagrada Escritura lo coloca entre los que
claman al cielo. La venganza, el odio, las rencillas políticas, etc., nunca
podrán servir de excusa para este crimen. No raramente los que llegan a este
punto han sufrido antes un deterioro de la conciencia y de las costumbres, que
ciega la inteligencia y tuerce la voluntad. Aunque es necesario un sistema
policial eficaz y unas leyes penales fuertes para prevenir el crimen, es
evidente que la lucha contra este mal tiene que ir a buscar la prevención del
crimen en el interior del hombre, pues aunque se castigue a los culpables nunca
se podrán devolver las vidas que se arrebataron.
Entre las
leyes penales para prevenir el crimen siempre ha estado el castigo. Uno de los
castigos -el máximo- ha sido la pena de muerte. Sobre este tema, tan discutido,
hay que decir: que su licitud no tiene duda -de lo contrario nunca lo hubiera
sido-; su conveniencia es discutible. En ella deberán ponerse de acuerdo los
ciudadanos de un país en unas circunstancias precisas, sabiendo que lo que en
unas circunstancias puede ser conveniente, en otras puede dejar de serlo y
viceversa.
La
prevención más eficaz de la delincuencia será tratar de conseguir que el
ambiente social sea moralmente bueno. Es indicativo a este respecto la estrecha
relación entre pornografía y delincuencia. También lo es el que muchos
delincuentes provengan de familias rotas o procedan de ambientes en que reina
la marginación, la injusticia y la incultura. La sociedad tendrá menos crímenes
si pone los medios jurídicos y económicos disponibles para proteger las
familias, evitar el divorcio y las separaciones, así como las marginaciones
sociales y distribuir la riqueza del mejor modo posible.
SUICIDIO
Todo
hombre tiene un fuerte instinto de conservación de la propia vida. Sin embargo,
el fenómeno del suicidio ha crecido de forma alarmante en este siglo.
En muchos
casos el suicidio es la acumulación de un estado de depresión psíquica. Los
estudios más recientes hacen ver que existe una relación muy grande entre el
número de suicidios y la pérdida del sentido de la vida. Cuando no hay ningún
valor por el que luchar (profesión, familia, una ideología política, un ideal
religioso, etc.) todo -pierde interés y la vida se va llenando de frustraciones
y se llega, fácilmente, a la sensación de que no vale la pena vivir. Este clima
es más fácil que se dé en ambientes materialistas, ya que como la felicidad
plena no puede alcanzarse con goces materiales, éstos acaban dejando vacío el
corazón. Hay comprobación experimental de que los suicidios se dan, en la
mayoría de los casos, salvo enfermedades psíquicas, en personas que no tienen
un profundo sentido espiritual de la existencia.
El suicidio es un grave pecado que, además, cierra las puertas a
cualquier solución de los problemas.
DROGAS
La droga
es un indudable atentado contra la propia vida. En general se llama droga a
cualquier sustancia química que ejerce un determinado efecto sobre el
organismo. En concreto este nombre se aplica a los fármacos que producen
sensaciones psicofísicas distintas de las habituales. Todas estas sustancias
(incluso las medicinas si no se toman por prescripción médica) pueden dañar al
organismo. La gravedad moral de las drogas viene de que se toman con el único
fin de producir sensaciones placenteras fuera de lo normal. Existen diversos
tipos de drogas. Unas crean una dependencia física tal, que dejarlas de tomar
súbitamente produce dolores, angustias, pudiendo incluso llevar hasta la
muerte. Otras producen una dependencia psicológica y menor dependencia física,
aunque casi siempre el uso de las drogas llamadas «blandas»
conduce a las «duras».
El uso de
drogas equivale a una mutilación. No se trata de una mutilación del cuerpo,
sino del sistema nervioso que queda gravemente tarado. Se da una destrucción de
la personalidad que en los casos avanzados equivale a la destrucción del
individuo. La pérdida voluntaria de conciencia es muy grave, pero incluso es
frecuente que la droga lleve al robo y a la muerte -propia y ajena- y a
convertirse los adictos en parásitos de la sociedad por hacerse inútiles para
el trabajo.
La
extensión de la droga es un triunfo de los traficantes que ganan fuertes sumas
de dinero a costa de aquellos desdichados que no pueden, por la adicción,
abandonar el consumo. En los casos más suaves es una forma de conformismo y de
frivolidad de aquellos que tienen un horizonte pobrísimo en sus vidas y que
acabarán en un vacío angustioso, si no reaccionan.
VIOLENCIAS A LA VIDA
PSÍQUICA
No
solamente se puede atentar contra la vida física del hombre, sino también a su
vida psíquica. Todo hombre tiene derecho a que se le respete su integridad
psíquica sin manipulación alguna.
Entre las
formas de violencia psíquica están los interrogatorios inhumanos (lavados de
cerebro) por los que el hombre pierde por completo su personalidad.
Otra
forma de violencia es la propaganda llevada más allá del nivel consciente, o la
repetición tan reiterada de los eslóganes o fotos que hace casi imposible no
verse afectado.
Violencia
a la integridad de la vida psíquica es la pornografía que va produciendo en los
sujetos una degradación de la persona, e incluso, a veces, de sus instintos
normales, creando verdaderas neurosis obsesivas.
Atenta
contra la vida psíquica del hombre todo género de mentiras, especialmente las
que adoptan formas -violentas»: perjurios, traiciones, deslealtades, calumnias,
etcétera.
LA IGLESIA DEFIENDE LA
VIDA HUMANA
Son
numerosísimas las declaraciones de la Iglesia defendiendo la vida, además de
las muchas acciones y asociaciones promovidas por ella dirigidas a protegerla:
asilos de ancianos, ambulatorios, hospitales, hogares de marginados, etcétera.
He aquí un reciente
texto muy claro:
«La vida humana es el fundamento de todos los bienes, la fuente y
condición necesaria de toda actividad humana y de toda convivencia social. Si
la mayor parte de los hombres creen que la vida tiene un carácter sacro y que
nadie puede disponer de ella a capricho, los creyentes ven a la vez en ella un
don del Amor de Dios, que son llamados a conservar y hacer fructificar. De esta
última consideración brotan las siguientes consecuencias:
1.º
Nadie puede atentar contra la
vida de un hombre inocente sin oponerse al amor de Dios hacia él, sin violar un
derecho fundamental e inalienable, sin cometer, por ello, un crimen de extrema
gravedad.
2.º
Todo hombre tiene el deber de
conformar su vida con el designio de Dios. Esta le ha sido encomendada como un
bien que debe dar sus frutos ya aquí en la tierra, pero que encuentra su plena
perfección solamente en la vida eterna.
3.º
La muerte voluntaria, o sea el
suicidio, es, por consiguiente, tan inaceptable como el homicidio; semejante
acción constituye, en efecto, por parte del hombre el rechazo del amor a sí
mismo, una negación de la natural aspiración a la vida, una renuncia frente a
los deberes de justicia y caridad hacia el prójimo, hacia las diversas
comunidades y hacia la sociedad entera, aunque a veces intervengan, como se
sabe, factores psicológicos que pueden atenuar o incluso quitar la
responsabilidad. Se deberá, sin embargo, distinguir bien del suicidio aquel
sacrificio con el que, por una causa superior -como la gloria de Dios, la
salvación de las almas o el servicio a los hermanos- se ofrece o pone en
peligro la propia vida» (S. C. Doctrina de la Fe, 27-VI-1980).
Enrique Cases
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