miércoles, 21 de septiembre de 2016

¿QUÉ PASARÍA SI LOS ‘MALOS’ NO FUERAN JUZGADOS CON SEVERIDAD?


Todos conocemos a esa gente de quien no se puede esperar nada bueno. Ni se arrepienten de nada.
Y sin embargo muchos de ellos son materialmente y socialmente exitosos en la tierra.
¿Es correcto eso? ¿Una sociedad puede vivir pacíficamente con gente así?
Seguramente la mayoría responderemos que no. ¿Pero entonces donde se atendrán a un juicio severo sobre sus maldades?
Una vez que terminemos nuestra prueba en la tierra nos enfrentaremos a tres instancias.
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O vamos derecho a vivir con Dios para toda la eternidad.
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O lo haremos algún día pero ahora debemos purificarnos por ciertas maldades que hicimos.
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O somos tan impenitentes que pasaremos la eternidad fuera del paraíso y castigados.
Estos estados terminales son ante todo una necesidad para vivir nuestra vida en sociedad pacíficamente.
Y es la elección de cada uno desde ahora. ¿Dónde queremos pasar la vida eterna?
Por lo tanto, ¿es realista pensar que todos se van a salvar? ¿No hay gente que no se arrepiente de ninguna manera?
Sin embargo sentimos permanentemente en la Iglesia que todos van a ir al cielo.
Desarrollaremos todos estos temas.
LA INSTANCIA DE JUSTICIA ES UNA NECESIDAD PARA QUE EL HOMBRE VIVA EN SOCIEDAD
El infierno o su equivalente se encuentra en las Escrituras. También se encuentra en el trabajo de Platón.
Y en realidad, es una forma muy útil para enseñar o recordar la importancia de nuestras acciones diarias.
Lo que inquietaba a Platón era si el mundo fue, de hecho, creado en la injusticia, ya que parecía ser así.
Él observó lo que le sucedió a su amigo y mentor Sócrates, que fue ejecutado en un juicio legal en la mejor de las ciudades.
Y se dio cuenta de que en este mundo muchas injusticias no son castigadas, y muchas buenas obras no son recompensadas. Nadie podría negar este hecho.
Pero, si es cierto, ¿qué significaría esto? Esto significaría que lo que hacemos, realmente no hace ninguna diferencia definitiva.
Si los culpables no son castigados y reciben los mismos, o mejores beneficios que los virtuosos, entonces el mundo es simplemente injusto e incoherente.
Sólo si hay un más allá, si el alma es inmortal, podría ser comprendida esta injusticia.
Por consiguiente, la doctrina del infierno no surge tanto de Dios, sino de nosotros.
De repente nos damos cuenta que, sin el infierno, nada de lo que hacemos hace realmente alguna diferencia.
No “paga” ser justo o injusto. Eso no importa. Nada importa. La mayoría de las personas concluyen de estas consideraciones: “¿Por qué no ser injusto, entonces?”
De hecho, lo que suele suceder es que no podemos soportar la idea de que el caos de nuestras vidas y sociedades no tengan una causa inteligible.
¿Pero podemos erradicarla las malas conductas en la tierra?
Como el Papa Benedicto XVI profundizó en Spe Salvi, lo que hacemos es trasladar la idea del infierno desde el otro mundo a este mundo.
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Se proponen ideologías políticas, ecológicas, o psicológicas para designar la “causa” del mal.
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Prometen identificarla y erradicarla.
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Y por lo general, terminan acusando a otras clases, pueblos, religiones o nacionalidades de todos los problemas humanos.
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Ellos terminan empeorando las cosas.
John Adams, el segundo presidente de Estados Unidos, se dice que hubo remarcado que “el infierno es la doctrina política más esencial.”
¿Por qué dijo esto? El Gobierno no puede castigar todos los delitos, una visión con la que Santo Tomás de Aquino estuvo de acuerdo.
Debe haber alguna comprensión de que la sociedad política no es la única ni toda la explicación de la vida humana.
El Gobierno depende de una justicia que en sí misma no puede realizar plenamente.
A menos que tengamos algunas personas que están sólo viviendo por el bien del honor y la razón, vamos a vivir en una selva.
Y aquellos que salen avante con sus crímenes impunes, no pueden dejar de pensar que no hay consecuencias por sus actos injustos.
Los gobiernos que no profesan creencia alguna en el infierno por lo general terminan creando su propia versión del mismo en la tierra.
Así que, si echamos un vistazo final al infierno, de repente veremos que su origen tiene que ver con la libertad en la que hemos sido creados.
Si otros seres humanos son tan importantes como pensamos que son – tan importantes que han sido creados para ser – se deduce que el infierno indirectamente nos enseña esta verdad fundamental de nuestra dignidad.
