De la misma forma..., que nuestro cuerpo material necesita alimentarse,
con productos materiales, que Dios ha puesto a disposición del hombre para su
alimentación, también nuestra alma necesita alimentarse con productos
espirituales para crecer y desarrollarse y esencialmente, así como el producto
básico de alimentación del cuerpo es el pan, el producto básico de alimentación
de nuestra alma es la oración más que cualquier otro medio, como puede ser la
limosna la abstinencia el ayuno o inclusive la Eucaristía, porque no consta que
en los Evangelios, el Señor no nos dijo que teníamos obligación de comulgar
frecuentemente pero si dijo que teníamos que orar incesantemente:“Les
decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin
desfallecer”. (Lc 18,1).
En otra
ocasión, en el Huerto de Getsemaní, encontró durmiendo a sus discípulos y
despertándoles les dijo: “Velad y orar para que no accedáis a la tentación; el
espíritu esta pronto, pero la carne es flaca”. (Mt 26,41). La oración es imprescindible. Sin oración no hay
salvación posible, Decía Jean Lafrance: “Por lo demás, todo cristiano está llamado
a orar, y cuanto más crezca en santidad, más experimentará la necesidad irresistible
de hacer oración…. la oración es verdaderamente la vida de nuestra vida, y
estamos hechos para orar como el pez lo está para nadar”. Quien ya ha bebido de la fuente del agua viva
del Señor desea cada vez más volver a la fuente de donde mana esa agua e
igualmente pasa con la oración. Quien a fuerza de orar ha conocido ya el fuego
de amor del Señor, siempre quiere orar más para que ese fuego de amor termine
por abrasarle a uno, en el amor a Dios.
Quizás por
ello es San Pablo el que decía: “Dios es el que obra en nosotros el querer y el obrar
según su beneplácito”. (Flp 2,13). Y
a los tesalonicenses les escribía diciéndoles: “17 Orad constantemente”. (1Ts 5,17). Y en este sentido hay que tener
presente que sin Dios no podemos hacer absolutamente nada en el orden
sobrenatural: “5
Yo soy la vid. Vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése
da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada”. (Jn 15,5). Y por ello nos dice Royo Marín, que en
este sentido “…
puede decirse que todo el proceso de nuestra santificación se reduce, por
nuestra parte, a la oración y a la humildad; la oración para pedir a Dios esas
gracias prevenientes eficaces, y la humildad, para atraerlas de hecho sobre
nosotros”.
El deseo de
orar, no nace en nosotros espontáneamente es el Espíritu Santo quien nos guía,
es por ello por lo que escribe San Pablo: “El anhelo de oración es el modo en que el
Espíritu Santo que está en nosotros, nos atrae y nos lleva al Padre más aún:
ese anhelo es ya oración, es ya la oración del espíritu de Cristo en nosotros,
‘con gemidos inefables’”.(Rm
8, 26).El alma que ama acude a la oración y cuanto más ama más fuerte es su
impulso para orar. Pero es de tener presenta la advertencia de Jean Lafrance
que nos dice: “Eres
monje si tienes el deseo de orar todo el tiempo. Aunque reces materialmente las
veinticuatro horas del día, sin ese deseo de orar en todo tiempo no rezas. En
cambio sí oras un cuarto de segundo por hora con ese deseo punzante de orar
siempre, entonces eres un monje. Poco importa que estés en un monasterio o en
medio del mundo, inmerso en el ajetreo de la vida; vives el monaquismo
interiorizado…El deseo de hacer oración nace siempre en el corazón del hombre
por una doble acción conjugada: primero la del Espíritu Santo que se afana en
el interior de los corazones y empuja a decir “Señor”; este deseo tiene
necesidad de ser reconocido y reflejado por una comunidad orante y es la que
realiza el papel de iniciación”.
En el
Eclesiastés, se puede leer: “Nada te impida orar siempre”. (Ecl.
18, 22). Si se reza con el deseo de orar, la perseverancia en la oración nos
vendrá sin esfuerzo alguno. Es de tener presente que es básica n la oración la
perseverancia. El deseo de orar para que sea auténtico el deseo de orar ha de
ser este perseverante. Sin la perseverancia no se puede triunfar, ella es la
que nos asegura nuestro triunfo porque como dice este pareado: “Perseverar es
amar,
y amar es perseverar.
El que persevera ama
y el que ama persevera”. J.C. Antes nos hemos referido a una afirmación que quizás haya producid sorpresa en algún lector, en el sentido de que la comunión frecuente es una recomendación, pero la oración y sobre todo la oración continua es un mandato divino. Es de ver si meditamos en este punto que, sin la oración no puede haber Eucaristía, ni comunión eficaz. Pero si puede haber oración sin Eucaristía, de aquí la importancia de la oración. Jesús no nos ordenó comulgar, pero si rezar. Si no se ora decía Santa Teresa de Jesús que “…quien no hace oración, no necesita demonio que le tiente, porque ya lo tiene dentro”. Y es que no es posible dar un paso en la vida espiritual si no se fundamenta uno, en la oración,
y amar es perseverar.
El que persevera ama
y el que ama persevera”. J.C. Antes nos hemos referido a una afirmación que quizás haya producid sorpresa en algún lector, en el sentido de que la comunión frecuente es una recomendación, pero la oración y sobre todo la oración continua es un mandato divino. Es de ver si meditamos en este punto que, sin la oración no puede haber Eucaristía, ni comunión eficaz. Pero si puede haber oración sin Eucaristía, de aquí la importancia de la oración. Jesús no nos ordenó comulgar, pero si rezar. Si no se ora decía Santa Teresa de Jesús que “…quien no hace oración, no necesita demonio que le tiente, porque ya lo tiene dentro”. Y es que no es posible dar un paso en la vida espiritual si no se fundamenta uno, en la oración,
La carmelita
descalza, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, también conocida como Edith Stein
escribe que: “Se
encuentran cristianos que comulgan todos los días y están en pecado mortal,
cristianos que hacen abundantes limosnas y que están en pecado mortal,
cristianos que se mortifican de muchas maneras y que están en pecado mortal, pero
jamás se encuentra un alma que haga oración todos los días y que permanezca en
el pecado…. La comunión frecuente es un consejo, la oración es un precepto
divino”.
Cuando hoy en día el mundo alejado de Dios no ora,
hay que aplicarle lo que nos dice el profeta Jeremías:
“13 Porque mi
pueblo ha cometido dos maldades: me abandonaron a mí, la fuente de agua viva,
para cavarse cisternas, agrietadas, que no retienen el agua”. (Jer 2,13). No se busca la
salvación en el Señor, se la busca en las maravillas del desarrollo
tecnológico, en la producción material, en las actividades culturales.
Se busca
el agua viva en cisternas agrietadas. Solo es la oración la que nos salva. El
que no ora no salvará nunca su alma. Nos dice Santo Tomás de Aquino que: “Todo hombre
está obligado a orar por el hecho de que está obligado a procurarse los bienes
espirituales, que no le pueden venir sino de Dios y no pueden serles daos sin
que él los pida”. Orar para el que de verdad amamos, es el todo.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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