Todos conocemos a esa gente de
quien no se puede esperar nada bueno. Ni se arrepienten de nada.
Y sin embargo muchos de ellos
son materialmente y socialmente exitosos en la tierra.
¿Es correcto eso? ¿Una
sociedad puede vivir pacíficamente con gente así?
Seguramente la mayoría
responderemos que no. ¿Pero entonces donde se atendrán a un juicio severo sobre
sus maldades?
Una vez que terminemos nuestra
prueba en la tierra nos enfrentaremos a tres instancias.
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O vamos derecho a vivir con Dios para toda la eternidad.
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O lo haremos algún día pero ahora debemos purificarnos por ciertas maldades que hicimos.
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O somos tan impenitentes que pasaremos la eternidad fuera del paraíso y castigados.
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O vamos derecho a vivir con Dios para toda la eternidad.
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O lo haremos algún día pero ahora debemos purificarnos por ciertas maldades que hicimos.
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O somos tan impenitentes que pasaremos la eternidad fuera del paraíso y castigados.
Estos estados terminales son ante todo una necesidad para vivir nuestra vida en
sociedad pacíficamente.
Y
es la elección de cada uno desde ahora. ¿Dónde queremos pasar la vida eterna?
Por lo tanto, ¿es realista pensar que todos se van a salvar? ¿No hay gente que no se
arrepiente de ninguna manera?
Sin embargo sentimos
permanentemente en la Iglesia que todos van a ir al cielo.
Desarrollaremos todos estos temas.
LA INSTANCIA DE
JUSTICIA ES UNA NECESIDAD PARA QUE EL HOMBRE VIVA EN SOCIEDAD
El
infierno o su equivalente se encuentra en las Escrituras. También se encuentra
en el trabajo de Platón.
Y en realidad, es una forma muy útil para enseñar o
recordar la importancia de nuestras
acciones diarias.
Lo
que inquietaba a Platón era si el mundo fue, de hecho, creado en la
injusticia, ya que parecía ser así.
Él
observó lo que le sucedió a su amigo y mentor Sócrates, que fue
ejecutado en un juicio legal en la mejor de las ciudades.
Y se dio cuenta de que en este mundo muchas injusticias no son
castigadas, y muchas buenas obras no son recompensadas. Nadie podría
negar este hecho.
Pero, si es cierto, ¿qué significaría esto? Esto significaría que lo que hacemos, realmente
no hace ninguna diferencia definitiva.
Si
los culpables no son castigados y reciben los mismos, o mejores beneficios que los
virtuosos, entonces el mundo es simplemente injusto e incoherente.
Sólo
si hay un más allá, si el alma es inmortal, podría ser comprendida esta
injusticia.
Por consiguiente, la doctrina
del infierno no surge tanto de Dios, sino de nosotros.
De repente nos
damos cuenta que, sin el infierno, nada de lo que hacemos hace realmente alguna
diferencia.
No “paga” ser justo o injusto. Eso no importa. Nada
importa. La mayoría de las personas concluyen de estas consideraciones: “¿Por qué no ser injusto, entonces?”
De hecho, lo que suele suceder es que no podemos soportar la idea de que el caos de
nuestras vidas y sociedades no tengan una causa inteligible.
¿Pero podemos
erradicarla las malas conductas en la tierra?
Como
el Papa Benedicto XVI profundizó en Spe Salvi, lo que hacemos es trasladar la
idea del infierno desde el otro mundo a este mundo.
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Se proponen ideologías políticas, ecológicas, o psicológicas para designar la “causa” del mal.
.
Prometen identificarla y erradicarla.
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Y por lo general, terminan acusando a otras clases, pueblos, religiones o nacionalidades de todos los problemas humanos.
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Ellos terminan empeorando las cosas.
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Se proponen ideologías políticas, ecológicas, o psicológicas para designar la “causa” del mal.
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Prometen identificarla y erradicarla.
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Y por lo general, terminan acusando a otras clases, pueblos, religiones o nacionalidades de todos los problemas humanos.
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Ellos terminan empeorando las cosas.
John
Adams,
el segundo presidente de Estados Unidos, se dice que hubo remarcado que “el infierno es la doctrina política más
esencial.”
¿Por qué dijo esto? El Gobierno no puede castigar todos los delitos, una visión con la
que Santo Tomás de Aquino estuvo de acuerdo.
