El País
Proporcionado por ElPais En un
beso de 10 segundos participan 80 millones de bacterias. En la imagen, 'Le
baiser de l'hôtel de ville', de Robert Doisneau. Los humanos no son los únicos
que practican el contacto boca a boca, pero los besos con lengua e intercambio
salivar sí son exclusivos de nuestra especie. Esta práctica, presente en la
gran mayoría de las culturas, provoca, según un estudio, que las parejas
compartan las bacterias de sus bocas. Hasta 80 millones de ellas viajan en un
beso de 10 segundos.
En el cuerpo de un humano adulto
y sano puede haber alrededor de 100 billones de bacterias. Si se apilaran todas
juntas, pesarían unos 1,5 kilogramos. Organizadas por especies, superan las
2.000 y, aunque la mayoría se encuentran en el estómago e intestinos, la mayor
diversidad se da en la cavidad oral. Hasta 700 especies de Streptococcus,
Rothia, Neisseria, Gemella, Fusobacterium... viven
en la boca. Ahora, un grupo de investigadores holandeses ha querido averiguar
cómo influyen los besos en el microbioma bucal.
Seleccionaron a 21 parejas tanto
heterosexuales como homosexuales y tomaron muestras de su lengua y saliva antes
de un beso prolongado, y después de besarse. Para compararlas, usaron una
escala del 0 (completamente similares) al 1 (nada similares).
Tras analizar genéticamente las
muestras para identificar la presencia de una molécula, el ácido ribonucleico
ribosómico (rRNA), que les permitiera localizar a los distintos géneros
bacterianos, vieron que los amantes tienen una tasa media de similitud de 0,37
frente al 0,55 de los no amantes. Para valorar la importancia de esta
diferencia, hay que tener en cuenta que el perfil de la flora bacteriana del mismo
individuo puede variar mucho entre muestra y muestra.
Esta similitud en el microbioma
de las parejas es particularmente destacada en las muestras tomadas de la
lengua. De hecho, en la saliva las diferencias son muy elevadas tanto entre los
amantes como en comparación con los desconocidos (0,71 para los primeros y
0,72, para los segundos).
"La saliva es un entorno muy
dinámico", dice el microbiólogo del TNO (organismo holandés similar al
CSIC español) y principal autor del estudio, Remco Kort. "Al tragar constantemente,
apenas podemos identificar similitudes", aclara. De hecho, la ciencia aún
no tiene claro si la saliva cuenta con su flora bacteriana propia o si las
bacterias que se encuentran en ella proceden de otras zonas de la boca.
Kort y su equipo realizaron un
par de experimentos más para determinar cuánto influyen los besos en el
microbioma de los amantes. Según explican en la revista Microbiome,
entrevistaron a las 21 parejas para conocer su historial de besos. Tras
descartar a una de ellas que aseguraba besarse unas 50 veces al día por poco
creíble, vieron que había una correlación entre los besos declarados y la
similitud bacteriana de la saliva. También vieron que, con nueve besos con
lengua al día, la similitud entre floras bacterianas era significativa. Sin
embargo, no había correlación con las bacterias de la lengua.
Como el propio Kort reconoce,
habría que seguir a los participantes a lo largo de años para determinar la
verdadera influencia de los besos en el microbioma compartido. "Obviamente,
hay otros importantes factores implicados como tener la misma dieta o usar la
misma pasta de dientes", recuerda.
La última parte de su
investigación buscaba cuantificar el efecto de los besos en los microbios. Para
hacerlo, recurrieron a un yogur microbiótico. Al contener grandes cantidades de
bacterias de los géneros Streptococcus, Lactobacillus y Bifidobacterium,
pudieron usarlas como marcadores fáciles de diferenciar de las bacterias
propias de la boca y, lo más difícil, contarlas.
Volvieron a medir la flora
bacteriana de los dos miembros de la pareja antes de darle el yogur a uno de
ellos. Repitieron la medición después de un profundo y largo beso para estimar
que, de media, unos 80 millones de bacterias pasan de una boca a otra tras un
beso de 10 segundos.
El estudio de Kort y su equipo ha
sido el estreno científico de Microcopia, un museo dedicado al mundo invisible
formado por los microorganismos que viven en el cuerpo humano, pero también
fuera de él. También ha servido de sustrato para crear una especie de besómetro
que presentan el martes en Ámsterdam.
Miguel
Ángel Criado
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