Esta tarde en la televisión hablaban del disco de
la Maratón de TV3, que saldrá a la venta, junto con los periódicos, el domingo.
Un comentador musical, al hablar de la pieza que cantará Andrea Motis, Aleluya
de Cohen, hacía la siguiente observación:
- Hay que entender la palabra Aleluya, que es más
profunda que el sentido cristiano de alabanza. es una exclamación de alegría
profunda, de alegría del corazón.
Y yo me pregunto: ¿Qué imagen hemos dado del
cristianismo, que parece que en él no cabe la alegría profunda? Dejando de lado
que esta exclamación es hebrea y que el cristianismo la ha tomado para sus
celebraciones litúrgicas, ¿el cristianismo tiene que ser necesariamente triste?
Desgraciadamente, el haber transformado el
cristianismo en una serie de deberes externos, en ritos obligatorios, en
sermones sobre la condenación eterna, hace que hayamos olvidado el Evangelio.
Es cierto que en él no encontramos a un Jesús chistoso, ni riendo a carcajadas
continuamente. Lo que encontramos es un Jesús que acoge a todos, con
predilección a los que todo el mundo rechaza. Un Jesús que acude a convites y
bodas. Un Jesús sereno. Un Jesús que entrega su corazón a los demás. Un Jesús
que se deja rodear por los niños. Un Jesús con el corazón alegre.
Pues bien, esa es precisamente la alegría que el
comentarista decía que reflejaba la palabra aleluya. Una alegría que brota del
corazón. Y esa debe ser la alegría que debemos transmitir los cristianos.
Enviat per Joan Josep Tamburini
No hay comentarios:
Publicar un comentario