Tema especialmente urgente, debido al deterioro que está sufriendo el
matrimonio y la familia.
Hay que ser muy comprensivos con los jóvenes que quieren contraer
matrimonio por la Iglesia, ya que están sometidos, desde hace tiempo, a todo un
bombardeo ideológico con cargas de profundidad que afectan a los mismos
cimientos de la concepción del matrimonio como institución humana y cristiana.
En definitiva como proyecto de Dios para la constitución de la sociedad humana.
Para comprender la situación hay que conocer un poco todo lo que hay detrás de
esta revolución ideológica.
Se está librando lo que se ha venido en llamar “guerra civil occidental”
(F.J. Contreras, “Nueva izquierda y cristianismo”, Editorial
“Encuentro”, pág. 23). Por un lado está el llamado choque de civilizaciones
(oriente contra occidente). Pero lo realmente nuevo es la “guerra” que libra
occidente contra sí mismo. Esto debilita a occidente, y es aprovechado
especialmente por las corrientes islámicas. Occidente ha dejado de creer en sí
mismo, y se hace vulnerable. A más secularización y relativismo, más influencia
de los credos fuertes, intransigentes, como lo es el Islam.
Como bien dice el autor citado, los integristas islámicos no odian a
occidente por ser cristiano, sino por ser ya postcristiano. Benedicto XVI: “Si
se llega a un en enfrentamiento de culturas, no será por un choque entre
grandes religiones..., sino por el conflicto entre esa emancipación radical del
hombre (eliminación de referencias trascendentales) y las grandes culturas
históricas”.
Una paradoja: En el mundo están en alza las religiones, mientras Europa
está cada vez más secularizada. Europa, en el terreno religioso e ideológico,
se aísla del resto del mundo. Europa ya no es lo que fue: exportadora de los
grandes valores religiosos en el mundo. Jean Sévillia (citado por F.J.
Contreras en “Nueva izquierda y cristianismo”), llega a afirmar: “¿Qué
modelo ofrecemos a los jóvenes (musulmanes) inmigrantes? ¿Cómo puede inspirar
respeto una nación que ya no se ama así misma, que ya no tiene niños? Si
Francia y Occidente no presentaran el espectáculo de una sociedad cuyas
referencias colectivas se disuelven y en la que lo espiritual parece ausente,
tendríamos menos motivos para temer a una Islam expansivo”.
La izquierda postmoderna, la llamada progresía (del color que sea), es
calificada por este autor como “sesentayochista”. Es decir, lo que pretende no
es ya la lucha de clases, o defensa del obrero, sino el implantar la revolución
sexual que supuso el mayo del 68. Su programa gira en torno a temas como: el
aborto, la eutanasia, la ingeniería genética, la permisividad sexual, el
divorcio exprés, matrimonio gay, vientres de alquiler, droga... y el papel de
la religión en la vida pública.
Hay una aversión, una guerra declarada, contra la Iglesia Católica
porque es la única que se mantiene firme en la defensa de los valores
trascendentes que dimanan de la concepción cristiana del ser humano. La Iglesia
es la enemiga a batir.
Para el pensamiento débil la Iglesia es su rival, diga lo que diga y haga
lo que haga. No soportan la fortaleza de la Verdad. Lo que defienden es la
libertad sin límites éticos, el relativismo moral. Ellos afirman que la
libertad nos hará verdaderos. ¿Nos suena esta expresión?
El postmodernismo ha dinamitado la cultura occidental basada en el
cristianismo, ha derrumbado el edificio para construir otro en su lugar,
fuertemente anclado en principios débiles pero atractivos para el hombre, ya
actúan con la complicidad de las pasiones dominantes en una naturaleza herida
por el pecado. Lo importante para ellos es que el hombre no piense, otros
pensarán por él. Que se dejen llevar sin mirar más hacia arriba. Hay que vivir
la vida sin tabúes ni fundamentalismo. “Carpe diem”, aprovecha el momento
presente. No pienses. Actúa a tu aire. Tu dios eres tú. En definitiva es seguir
la máxima de Nietzsche: Yo soy el sucesor de un Dios que ha muerto. Es
decir, mi dios soy yo mismo.
Hay una lucha entre conservadores y progresista. Entre fieles a unos
principios inamovibles y una revolución basada en la visión materialista del
hombre.
Pero los llamados progres tienen prácticamente copados todos los medios
de comunicación. Observamos hoy en España que siguen los mismos directrices en
la televisión pública, con los mismos programas, muchos de ellos en la línea
que venimos criticando. Y no digamos nada en otras televisiones de gran
audiencia. Siguen en la misma línea “revolucionaria” y anti-Iglesia que han
llevado siempre. Es decir, la intoxicación continúa sin tapujos. Y la audiencia
se lo traga todo como “dogma de fe”, porque “lo ha dicho la tele”.
Como sigue diciendo F.J. Contreras, defender hoy la vida del no nacido,
la familia tradicional y la religión, cuestionar la permisividad sexual, etc.
es considerado como la expresión máxima de la trasgresión y la heterodoxia.
Parece que hay que avergonzarse de defender los valores universales de siempre,
o practicar determinados actos de culto, considerados tradicionales.