Debe haber alguna comprensión de que la sociedad política no es la única ni toda
la explicación de la vida humana.
El Gobierno depende de una justicia que en sí misma
no puede realizar plenamente.
A
menos que tengamos algunas personas que están sólo viviendo por el bien del
honor y la razón, vamos a vivir en una selva.
Y aquellos que salen avante con sus crímenes
impunes, no pueden dejar de pensar que
no hay consecuencias por sus actos injustos.
Los
gobiernos que no profesan creencia alguna en el infierno por lo general
terminan creando su propia versión del mismo en la tierra.
Así que, si echamos un vistazo
final al infierno, de repente veremos que su origen tiene que ver con la
libertad en la que hemos sido creados.
Si otros seres humanos son tan importantes como
pensamos que son – tan importantes que han sido creados para ser – se
deduce que el infierno indirectamente nos
enseña esta verdad fundamental de nuestra dignidad.
Todos nosotros, grandes y pequeños, estamos
envueltos en el drama de la existencia
humana, la propia y la de los que conocemos y con quienes convivimos.
Pocas
personas no han visto las ruinas que los pecados y las malas decisiones han
causado
a sus amigos y familias.
No
es sólo una cuestión de los grandes males políticos como el aborto
y la corrupción, sino también el dolor causado a niños, esposas, esposos,
amigos, incluso enemigos.
En este sentido, el concepto del infierno es bastante útil para nosotros.
Una vez que existimos somos lo suficientemente libres para entrar en el drama personal de
querer hacer lo que es digno de nuestra importante existencia.
El
infierno no es otra cosa más que el resultado de nuestro rechazo personal, que se
manifiesta por la forma en que vivimos nuestras vidas, para elegir lo que
debería ser.
El juicio de Dios no es más
que la confirmación de nuestro propio juicio sobre nosotros mismos.
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Ni Dios puede “hacernos” elegir ser otro que lo que insistimos ser.
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Ni Dios puede “hacernos” elegir ser otro que lo que insistimos ser.
El infierno es lo que queda
cuando decidimos abandonar a Dios y Su mundo por nosotros mismos y nuestro
mundo hecho por nosotros.
LA GENTE ELIGE UNA VIDA ETERNA
DE CIELO O DE INFIERNO DESDE LA TIERRA
Si hay un lugar como el infierno, y el Evangelio y
el sentido común nos aseguran que existe, ¿quién irá allí y por qué?
Si hay un infierno y si la gente va allí, ¿es realmente para siempre? Si es así ¿por
qué?
Podemos responder a la pregunta de que SÍ el infierno es eterno.
Tiene
que ser eterno porque Dios hizo a los seres humanos a su imagen y Él es eterno.
Todos
tenemos la eternidad asegurada dentro de nosotros. Todos nosotros
viviremos para siempre. Todo lo que queda es, por tanto, decidir en dónde lo haremos.
Esto
va en contra de aquellos que sugieren que las personas malas simplemente dejan
de existir.
Ellos mueren y son aniquiladas. Están perdidos y se
han ido para siempre. Para nada. Debido
a que somos eternos vivimos para siempre.
Dios no envía a la gente al
infierno tanto como lo que ellos optan por ir allí. Dios quiere que todos
vayan al cielo.
“El Hijo
del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaban perdidos“. (Lucas 19:10)
y “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el
mundo sea salvo” (Jn. 03:17)
Pero Él no va a gobernar por sobre nuestra
voluntad. Él no nos obligará a ir al
cielo.
Por otra parte, si Él nos obligase a ir al cielo, no sería el cielo, porque el
cielo es el lugar en donde se cumplen nuestros deseos y nuestras más grandes
elecciones se hacen realidad.
El cielo no es sólo el premio de los buenos hijitos
de Dios. El cielo es el resultado
natural e inevitable de elecciones que hemos hecho a lo largo del viaje.
No
es una recompensa arbitraria, es el destino de nuestro largo viaje a casa. Por
lo tanto, es el resultado de muchas elecciones.
Piensa en ello así: el cielo es el resultado de toda una vida de lucha, fe y
gracia activa dada a nuestras vidas.
Es como un atleta que gana una medalla de oro o un
músico exitoso: estas cosas no son
recompensas arbitrarias, sino el resultado final y natural de toda una vida
de sacrificio y disciplina, de regalos y trabajo duro.
El
infierno, por otro lado, es también el resultado de un largo viaje y una
secuencia de elecciones.