Todos nosotros, grandes y pequeños, estamos envueltos en el drama de la existencia humana, la propia y la de los que conocemos y con quienes convivimos.
Pocas personas no han visto las ruinas que los pecados y las malas decisiones han causado a sus amigos y familias.
No es sólo una cuestión de los grandes males políticos como el aborto y la corrupción, sino también el dolor causado a niños, esposas, esposos, amigos, incluso enemigos.
En este sentido, el concepto del infierno es bastante útil para nosotros.
Una vez que existimos somos lo suficientemente libres para entrar en el drama personal de querer hacer lo que es digno de nuestra importante existencia.
El infierno no es otra cosa más que el resultado de nuestro rechazo personal, que se manifiesta por la forma en que vivimos nuestras vidas, para elegir lo que debería ser.
El juicio de Dios no es más que la confirmación de nuestro propio juicio sobre nosotros mismos.
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Ni Dios puede “hacernos” elegir ser otro que lo que insistimos ser.
El infierno es lo que queda cuando decidimos abandonar a Dios y Su mundo por nosotros mismos y nuestro mundo hecho por nosotros.
LA GENTE ELIGE UNA VIDA ETERNA DE CIELO O DE INFIERNO DESDE LA TIERRA
Si hay un lugar como el infierno, y el Evangelio y el sentido común nos aseguran que existe, ¿quién irá allí y por qué?
Si hay un infierno y si la gente va allí, ¿es realmente para siempre? Si es así ¿por qué?
Podemos responder a la pregunta de que SÍ el infierno es eterno.
Tiene que ser eterno porque Dios hizo a los seres humanos a su imagen y Él es eterno.
Todos tenemos la eternidad asegurada dentro de nosotros. Todos nosotros viviremos para siempre. Todo lo que queda es, por tanto, decidir en dónde lo haremos.
Esto va en contra de aquellos que sugieren que las personas malas simplemente dejan de existir.
Ellos mueren y son aniquiladas. Están perdidos y se han ido para siempre. Para nada. Debido a que somos eternos vivimos para siempre.
Dios no envía a la gente al infierno tanto como lo que ellos optan por ir allí. Dios quiere que todos vayan al cielo.
“El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaban perdidos“. (Lucas 19:10) y “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo” (Jn. 03:17)
Pero Él no va a gobernar por sobre nuestra voluntad. Él no nos obligará a ir al cielo.
Por otra parte, si Él nos obligase a ir al cielo, no sería el cielo, porque el cielo es el lugar en donde se cumplen nuestros deseos y nuestras más grandes elecciones se hacen realidad.
El cielo no es sólo el premio de los buenos hijitos de Dios. El cielo es el resultado natural e inevitable de elecciones que hemos hecho a lo largo del viaje.
No es una recompensa arbitraria, es el destino de nuestro largo viaje a casa. Por lo tanto, es el resultado de muchas elecciones.
Piensa en ello así: el cielo es el resultado de toda una vida de lucha, fe y gracia activa dada a nuestras vidas.
Es como un atleta que gana una medalla de oro o un músico exitoso: estas cosas no son recompensas arbitrarias, sino el resultado final y natural de toda una vida de sacrificio y disciplina, de regalos y trabajo duro.
El infierno, por otro lado, es también el resultado de un largo viaje y una secuencia de elecciones.
¿Acaso no todos sabemos de algunas personas que odian a Dios, odian a Jesús y a su Madre bendita, odian todo lo que es bello, bueno y verdadero?
¿No conocemos personas que están hundidas en la enfermedad del pecado, tanto así que han llegado a detestar literalmente todo lo que es santo, bueno y verdadero?
Por lo tanto, ¿por qué imaginamos, que serían felices en el cielo? No lo serían.
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Ellos odian el cielo, porque el cielo es el lugar donde no hay nada más que bondad, verdad y belleza.

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Si ellos han odiado y aborrecido estas cosas toda su vida, ¿por qué nos imaginamos que les encantaría en la siguiente vida?
Creo que hay muchas personas que llegarán a las puertas del cielo y escupirán en la invitación y correrán tan lejos y tan rápido como puedan en otra dirección. La realidad es que ellos preferirán el infierno que al cielo.
El cielo para ellos, en realidad sería un tormento mayor que el infierno.
Su orgullo y desprecio a lo santo es tan grande, que los demonios que esperan abajo les parecerán ser sus hermanos e incluso en su tormento van a gritar, “¡El infierno es fabuloso!”
Por último, existe una interesante especulación de que, tal vez, al final, todo el mundo va al mismo lugar.
Tal vez todos entraremos en la presencia de Dios y, todo lo que es real, bueno, bello y verdadero.
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Aquellos que son salvos experimentarán esa luz eterna como gloria del cielo.
