A la educación que damos como padres, se suman una serie de comentarios, consejos y críticas sobre nuestro papel sin que los hayamos pedido. ¿Cómo controlar y aprovechar esas situaciones?
Los
abuelos, las nanas, los cuñados y las amigas, todos quienes tienen relación con
la familia, influyen de una u otra manera en la educación de los hijos. A
continuación señalamos algunas situaciones que suceden con frecuencia y damos
pautas de cómo manejarlas, pero siempre teniendo en cuenta que los padres son
los responsables de la educación de sus hijos y que sólo ellos trazan la línea.
Situación 1: Los
abuelos
– “La
abuela encuentra que la sopa de mi hija está mal hecha porque no tiene
suficiente acelga; me hace ponerle un gorro de lana cada vez que me voy de su
casa, aunque haga calor; y encuentra que duerme demasiado poco”.
– “La
abuela, cada vez que vamos a verla, les tiene unos regalos increíbles. Ellos
sólo quieren ir por los regalos, pero ella no se da cuenta”.
– “Estoy
tratando de que mi hija no coma dulces ni chocolates porque está con sobrepeso,
pero los abuelos la llenan de dulces cada vez que pueden”.
Existen
dos tipos de abuelos: los regalones y los ayudadores. Los primeros sólo buscan
que los nietos estén felices con ellos y para eso se desviven por hacerlo que
los niños quieran, los llenan de regalos y dulces.
Los
ayudadores, en cambio, quieren apoyar a los papás en lo que pueden. Las mamás
viven en una vertiginosa carrera entre el trabajo, las compras, los turnos y la
casa. El papel de los abuelos es fundamental porque tienen la experiencia, la
sensatez, el criterio y el amor para ayudar en la educación de los nietos.
No se
trata de opinar y corregir sobre el manejo de la casa, la comida o si el niño
tiene que ponerse el chaleco o no. Su papel está en ayudar a desarrollar a esos
niños como personas, reforzarlos en el plano espiritual. Así, por ejemplo, de
chicos, les pueden enseñar a ser cariñosos, a desarrollar algunas virtudes, y,
más grandes, comentar con ellos las noticias del diario, llevarlos al teatro,
etc.
Por
supuesto que el lado “regalador” también puede estar presente. Es parte del ser
abuelos. Pero teniendo cuidado en “no atornillar al revés” que los padres. La
mejor manera de hacerlo es preguntándose si así ayudan a la educación de sus
nietos o no.
Y si el
abuelo o la abuela creen que algo anda mal en esa familia, claro que puede
hablar con su hijo o hija. Esperar el momento apropiado, invitarlo, por ejemplo
a almorzar, y dar un buen consejo, es parte de su papel. Los abuelos pueden
ayudar mucho, sin necesidad de ser “metidos”.
Una buena
relación entre abuelos y nietos es un maravilloso tesoro para los niños. Si hay
confianza, cariño y respeto, pueden conversar cualquier cosa y preguntarles
todas sus inquietudes, incluso más que a los papás, y los niños podrán aprender
muchas cosas que sólo la experiencia da.
Situación 2: La
nana
– “No
quiero que mi hijo siga durmiendo siesta porque después no hay cómo acostarlo
en la noche, pero la nana insiste en que el niño se pone “nervioso” sin siesta
y lo hace dormir igual”.
– “Ya
tiene más de un año y puede comer de todo, pero la nana le sigue dando sopa
cuando yo no estoy”.
– “Mi
hija ha aprendido de la nana un montón de palabras que yo no quiero que diga y
también ahora tiene miedo a los ladrones ya los terremotos por lo que ella le
cuenta”.
La nana
es una persona que está en estrecho contacto con nuestros hijos por lo que hay
que elegirla muy bien. La elección será distinta si la mamá trabaja fuera del
hogar, que si está en la casa. Si trabaja, la nana será la autoridad de los
niños durante gran cantidad de horas y hay que darles instrucciones claras.
El
momento de la entrevista es fundamental: hay que preguntarle de todo. Y también
establecer las normas de la casa: horarios, comida, orden, jamás pegarle a un
niño, que la que castiga es la mamá, que no vea televisión con los niños, etc.
Claro que
muchas veces cuesta tener autoridad y que, de verdad, obedezca una orden tan
simple como que el niño no coma a deshora o que no duerma siesta. En estos
casos, es bueno apoyarse en alguna autoridad “superior”: “el doctor dice que no
puede comer a deshora porque está con sobrepeso y se va a enfermar” “el papá no
quiere que duerma siesta”.
Para que
la nana trate bien a los niños y respete la autoridad de la mamá, lo
fundamental es tratarla con cariño, enseñarle con paciencia, celebrarle lo que
hace bien y tenerle comodidades en su pieza. Sólo así va a responder bien.
Tiene que saber que le confiamos lo más precioso, nuestros hijos y que si
miente, le perderemos esa confianza.
Muchas
veces, nuestra única forma de control serán los propios niños. Preguntarles,
por ejemplo, por la comida o si vieron TV, será la mejor manera de saber qué
pasó -los niños no mienten- y de que ella sepa que la mamá está al tanto de
todo.
Situación 3: La
familia
– “Los
primos tienen Nintendo, pero yo creo que mi hijo, aunque tiene la misma edad,
es todavía muy chico para tenerlo”.