¿Acaso no
todos sabemos de algunas personas que odian a Dios, odian a Jesús y a su
Madre bendita, odian todo lo que es bello, bueno y verdadero?
¿No
conocemos personas que están hundidas en la enfermedad del pecado, tanto así
que han llegado a detestar literalmente todo lo que es santo, bueno y
verdadero?
Por lo tanto, ¿por qué imaginamos,
que serían felices en el cielo? No lo serían.
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Ellos odian el cielo, porque el cielo es el lugar donde no hay nada más que bondad, verdad y belleza.
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Si ellos han odiado y aborrecido estas cosas toda su vida, ¿por qué nos imaginamos que les encantaría en la siguiente vida?
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Ellos odian el cielo, porque el cielo es el lugar donde no hay nada más que bondad, verdad y belleza.
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Si ellos han odiado y aborrecido estas cosas toda su vida, ¿por qué nos imaginamos que les encantaría en la siguiente vida?
Creo que hay muchas personas que llegarán a las puertas del cielo y escupirán
en la invitación y correrán tan lejos y tan rápido como puedan en otra
dirección. La realidad es que ellos
preferirán el infierno que al cielo.
El
cielo para ellos, en realidad sería un tormento mayor que el infierno.
Su
orgullo y desprecio a lo santo es tan grande, que los demonios que esperan
abajo les parecerán ser sus hermanos e incluso en su tormento van a gritar, “¡El
infierno es fabuloso!”
Por último, existe una interesante especulación de
que, tal vez, al final, todo el mundo
va al mismo lugar.
Tal vez todos entraremos en la
presencia de Dios y, todo lo que es real, bueno, bello y verdadero.
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Aquellos que son salvos experimentarán esa luz eterna como gloria del cielo.
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Aquellos que están condenados experimentarán esa misma luz como tormento abrasador del infierno.
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Aquellos que son salvos experimentarán esa luz eterna como gloria del cielo.
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Aquellos que están condenados experimentarán esa misma luz como tormento abrasador del infierno.
¿TODOS SE VAN A SALVAR? ¿QUÉ
DICE LA BIBLIA Y EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA?
En el último siglo se ha
desarrollado la idea en la Iglesia Católica, y también entre los
protestantes, que quizás todos los seres humanos se salven debido a la
misericordia infinita de Dios y que es “razonable esperar” que Dios no envíe a
personas al infierno.
Esta idea aparentemente tomó legitimidad
a raíz de algunas palabras del teólogo jesuita suizo Hans Urs Von
Balthasar que parte de la idea de que “esperar la salvación
eterna de todos los hombres no es contrario a la fe”.
Pero
su tesis suscitó críticas obligando a Von Balthasar a defenderse: “Mis palabras fueron repetidamente
tergiversadas en el sentido de que, quien espera la salvación para todos
sus hermanos y hermanas ‘espera el infierno vacío’ […].
O en el sentido de que quien manifiesta tal
esperanza enseña la ‘redención de todos’ (apokatastasis), condenada por la
Iglesia, cosa que expresamente rechacé”.
Dios sin duda “quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad”,
como dice San Pablo (1 Timoteo 2, 4).
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Pero una vez que algunos hicieron libre y conscientemente su opción por el infierno, Dios en su infinita y perfectísima justicia la respeta.
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Pero una vez que algunos hicieron libre y conscientemente su opción por el infierno, Dios en su infinita y perfectísima justicia la respeta.
Habiendo
el hombre rechazado a Dios, él a su vez sufre el rechazo de Dios, que lo precipita en las profundidades del abismo,
de la “gehena” (Mateo 5, 22), “horno ardiente” donde “habrá llanto y rechinar
de dientes” (Mateo 13,42).
Sin embargo hoy sigue
diciéndose en las parroquias en voz baja, tanto por obispos, sacerdotes y
laicos que Dios es tan misericordioso que no envía al infierno a nadie, si es
que el infierno existe realmente.
Si
esto sucediera entonces sería hora de revisar lo que la Iglesia enseña
históricamente en todos sus Concilios.
E interpretar
de una manera radicalmente diferente lo que dijo Jesucristo en la Biblia.
De
lo contrario lo que se está diciendo es una herejía, aunque se diga en voz
baja, o precisamente se dice en voz baja porque es una herejía.
¿PODEMOS ESPERAR QUE TODOS SE
SALVEN SEGÚN JESUCRISTO?