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Aquellos que están condenados experimentarán esa misma luz como tormento abrasador del infierno.
¿TODOS SE VAN A SALVAR? ¿QUÉ DICE LA BIBLIA Y EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA?
En el último siglo se ha desarrollado la idea en la Iglesia Católica,  y también entre los protestantes, que quizás todos los seres humanos se salven debido a la misericordia infinita de Dios y que es “razonable esperar” que Dios no envíe a personas al infierno.
Esta idea aparentemente tomó legitimidad a raíz de algunas palabras del teólogo jesuita suizo Hans Urs Von Balthasar que parte de la idea de que “esperar la salvación eterna de todos los hombres no es contrario a la fe”.
Pero su tesis suscitó críticas obligando a Von Balthasar a defenderse: “Mis palabras fueron repetidamente tergiversadas en el sentido de que, quien espera la salvación para todos sus hermanos y hermanas ‘espera el infierno vacío’ […].
O en el sentido de que quien manifiesta tal esperanza enseña la ‘redención de todos’ (apokatastasis), condenada por la Iglesia, cosa que expresamente rechacé”.
Dios sin duda “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad”, como dice San Pablo (1 Timoteo  2, 4).
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Pero una vez que algunos hicieron libre y conscientemente su opción por el infierno, Dios en su infinita y perfectísima justicia la respeta.
Habiendo el hombre rechazado a Dios, él a su vez sufre el rechazo de Dios, que lo precipita en las profundidades del abismo, de la “gehena” (Mateo 5, 22), “horno ardiente” donde “habrá llanto y rechinar de dientes” (Mateo 13,42).
Sin embargo hoy sigue diciéndose en las parroquias en voz baja, tanto por obispos, sacerdotes y laicos que Dios es tan misericordioso que no envía al infierno a nadie, si es que el infierno existe realmente.
Si esto sucediera entonces sería hora de revisar lo que la Iglesia enseña históricamente en todos sus Concilios.
E interpretar de una manera radicalmente diferente lo que dijo Jesucristo en la Biblia.
De lo contrario lo que se está diciendo es una herejía, aunque se diga en voz baja, o precisamente se dice en voz baja porque es una herejía.
¿PODEMOS ESPERAR QUE TODOS SE SALVEN SEGÚN JESUCRISTO?
“No”, dice el Hijo de Dios, Jesucristo, Nuestro Señor y Salvador: ver Mateo 5:20, 10:28, 11:23, 25:41-46, Marcos 9:41-47, Lucas 16:19-26, Juan 3:36, 6:65-69
Jesús no está mintiendo sobre el Infierno. Algunas personas humanas van al Infierno.
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Si no es así, muchas de las enseñanzas de Jesús en los Evangelios serían absurdas, sin sentido, o falsas.
Así que si alguien dice que “quizás” todos los seres humanos serán salvados y van al cielo.
O que podemos “razonablemente esperar” que no haya personas humanas enviadas al infierno, están acusando a Jesús, el Hijo de Dios, de mentir y desinformarnos sobre el cielo y el infierno y la salvación.
¿PODEMOS RAZONABLEMENTE ESPERAR QUE TODOS SE SALVEN SEGÚN LOS CONCILIOS DE LA IGLESIA?
“No”, dice el Concilio de Constantinopla: “Si alguien dice o afirma que el castigo de los demonios y de los hombres impíos es temporal, y que tendrá su fin en algún momento, es decir, habrá una completa restauración de los demonios o de los hombres impíos, que sea anatema” [Denzinger 211]
Es una herejía decir que habrá una restauración completa de los impíos, de tal manera que todos serán salvos.
No importa si dicen que están “seguros” que todos se salvan (universalismo), o si afirman que hay una “esperanza razonable” de que “tal vez” todos se salven (universalismo mitigado).
Aún la “esperanza razonable” es una reclamación herética y sigue siendo una herejía. Decir “tal vez” es una afirmación herética y sigue siendo una herejía.
“No”, dice el Concilio de Trento: “En verdad, a pesar de que Él murió por todos, no todos reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunica el mérito de su pasión” [Decreto sobre la justificación, Capítulo III]
El principal beneficio de la muerte de Cristo es la salvación eterna.
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El Concilio de Trento enseña infaliblemente que “no todos” reciben ese beneficio, y por lo tanto, hay que considerar que no todas las personas humanas se salvan.
No es posible que esperemos que lo contrario sea en realidad la verdad. No es razonable para un católico la esperanza de que una enseñanza infalible de un Concilio Ecuménico sea falsa.
“No”, dice el Concilio Lateranense IV: “Él vendrá al final de los tiempos para juzgar a los vivos y los muertos, para recompensar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos y a los elegidos.
