Una necesidad de la sociedad
humana y la elección de algunas personas.
Hay alta probabilidad que poca
gente haya oído un sermón sobre el infierno, pero si lo oyó quizás se haya
centrado en el aspecto emocional del infierno – ¡qué cosa más horrible!,
¡debemos zafar de esta posibilidad! –, y no en la lógica impecable del diseño
celestial que justifica su existencia.
El infierno no es una
imposición de Dios para los malos. Es ante todo un necesidad para vivir nuestra
vida en sociedad, y además, una elección de algunas personas para vivir su vida
– la de la Tierra y la eterna.
Desarrollaremos
ambos temas.
EL INFIERNO ES UNA NECESIDAD
PARA QUE EL HOMBRE VIVA EN SOCIEDAD
El
infierno o su equivalente se encuentra en las Escrituras. También se encuentra
en el trabajo de Platón. Y en realidad, es una forma muy útil para enseñar o recordar la importancia de
nuestras acciones diarias.
Lo
que inquietaba a Platón era si el mundo fue, de hecho, creado en la injusticia, ya que parecía
ser así.
Después que él observara lo que le sucedió a su amigo y mentor Sócrates, al saber, que fue ejecutado en un juicio legal
en la mejor de las ciudades, se dio cuenta de que en este mundo muchas injusticias no son castigadas, y
muchas buenas obras no son recompensadas. Nadie
podía negar este hecho.
Pero, si es cierto, ¿qué significaría esto? Esto significaría que lo que hacemos, realmente no
hace ninguna diferencia definitiva.
Si
los culpables no son castigados y reciben los mismos, o mejores beneficios que los virtuosos, entonces
el mundo es simplemente injusto e incoherente. Sólo si hay un más allá, si el alma es inmortal,
podría ser comprendida esta injusticia.
Por consiguiente, la doctrina del infierno no surge tanto de Dios, sino de nosotros.
De repente nos
damos cuenta que, sin el infierno, nada de lo que hacemos hace realmente alguna
diferencia. No “paga” ser justo o
injusto. Eso no importa. Nada importa. La mayoría de las personas concluyen de
estas consideraciones: “¿Por
qué no ser injusto, entonces?”
De hecho, lo que suele suceder es que no podemos soportar la idea de que el caos de
nuestras vidas y sociedades no tengan una causa inteligible.
Como
el Papa Benedicto XVI profundizó en Spe Salvi, lo que hacemos es trasladar la
idea del infierno desde el otro mundo a este mundo. Se proponen ideologías
políticas, ecológicas, o psicológicas para designar la “causa” del mal.
Prometen identificarla y erradicarla. Por lo general, terminan acusando a otras
clases, pueblos, religiones o nacionalidades de todos los problemas humanos.
Ellos terminan empeorando las cosas.
John
Adams,
el segundo
presidente de Estados Unidos, se dice que hubo remarcado que “el infierno es la doctrina
política más esencial.”
¿Por qué dijo esto? El Gobierno no puede castigar todos los delitos, una visión con la que Santo Tomás de Aquino
estuvo de acuerdo. Debe haber alguna comprensión de que la sociedad política no es la única ni toda
la explicación de la vida humana.
El Gobierno depende de una justicia que en sí misma no puede realizar
plenamente. A menos que
tengamos algunas personas que están sólo viviendo por el bien del honor y la
razón, vamos a vivir en una selva.
Y aquellos que salen avante con sus crímenes impunes, no pueden dejar de pensar que
no hay consecuencias por sus actos injustos.
Los
gobiernos que no profesan creencia alguna en el infierno por lo general terminan
creando su propia versión del mismo en la tierra.
Así que, si echamos un vistazo final al infierno, de repente veremos que
su origen tiene que ver
con la libertad en la que hemos sido creados.
Si otros seres humanos son tan importantes como pensamos que son – tan
importantes como han sido creados para ser – se deduce que el infierno
indirectamente nos enseña
esta verdad fundamental de nuestra dignidad.
Todos nosotros, grandes y pequeños, estamos envueltos en el drama de la existencia
humana, la propia y la de los que
conocemos y con quienes convivimos.
Pocas
personas no han visto las ruinas que los pecados y las malas decisiones han
causado
a sus amigos
y familias. No es sólo una cuestión de los grandes males políticos como el aborto
y la corrupción, sino también el dolor causado a niños, esposas, esposos,
amigos, incluso enemigos.
En este sentido, el
concepto del infierno es bastante útil para nosotros.
Una vez existimos somos lo suficientemente libres para
entrar en el drama personal de querer hacer lo que es digno de nuestra
importante existencia.
El
infierno no es otra cosa más que el resultado de nuestro rechazo personal, que se
manifiesta por la forma en que vivimos nuestras vidas, para elegir lo que
debería ser.
