Curiosamente,
el gran tratado contra la envidia en el Nuevo Testamento no se recoge en los Evangelios, que, como tuvimos ocasión
de ver en su día (pinche aquí si le interesa el tema), no
contiene excesivas referencias al tema, ni en los Hechos de los Apóstoles, ni en las Cartas de Pablo, sino en uno de sus textos menos conocidos, la
llamada Carta de Santiago (pinche aquí si desea conocer mejor a su autor),
primera de las siete Epístolas
Católicas, así llamadas no por pertenecer, como podría pensarse, a la
Iglesia Católica y no a otras adscripciones cristianas, sino por no tener un
destinatario definido, como lo tienen las de Pablo, e ir dirigidas a todos en
general, del griego “καθολικός”, “katholikós”, con significado de “universal,
que abarca todo”.
Lo primero que hace Santiago, qué curioso, es oponer la envidia a la sabiduría:
“¿Quién hay entre vosotros sabio o con experiencia? Que muestre por su buena conducta las obras hechas con la mansedumbre de la sabiduría. Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y ambición, no os jactéis ni mintáis contra la verdad”. (Sant. 3, 13-14).
Podría enfocarse como que la envidia es un pecado de tontos. Y no sería un mal enfoque. Pero no, no opone la sabiduría a la necedad, opone la sabiduría “mansa que viene de lo alto” a la “sabiduría diabólica”:
“Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca” (Sant. 3, 13-14).
¿Cuáles son las consecuencias de la envidia? También a ello da respuesta Santiago:
“Donde hay envidia y ambición, allí hay desconcierto y toda clase de maldad” (Sant. 3, 16).
Tan diferente de donde lo que reina es la sabiduría:
“En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. Fruto de justicia siembran en paz los que procuran la paz”. (Sant. 3, 17-18)
Santiago explica de donde vienen todas las guerras. Y curiosamente, un inesperado compañero de viaje... ¿o no tan inesperado?:
“¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra” (Sant. 4, 2).
Me ha gustado encontrar este fragmento en el Nuevo Testamento. Lean la Carta de Santiago. Es un texto breve por comparación al resto de los textos neotestamentarios, apenas dos mil palabras, cuatro páginas de Word, muy bonito en su contenido, que habla también de la futilidad de la riqueza, del respeto debido al pobre, de la primacía de las obras sobre la fe (curioso tema que dará mucho que hablar en la Iglesia), de la intemperancia en el hablar… y de tantas otras cosas. Sin más que este consejo que espero me sepan aceptar, les deseo una vez más que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Mañana más, desde luego.
Lo primero que hace Santiago, qué curioso, es oponer la envidia a la sabiduría:
“¿Quién hay entre vosotros sabio o con experiencia? Que muestre por su buena conducta las obras hechas con la mansedumbre de la sabiduría. Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y ambición, no os jactéis ni mintáis contra la verdad”. (Sant. 3, 13-14).
Podría enfocarse como que la envidia es un pecado de tontos. Y no sería un mal enfoque. Pero no, no opone la sabiduría a la necedad, opone la sabiduría “mansa que viene de lo alto” a la “sabiduría diabólica”:
“Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca” (Sant. 3, 13-14).
¿Cuáles son las consecuencias de la envidia? También a ello da respuesta Santiago:
“Donde hay envidia y ambición, allí hay desconcierto y toda clase de maldad” (Sant. 3, 16).
Tan diferente de donde lo que reina es la sabiduría:
“En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. Fruto de justicia siembran en paz los que procuran la paz”. (Sant. 3, 17-18)
Santiago explica de donde vienen todas las guerras. Y curiosamente, un inesperado compañero de viaje... ¿o no tan inesperado?:
“¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra” (Sant. 4, 2).
Me ha gustado encontrar este fragmento en el Nuevo Testamento. Lean la Carta de Santiago. Es un texto breve por comparación al resto de los textos neotestamentarios, apenas dos mil palabras, cuatro páginas de Word, muy bonito en su contenido, que habla también de la futilidad de la riqueza, del respeto debido al pobre, de la primacía de las obras sobre la fe (curioso tema que dará mucho que hablar en la Iglesia), de la intemperancia en el hablar… y de tantas otras cosas. Sin más que este consejo que espero me sepan aceptar, les deseo una vez más que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Mañana más, desde luego.
Luis
Antequera
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