ROMA, 20 Nov. 16 / 09:42 am (ACI).- En la entrevista que
concedió a TV2000 e InBluRadio, el Papa Francisco narró dos dramáticas y
conmovedoras historias que quedaron en su corazón luego de los Viernes de
Misericordia del Año Santo que hoy concluye.
El Santo Padre recordó los casos de una mujer que fue rescatada de la
prostitución y que era torturada por sus explotadores, y la historia de una
mujer que había dado a luz a tres bebés de los cuales uno murió y que no tenía
consuelo tras esa muerte.
Estas son las dos historias que narró el Santo
Padre:
“La primera: cuando visité a las
mujeres que están siendo rescatadas del sufrimiento de la prostitución. Me
acuerdo una de África: muy guapa, muy joven…, y explotada. Estaba embarazada.
No solo había sufrido la explotación, sino que incluso la habían sometido a
palizas y torturas: ‘Tienes que ir a trabajar’… Y ella, cuando contaba su
historia, había 15 niñas allí que me contaron sus historias, me dijo: ‘Padre,
he dado a luz en invierno en medio del camino y sola. ¡Sola! Y ahora mi niña
está muerta’. La hacían trabajar hasta el final del día, porque si no llevaba
suficientes ganancias la golpeaban y la torturaban. Un día le cortaron una
oreja porque no había ganado lo suficiente. Esto es… Y yo pensaba no solo en
los explotadores, sino también en los que pagan a las niñas: ¿Es que acaso no
saben que con ese dinero, para buscar una satisfacción sexual, están
contribuyendo a la explotación de esas niñas?
La segunda: aquel día
que fui a acompañar en los dos extremos de la vida: el principio y el final. Fui al
hospital cercano al Gemelli, un hospital que tiene relación con el Gemelli,
pero para enfermos terminales. El mismo día fui al hospital San Giovanni, a la
sala de maternidad, y había una mujer llorando, llorando, llorando, delante de
sus hijos gemelos…, pequeños pero muy bellos. Su tercer hijo había muerto. Eran
tres, pero uno había muerto. Ella lloraba por su hijo muerto mientras
acariciaba a los otros dos. El don de la vida.
Y entonces pensé en esa costumbre de deshacerse de los niños antes de
que nazcan, ese horrendo crimen. Se deshacen de ellos porque les resulta mejor
así, porque es más cómodo. Es una responsabilidad muy grande, es un pecado
gravísimo, ¿no? Es una responsabilidad muy grande.
Esta madre, que había tenido tres hijos, lloraba por el que había
muerto, y no podía consolarse con los dos que estaban vivos. El amor de la vida
en cualquier situación… Me resulta tan grande… Dos cosas que he visto…”.
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