Todos ellos se levantará con su propio cuerpo, que ahora llevan, a fin de recibir de acuerdo a sus méritos, ya sean buenas o malos este último castigo perpetuo con el diablo o la gloria eterna con Cristo”.
Los que dicen que “tal vez” todos se salven y que podemos “esperar razonablemente” que no haya personas humanas enviadas al infierno están en contradicción con la enseñanza infalible:
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de que la resurrección general incluye a los reprobados en el infierno,
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y que estas almas réprobas, después de haberles sido dado el cuerpo resucitado, serán enviada al castigo “perpetuo” (es decir, eterno) con el diablo.
“No”, dice el Concilio de Florencia: “Las almas de los que salen de esta vida en pecado mortal real… bajan  inmediatamente al infierno para ser castigadas”.
Si no hay personas humanas enviadas al infierno, entonces no puede haber dolores. Así que la “esperanza razonable” de que todos se salven contradice la enseñanza infalible de otro Consejo Ecuménico.
“No”, dice el Concilio de Florencia de nuevo: “Por último, si no se arrepienten en sus corazones, haciendo obras dignas de arrepentimiento y hacen digna satisfacción a su santidad y a la iglesia universal de la enormidad de sus pecados, podrán ser empujadas con los malvados a la oscuridad eterna, condenados por el justo juicio de Dios al tormento eterno”.
Si no hay seres humanos malvados en el infierno, entonces la enseñanza infalible anterior sería falsa.
El Concilio de Florencia enseñó también, de manera similar a la IV Concilio de Letrán, que incluye la resurrección general que “los que hicieron lo malo” serán enviados “al fuego eterno”.
“No”, dice el Concilio de Letrán V: el Señor “promete recompensas eternas y castigos eternos a los que serán juzgados de acuerdo a los méritos de su vida” [Sesión 8]
La promesa del Señor Jesucristo de castigo eterno para los que mueren en la condenación final sería una falsa promesa si no hay personas humanas enviadas al infierno.
“No”, dice el Concilio Vaticano I: “Si, pues, sin fe es imposible agradar a Dios y llegar a participar como hijos e hijas, se deduce que nadie puede alcanzar la justificación sin ella [la fe], tampoco nadie puede alcanzar la vida eterna a menos que él o ella persevere en ella hasta el final” [Constitución dogmática sobre la fe católica, Capítulo 3].
Si todos alcanzan la vida eterna, entonces esta enseñanza del Concilio Vaticano I sería nula y sin efecto; no tendría sentido y sería falsa.
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Pero dado que las enseñanzas infalibles de Concilio Ecuménico no puede ser falsa, nula, o sin sentido, algunas personas humanas no se salvan; son castigados para siempre en el infierno.
“No”, dice el Concilio Vaticano II: “El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes hacia su vecino e incluso a Dios, y pone en peligro su salvación eterna” [GS 43]
La enseñanza del Concilio Vaticano II serían falsas si todos los cristianos y todas las demás personas humanas fueran salvados.
¿PODEMOS RAZONABLEMENTE ESPERAR QUE TODOS SE SALVEN SEGÚN OTRAS ENSEÑANZAS CATÓLICAS?
“No”, dice la Virgen María, que nos enseñó en Fátima que más almas van al Infierno por los pecados de la carne que por cualquier otra razón.
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Por lo tanto, muchas personas humanas (almas) son enviadas al infierno por los pecados sexuales, y algunas personas adicionales son enviadas allí por otros tipos de pecado.
“No”, dicen los niños de Fátima, a quienes se muestra una visión del infierno que incluía demonios y almas humanas.
Estaban horrorizados por esta visión; temblaron, y gritaron de miedo. Ellos supieron que algunas personas humanas eran enviadas al infierno.
“No” dicen los muchos Santos, Beatos y otras personas santas que también recibieron visiones del infierno por Dios.
“No”, dice el amor de Dios. Nuestro Creador que nos dio libre albedrío, y Él respeta nuestra libertad de elegir entre el bien y el mal: ver Eclesiástico 15: 14-19
“No”, dice la justicia de Dios. Porque el único y verdadera juez es Dios: ver Apocalipsis 20: 11-15
 “No” dice que cada cristiano fiel y razonable.
Por lo tanto, cualquier cristiano que cree, afirma, o enseñe que “tal vez” todos los seres humanos se salven, o que podemos “razonablemente esperar” que todos los seres humanos se salven, cree, afirma, o enseña una herejía.
Jesucristo enseña claramente en el Evangelio, al igual que varias Concilios Ecuménico definidos infaliblemente, que no todas las personas humanas se salvan.
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Y que algunas personas humanas son enviadas por Dios al infierno “donde el gusano no muere y el fuego no se extingue”.
Fuentes:
Foros de la Virgen María


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