– “Mi
hijo no se atrevía a meterse en la piscina y mi cuñado dijo que él le iba a
enseñar. Lo pescó de un salto y lo metió al agua. Resultado: llanto de una hora
y más terror al agua. Ahora sí que no mete ni el dedo gordo”.
– “Mi
hija reclama que en la casa de los primos siempre hay juguetes más
entretenidos, se come más rico y los papás son más simpáticos porque los dejan
hacer cosas que yo no dejo”.
Las
relaciones familiares son muy buenas y hay que fomentar el cariño y la unión de
los primos. Pero, como ocurre en todas las relaciones, siempre aparecen
conflictos.
Los más
típicos se producen por la comparación: ellos tienen, yo no; ellas pueden, yo
no. Aquí hay que ser muy claros como papás: las comparaciones no son buenas
porque cada familia es distinta. Si no pueden tener un juguete por problemas de
plata, habrá que explicarles a los niños que no pueden tener lo mismo, que hay
gente pobre que no tiene l nada y que ellos tienen suerte de tener un montón de
cosas.
Otras
veces la explicación será por el lado de que hay cosas que no calzan con la
familia, que cada uno tiene su estilo de vida y que no nos gustan ciertas
actitudes o permisos. Lo importante es siempre dar una explicación simple y
concreta y estar seguros: si uno está convencido, convence.
Respecto
a esos miembros de la familia que opinan sobre todo y se meten a educar a los
otros, hay que hablarles claro y, con cariño, pedirles que no se metan y nos
dejen a nosotros con nuestros problemas. Además, es bueno saber que la mejor
forma de ayudar es con el ejemplo. Si la otra familia es alegre, obediente,
ordenada, uno se pregunta por qué, se comienza a fijar y aprende.
Los
mayores roces se producen, muchas veces, en los veraneos familiares. Establecer
reglas claras y tener paciencia son las claves para la armonía familiar.
Situación 4: Los
amigos
–
“¡Todavía con chupete!”, dice mi amiga cada vez que ve a mi hija de tres años.
Es verdad que está grande, pero ya se le pasará. ..”
– “Mira,
la Isabelita, antes de los dos años ya no usaba pañales”, me cuenta una amiga,
pero lo que quiere decir es: “Yo lo hago todo bien”.
– “Cuando
me quedé esperando guagua, una amiga me contó todo lo que iba a pasar, desde
las náuseas hasta las noches sin dormir cuando nació la guagua; ¡quedé plop!, y
no sabía si estaba tan feliz”.
Nunca va
a faltar la que le sacó los pañales al año, no le costó nada que el niñito
dejara el chupete, que su hija come de todo. Vive contando las maravillas de
sus hijos y la miramos sin poder decir nada.
A veces
nos sentimos incómodos, otras, malos padres o con hijos raros, y otras, muy
molestos.
Cuando
esa “amiga” aparezca, lo más importante es saber que esa lista de “records” del
niño y de la madre no significan nada. En la vida nadie es mejor o peor porque
se sacó los pañales al año o a los tres años, ni porque dejó el chupete antes o
después. Cada niño tiene su ritmo y cada familia es distinta, lo que hay que
respetar.
Muchas
veces, será la vida quien nos a irá mostrando qué amigas valen la pena y cuáles
no. La frívola y la negativa, no aportan mucho. Esa amiga preocupada, cariñosa,
que busca ayudar de verdad, podrá darnos un consejo útil que siempre será bien
recibido.
En cualquier situación,
es importante tener presente que:
– Los
padres son los responsables de la educación de los hijos y son ellos quienes
determinan horarios, normas y el estilo de vida.
– Pero
hay que oír, comparar y evaluar. Habrá veces que nos darán un buen consejo o
aprenderemos con la comparación, pero siempre hay que tener presente que son
los padres los que deciden y se responsabilizan por eso.
– Otras
veces habrá que hacer callar, con toda tranquilidad.
– Los
padres tratamos de hacerlo bien y de no equivocarnos, pero, si eso pasa, hay
que sacar lo mejor de la situación y seguir adelante.
Estrategias para
contestar sin llegar al conflicto
1. No lea
entre líneas: todos queremos ser buenos padres y que nos vean así. Por eso, una
simple sugerencia – como “no tienes que levantarlo cada vez que llore” – pede
ser tomada como un ataque personal. No hay que darle más importancia de lo que
se dice.
2. Asuma
que un consejo amistoso no es más que eso: los abuelos, hermanos, cuñados y
amigos nos quieren y por eso sólo están tratando de ayudar.
3.-
Déjelos hablar: muchos se conforman con sólo dar un consejo. Otras veces, puede
preguntarle por qué lo dice y así entender hacia lo que va la persona… Puede
hasta terminar encontrándole la razón.
4. No se
crea un sabelotodo: hay que estar abierto a que el otro puede tener razón y
reconocer que tenemos dudas acerca de las decisiones que tomamos. Frases como
“Yo también estoy preocupado por eso…” o “Te voy a explicar por qué actúo así”
o “No estoy segura si tomé la decisión correcta”, ayudan a mantener una
conversación que puede ser de gran ayuda.
5. Decir
lo que nos molesta: no se trata de hacer un comentario irónico o juzgar a otro,
pero ser sincero y honesto. Cuando un comentario nos molestó es muy bueno
decirlo para mantener una relación sana con los demás.
Cecilia Fontaine T.
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