Un consejo a los capellanes de
hospital jóvenes que comienzan este trabajo. El sacerdote, al principio, trata
ante todo de conseguir que el paciente se confiese, que reciba el sacramento de
la unción. He necesitado años en este ministerio, para darme cuenta de que el
sacramento de la confesión o de la unción es una cosa muy seria. No es algo que
debemos dar si no hay un verdadero deseo de recibirlo.
La sociedad en la que nos movemos
ya es post cristiana en buena parte. Eso significa que muchas veces no podemos
hacer otra cosa que traer a ese paciente un anuncio somero de la Buena Nueva.
Pretender administrar sacramentos al que le falta la más básica catequesis,
sería inadecuado para la dignidad del sacramento.
Muchas veces, lo que doy es una
bendición, solemne, pausada, imponiendo las manos sobre el enfermo. Pero la
habitación doble (con lo cual hay otro paciente en la otra cama), con el ir y
venir de médicos y familiares, no se suele prestar a la administración de un
sacramento de la penitencia que el paciente no ha pedido y para el que no está
preparado, porque no siente ningún arrepentimiento ni propósito de enmienda.
Los que no son capellanes pensarán que es fácil excitar al
arrepentimiento. Pues en la España del año 2014, no es así. Muchas veces, tras
hablar con el enfermo un buen rato, me tengo que conformar con darle una
bendición y que Dios haga en ese sacramental lo que desee.
P.
FORTEA
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