“No”,
dice el Hijo de Dios, Jesucristo, Nuestro Señor y Salvador: ver Mateo 5:20, 10:28,
11:23, 25:41-46, Marcos 9:41-47, Lucas 16:19-26, Juan 3:36, 6:65-69
Jesús no está mintiendo sobre
el Infierno. Algunas personas humanas van al Infierno.
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Si no es así, muchas de las enseñanzas de Jesús en los Evangelios serían absurdas, sin sentido, o falsas.
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Si no es así, muchas de las enseñanzas de Jesús en los Evangelios serían absurdas, sin sentido, o falsas.
Así que si
alguien dice que “quizás” todos los seres humanos serán salvados y van al
cielo.
O que
podemos “razonablemente esperar” que no haya personas humanas enviadas al
infierno,
están acusando a Jesús, el Hijo de Dios, de mentir y desinformarnos sobre el
cielo y el infierno y la salvación.
¿PODEMOS RAZONABLEMENTE
ESPERAR QUE TODOS SE SALVEN SEGÚN LOS CONCILIOS DE LA IGLESIA?
“No”,
dice el Concilio de Constantinopla: “Si
alguien dice o afirma que el castigo de los demonios y de los hombres impíos es
temporal, y que tendrá su fin en algún momento, es decir, habrá una
completa restauración de los demonios o de los hombres impíos, que sea anatema”
[Denzinger 211]
Es
una herejía decir que habrá una restauración completa de los impíos, de tal manera
que todos serán salvos.
No
importa si dicen que están “seguros” que todos se salvan
(universalismo), o si afirman que hay una “esperanza razonable” de que “tal
vez” todos se salven (universalismo mitigado).
Aún la
“esperanza razonable” es una reclamación herética y sigue siendo una
herejía. Decir “tal vez” es una afirmación herética y sigue siendo una herejía.
“No”,
dice el Concilio de Trento: “En verdad, a pesar de que Él murió por todos, no
todos reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se
comunica el mérito de su pasión” [Decreto sobre la justificación, Capítulo III]
El principal beneficio de la
muerte de Cristo es la salvación eterna.
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El Concilio de Trento enseña infaliblemente que “no todos” reciben ese beneficio, y por lo tanto, hay que considerar que no todas las personas humanas se salvan.
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El Concilio de Trento enseña infaliblemente que “no todos” reciben ese beneficio, y por lo tanto, hay que considerar que no todas las personas humanas se salvan.
No es posible que esperemos que lo contrario sea en
realidad la verdad. No es razonable
para un católico la esperanza de que una enseñanza infalible de un
Concilio Ecuménico sea falsa.
“No”,
dice el Concilio Lateranense IV: “Él vendrá
al final de los tiempos para juzgar a los vivos y los muertos, para recompensar
a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos y a los elegidos.
Todos ellos se levantará con su propio cuerpo, que
ahora llevan, a fin de recibir de acuerdo a sus méritos, ya sean buenas o malos
este último castigo perpetuo con el diablo o la gloria eterna con Cristo”.
Los que dicen que “tal vez”
todos se salven y que podemos “esperar razonablemente” que no haya personas
humanas enviadas al infierno están en contradicción con la enseñanza infalible:
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de que la resurrección general incluye a los reprobados en el infierno,
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y que estas almas réprobas, después de haberles sido dado el cuerpo resucitado, serán enviada al castigo “perpetuo” (es decir, eterno) con el diablo.
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de que la resurrección general incluye a los reprobados en el infierno,
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y que estas almas réprobas, después de haberles sido dado el cuerpo resucitado, serán enviada al castigo “perpetuo” (es decir, eterno) con el diablo.
“No”,
dice el Concilio de Florencia: “Las almas de los que salen de esta vida en
pecado mortal real… bajan inmediatamente al infierno para ser
castigadas”.
Si
no hay personas humanas enviadas al infierno, entonces no puede haber dolores. Así que la
“esperanza razonable” de que todos se salven contradice la enseñanza infalible
de otro Consejo Ecuménico.
“No”,
dice el Concilio de Florencia de nuevo: “Por último, si no se arrepienten en sus corazones, haciendo obras dignas de
arrepentimiento y hacen digna satisfacción a su santidad y a la iglesia
universal de la enormidad de sus pecados, podrán ser empujadas con los malvados
a la oscuridad eterna, condenados por el justo juicio de Dios al tormento
eterno”.