Manifestarlo puede causar risa y mofa. Y en algunos casos pueden ser obstáculo
para acceder a determinados puestos. Esto hace que muchos, que prácticamente
viven una vida tradicional, no se atrevan en público a defender sus criterios,
incluso pueden llegar a aceptar las tesis contrarias para no desentonar, o por
pura conveniencia. Hay separación entre la praxis y la teoría. Aunque al final
terminaría actuando como piensa. Esto ocurre también dentro de la Iglesia, a
pesar del esfuerzo que está haciendo el Papa Francisco para hacer un poco de
limpia de criterios farisaicos.
Lo positivo de todo este panorama es que se está dando un resurgir de
personas, asociaciones y movimientos defensores de los valores permanentes, que
no son “retrógrados”, como no es retrógrada la consideración de la dignidad de
la persona humana.
Hay un dato constatable, y es que las iglesias, los grupos o movimientos
religiosos permisivos, que se han apuntado al llamado progresismo, se están
quedan sin seguidores, sin fieles (Cfr. “Nueva izquierda y cristianismo”, Págs.
33-34), aunque esos pocos hagan mucho ruido porque cuentan con la complicidad
de los medios de comunicación.
Los partidos llamados de izquierdas, han abandonado el socialismo
clásico para centrar todas sus fuerzas en la revolución sexual, en el llamado
“sesentayochismo”, en atacar a la Iglesia Católica, mientras partidos de
derechas, o conservadores, siguen sin enterarse, o mirando hacia otro lado,
incluso aprobando proyectos que contradicen su propia ideología. Se habló mucho
en su momento de la “Alianza de las civilizaciones”, y hoy resulta que la
civilización cristiana está a la defensiva. Y para muchos pensadores y
escritores, es inconcebible que la llamada derecha no se haya enterado, o finja
no enterarse. Defender contra corrientes ciertos principios no esta de moda, no
“vende”.
Como recoge F.J. Contreras en el trabajo que venimos citando, Max
Horkheimer –de vuelta de una concepción marxista y revolucionaria-, llega a
afirmar. “El amor hunde sus raíces en el anhelo, el anhelo de la persona
amada... Si se elimina el tabú de lo sexual, cae la barrera que produce
constantemente el anhelo; a partir de ahí, el amor pierde su base... La píldora
anticonceptiva convierte a Romeo y Julieta en una pieza de museo... Julieta
diría a su amado que la dejara ir rápidamente a por la píldora, y que en
seguida volvería con él”.
Y Janne Haaland Matlary dice: “Esta época esta sexualizada hasta tal
punto que se priva a los niños de la inocencia introduciéndoles demasiado
pronto en la sexualidad, y los adultos son casi anormales si siguen casados con
la misma persona durante toda la vida”. Con estos materiales, la
construcción, o mejor, la decostrucción de los baluartes hasta ahora intocables
viene por sí sola. Y siempre la enemiga a abatir es la Iglesia, que no cede en
los principios y valores de siempre, aunque vea disminuidas sus filas. Los
permisivistas que se van tal vez no estaban en su sitio.
El “neofeminismo” a quien más perjudica es a las mujeres. Eugenia
Rocella lo dice de esta manera: “Siguiendo el espejismo de la negación de la
maternidad, se niega la fuerza autónoma de las mujeres, que seguirán siendo
siempre (para esa corriente), machos fallidos, una versión coja e
imperfecta del modelo masculino” (En o.c. Págs. 38 y 47).
Con todo ello se pierde el concepto de paternidad y maternidad. Solo
queda el amor libre, la sexualidad liberada de normas éticas, deshumanizada. El
hombre es “domesticado por la mujer”. En este sentido son muy reveladoras las
palabras de la feminista Amelia Valcárcel: “Si no los podemos hacer (a los
hombres) tan buenos, hagámonos nosotras malas: no exijamos castidad, sino
perdámosla; no impongamos la dulzura, hagámonos brutales; no atesoremos
naturaleza, sino destruyamos con el furor del converso” (“El derecho al
mal” 1991, pp. 164-165, citada en “Nueva izquierda y cristianismo”,
p. 48).
Mas claro no se puede decir lo que se pretende con la revolución sexual.
Y esto está presente en cierta cultura imperante, o contracultura. No podemos
quedarnos con los brazos cruzados o reírles la gracia, que no la tiene.
Desde esos presupuestos hemos de ayudar a las parejas que se acercan a
la Iglesia solicitando el matrimonio. Hay que intentar reducir a escombro el
edificio que les han construido las ideologías de género, las de la revolución
sexual, y con paciencia levantar desde los cimientos el nuevo edificio de
acuerdo con el Evangelio y la Doctrina de la Iglesia. Hay que construir, pero
antes hay que preparar el terreno si no queremos levantar “una casa sobre
arena” que, como dice Jesucristo, se vendrá abajo con el primer vendaval que
sople contra ella.
El Cursillo prematrimonial ha de estar debidamente programado para
llegar con claridad y fortaleza al interior de las parejas, que vienen
–generalmente- con una estructura humana y religiosa afectada por los virus que
hemos denunciado en este trabajo. Reconstruir para construir, desmantelar para
iniciar un nuevo proyecto. De nada serviría hablarle de temas teológicos y
morales si no hemos roto el caparazón con el que acuden a algo tan sagrado como
es el matrimonio. Y esto no se consigue con cuatro esquemas prefabricados, sino
denunciando con un lenguaje incisivo lo que han sembrado en sus almas los
enemigos de Dios. Los esquemas de “laboratorio” no valen para nada si no se
“golpea” fuertemente sus mentes y sus conciencias.
Juan García Inza








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