¿Cuándo se presentará el Señor y
nos llamará? Nadie lo sabe y con ello el Señor nos pide que seamos fieles y
sinceros. La Esperanza es la virtud de ser capaces de esperar con un sentido.
Quien no tiene esperanza, dejará el camino para tumbarse a disfrutar bajo la
sombra de cualquier árbol.
“Es a la hora que
menos pensáis que vendrá el Hijo del hombre.” Jesús dice esto a los discípulos
a fin de que no dejen de velar, que estén siempre a punto. Si les dice que
vendrá cuando no lo esperarán, es porque quiere inducirlos a practicar la
virtud con celo y sin tregua. Es como si les dijera: “Si la gente supiera
cuando va a morir, estarían perfectamente preparados para este día”… Pero el
momento del fin de nuestra vida es un secreto que escapa a cada hombre…
Por eso el Señor
exige a su servidor, dos cualidades: que sea fiel, a fin de que no se atribuya
nada de lo que pertenece a su señor, y que sea sensato, para administrar convenientemente
todo lo que se le ha confiado. Así pues, nos son necesarias estas dos
cualidades para estar a punto a la llegada del Señor… Porque mirad lo que pasa
por el hecho de no conocer el día de nuestro encuentro con él: uno se dice: “Mi
amo tarda en llegar”. El servidor fiel y sensato no piensa así. Desdichado,
bajo pretexto de que tu Amo tarda ¿piensas que no va a venir ya? Su llegada es
totalmente cierta. ¿Por qué, pues, no permaneces en tu puesto? No, el Señor no
tardara en venir; su retraso no está más que en la imaginación del mal servidor (San Juan Crisóstomo.
Homilía 77 sobre San Mateo)
Podríamos preguntarnos por la
razón que nos lleva a esperar. A veces la espera se debe al miedo. Tenemos
miedo a que nos sorprendan y que se evidencie que no estamos atentos a lo que
sucede a nuestro alrededor. Otras veces esperamos por desidia. No nos importa
lo que suceda, por lo que esperar es igual que no hacerlos. La tercera opción
es esperar con alegría y plenitud. Quienes así esperan saben que el Señor les
ama y ellos viven la espera llenos de amor.
Dice San Juan Crisóstomo que “el Señor no tardara en venir; su retraso no está más que
en la imaginación del mal servidor”, por lo que sentirnos cansados de
esperar indica que no estamos haciendo una espera activa, sino que estamos
empezando a desesperar.
En la vida cotidiana nos
encontramos con muchas ocasiones en las que la espera necesita de esperanza. No
es fácil esperar algo que no se ama, ya que terminaremos desesperados. Es
interesante lo que San Juan Crisóstomo nos señala: El “Señor exige a su servidor, dos cualidades: que sea fiel, a
fin de que no se atribuya nada de lo que pertenece a su señor, y que sea
sensato, para administrar convenientemente todo lo que se le ha confiado”
No sólo se trata de esperar con
paciencia sino que se nos requiere que seamos fieles, para no apropiarnos de
los dones que el Señor nos ha prestado. La corrupción proviene de la
infidelidad que anida en la desesperación. Pero además nos pide que seamos
sensatos, para saber utilizar los dones prestados, para el bien de todos. Los
talentos que el Señor nos ha prestado deberán ser devueltos incrementados. Si
hemos estado ociosos, no seres capaz de multiplicar los dones de Dios.
Mirando a la situación de la
Iglesia, podemos ver que muchas personas andan atareados en sus intereses,
porque no esperan realmente la venida de Cristo. Son infieles con sus hermanos
y con Dios mismo. Otros dejan de administrar los dones que han recibido,
generando confusión y enfrentamientos con sus hermanos. En ambos casos se puede
ver que la desesperanza les llama a buscar su beneficio personal.
Por lo
tanto, esperanza, alegría, amor, fidelidad y sensatez son los dones que tenemos
que pedir al Señor para que la espera no nos desespere y terminemos atendiendo
a nuestros intereses egoístas.
Néstor Mora Núñez
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