Si
no hay seres humanos malvados en el infierno, entonces la enseñanza infalible
anterior sería falsa.
El Concilio de Florencia enseñó también, de manera
similar a la IV Concilio de Letrán, que incluye la resurrección general que “los que hicieron lo malo” serán enviados
“al fuego eterno”.
“No”,
dice el Concilio de Letrán V: el Señor “promete recompensas eternas y
castigos eternos a los que serán juzgados de acuerdo a los méritos de su vida”
[Sesión 8]
La
promesa del Señor Jesucristo de castigo eterno para los que mueren en la
condenación final sería una falsa promesa si no hay personas humanas enviadas al infierno.
“No”,
dice el Concilio Vaticano I: “Si, pues, sin fe es imposible agradar a Dios y llegar a participar como hijos e
hijas, se deduce que nadie puede alcanzar la justificación sin ella [la
fe], tampoco nadie puede alcanzar la vida eterna a menos que él o ella
persevere en ella hasta el final” [Constitución dogmática sobre la fe
católica, Capítulo 3].
Si todos alcanzan la vida
eterna, entonces esta enseñanza del Concilio Vaticano I sería nula y sin efecto;
no tendría sentido y sería falsa.
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Pero dado que las enseñanzas infalibles de Concilio Ecuménico no puede ser falsa, nula, o sin sentido, algunas personas humanas no se salvan; son castigados para siempre en el infierno.
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Pero dado que las enseñanzas infalibles de Concilio Ecuménico no puede ser falsa, nula, o sin sentido, algunas personas humanas no se salvan; son castigados para siempre en el infierno.
“No”,
dice el Concilio Vaticano II: “El cristiano que falta a sus obligaciones
temporales, falta a sus deberes hacia su vecino e incluso a Dios, y pone en
peligro su salvación eterna” [GS 43]
La
enseñanza del Concilio Vaticano II serían falsas si todos los cristianos y
todas las demás personas humanas fueran salvados.
¿PODEMOS RAZONABLEMENTE
ESPERAR QUE TODOS SE SALVEN SEGÚN OTRAS ENSEÑANZAS CATÓLICAS?
“No”, dice la Virgen María,
que nos enseñó en Fátima que más almas van al Infierno por los pecados de la
carne que por cualquier otra razón.
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Por lo tanto, muchas personas humanas (almas) son enviadas al infierno por los pecados sexuales, y algunas personas adicionales son enviadas allí por otros tipos de pecado.
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Por lo tanto, muchas personas humanas (almas) son enviadas al infierno por los pecados sexuales, y algunas personas adicionales son enviadas allí por otros tipos de pecado.
“No”,
dicen los niños de Fátima, a quienes se muestra una visión del infierno que
incluía demonios y almas humanas.
Estaban horrorizados por esta visión; temblaron, y
gritaron de miedo. Ellos supieron que algunas personas humanas eran enviadas al
infierno.
“No” dicen los muchos Santos, Beatos y otras
personas santas que también recibieron
visiones del infierno por Dios.
“No”,
dice el amor de Dios. Nuestro Creador que nos dio libre albedrío, y Él respeta nuestra libertad de elegir entre el
bien y el mal: ver Eclesiástico 15: 14-19
“No”,
dice la justicia de Dios. Porque el único y verdadera juez es Dios: ver
Apocalipsis 20: 11-15
“No”
dice que cada cristiano fiel y razonable.
Por lo tanto, cualquier cristiano que cree, afirma, o enseñe que “tal vez” todos los
seres humanos se salven, o que podemos “razonablemente esperar” que todos los
seres humanos se salven, cree, afirma, o enseña una herejía.
Jesucristo enseña claramente
en el Evangelio, al igual que varias Concilios Ecuménico definidos
infaliblemente, que no todas las personas humanas se salvan.
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Y que algunas personas humanas son enviadas por Dios al infierno “donde el gusano no muere y el fuego no se extingue”.
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Y que algunas personas humanas son enviadas por Dios al infierno “donde el gusano no muere y el fuego no se extingue”.
Fuentes:
- http://www.catholicstand.com/conspiracies-catholicism-lucifer/
- http://www.catholicpulse.com/cp/en/columnists/schall.html
- http://www.patheos.com/blogs/standingonmyhead/hell-will-lots-of-people-go-there
Foros de la
Virgen María
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