El juicio de Dios no es más
que la confirmación de nuestro propio juicio sobre nosotros mismos. Ni Dios
puede “hacernos” elegir ser otro que lo que insistimos ser.
El infierno es lo que queda
cuando decidimos abandonar a Dios y Su mundo por nosotros mismos y nuestro
mundo hecho por nosotros.
LA GENTE ELIGE UNA VIDA ETERNA
DE CIELO O DE INFIERNO DESDE LA TIERRA
Si hay un lugar como el infierno, y el Evangelio y el sentido común nos
aseguran que existe, ¿quién
irá allí y por qué?
Si hay un infierno y si la gente va allí, ¿es realmente para siempre? Si
es así ¿por qué?
Podemos responder a la pregunta de que SÍ el infierno es eterno. Tiene que ser eterno porque
Dios hizo a los seres humanos a su imagen y Él es eterno. Todos tenemos la
eternidad asegurada dentro de nosotros. Todos
nosotros viviremos para siempre. Todo lo que queda es, por tanto, decidir en dónde lo haremos.
Esto
va en contra de aquellos que sugieren que las personas malas simplemente dejan
de existir.
Ellos mueren
y son aniquiladas. Están perdidos y se han ido para siempre. Para nada. Debido a
que somos eternos vivimos para siempre.
Dios no envía a la gente al
infierno tanto como lo que ellos optan por ir allí. Dios quiere que todos vayan
al cielo.
“El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaban
perdidos”. (Lucas
19:10) y “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para
que el mundo sea salvo” (Jn. 03:17)
Pero Él no va a gobernar por sobre nuestra voluntad. Él no nos obligará a ir al
cielo.
Por otra parte, si
Él nos obligase a ir al cielo, no
sería el cielo, porque el cielo es el lugar en donde se cumplen nuestros deseos
y nuestras más grandes elecciones se hacen realidad.
El cielo no es sólo el premio de los buenos hijitos de Dios. El cielo es
el resultado natural e
inevitable de elecciones que hemos hecho a lo largo del viaje. No es una
recompensa arbitraria, es el destino de nuestro largo viaje a casa. Por lo
tanto, es el resultado de muchas elecciones.
Piensa en ello así: el cielo es el resultado de toda una vida de lucha,
fe y gracia activa dada a nuestras vidas. Es como un atleta que gana una
medalla de oro o un músico pisando un escenario para tocar un concierto de
piano de Rachmaninov: estas cosas no son recompensas arbitrarias, sino el resultado final y natural de toda una vida de sacrificio y disciplina, de
regalos y trabajo duro.
El
infierno, por otro lado, es también el resultado de un largo viaje y una
secuencia de elecciones.
¿Acaso no todos sabemos algunas personas que odian a Dios, odian a Jesús
y a su Madre bendita, odian todo lo que es bello, bueno y verdadero? ¿No conocemos personas que
están hundidas en la enfermedad del pecado, tanto así que han llegado a
detestar literalmente todo lo que es santo, bueno y verdadero?
Por lo tanto, ¿por qué imaginamos, que serían felices en el cielo? No lo
serían. Ellos odian el cielo, porque el
cielo es el lugar donde no hay nada más que bondad, verdad y belleza. Si
ellos han odiado y aborrecido estas cosas toda su vida, ¿por qué nos imaginamos
que les encantaría en la siguiente vida?
Creo que hay muchas personas que llegarán a las puertas del cielo y
escupirán en la invitación y correrán tan lejos y tan rápido como puedan en
otra dirección. La realidad es que ellos preferirán el infierno que al cielo.
El cielo para ellos, en realidad sería un tormento mayor que el
infierno. Su orgullo y
desprecio a lo santo es tan grande, que los demonios que esperan abajo les
parecerán ser sus hermanos e incluso en su tormento van a gritar, “¡El
infierno es fabuloso!”
Por último, existe una interesante especulación de que, tal vez, al final, todo el
mundo va al mismo lugar.
Tal vez todos entraremos en la
presencia de Dios y, todo lo que es real,
bueno, bello y verdadero. Aquellos que son salvos experimentarán esa luz eterna
como gloria del cielo. Aquellos que
están condenados experimentarán esa misma luz como tormento abrasador del
infierno.
FUENTES:
- http://www.catholicstand.com/conspiracies-catholicism-lucifer/
- http://www.catholicpulse.com/cp/en/columnists/schall.html
- http://www.patheos.com/blogs/standingonmyhead/hell-will-lots-of-people-go-there
Con la Colaboración de Nadya Pinelo
Es de Guatemala, Profesora de Idioma Inglés con estudios de post grado en San Antonio Texas y en York St John College of the University of Leeds
Es de Guatemala, Profesora de Idioma Inglés con estudios de post grado en San Antonio Texas y en York St John College of the University of Leeds
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